viernes, 12 abril 2024
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El culto a Tláloc en Cuzcatlán

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Por Carlos F. Imendia Guzmán

Tláloc es la deidad más conocida en Mesoamérica. Es el dios de la lluvia y los terremotos; Está compuesto por dos palabras de origen náhuatl que significa Tlalli; Tierra y Octli; néctar.  También hay otro tipo de interpretación que traduce de la vernácula lengua: El que reposa en la tierra. Se le responsabiliza del curso de la estación lluviosa; lo que lo conecta con ser un dios agrícola y de la productividad en el campo y las cosechas. Deidad del Rayo y del trueno; también de los terremotos ( Olin en náhuatl). Tláloc es cónyuge de Xochiqueztal; a quienes los nahua pipiles daban culto en el valle de Xilomen (Xiolemnpango o Ilopango). Las armas de Tláloc para regir la tierra son: El Granizo, rayos; agua, truenos. Sus manifestaciones: Sequía, inundaciones y aluviones. Su imagen es antropomorfa, viste de una especie de anteojos que en realidad son dos serpientes en sus ojos, tiene colmillos de serpiente y viste una cruz Florida. Tláloc emana de Teotihuacán la cultura madre y se infunde en los mayas como Ch’aac. Posteriormente Tláloc en la cultura nahua. En las facetas que se le contempla a Tlaloc como deidad capaz de dar vida; providencia y ser un gran benefactor hasta ser un destructor y aniquilador. Su culto se basaba en sacrificio de niños durante tres fechas importantes en el año, esto iba a determinar el éxito de la estación lluviosa. Entre danzas; incienso de copal; fiesta y abundante comida, solían adornar a las famosas figuras de Tláloc, hechas de granos de frijoles y los colmillos de la semilla del Ayut ( pepitoria) alusiva a la deidad. Tenían parte en el rito los tlaloques o heraldos de Tláloc; las ranas, sapos, salamandras y los mismos ajolotes. Todo lo que tuviera que ver con la vida Acuática. Los ahogados en pozas, ríos, lagos, no eran más que elegidos por esta deidad para descansar y deleitarse en su paraíso. En  Cihuatan, fue  encontrada una pieza o efigie  con la imagen de Tláloc, Aguilares al norte de San Salvador, dónde es notorio que los habitantes de  ese fértil valle dieron culto a la deidad más conocida de la Mesoamérica.  Todas las romerías pre invernales, por una buena estación lluviosa debió estar relacionada con el culto a Tláloc en Cuzcatlán, conjugada en los cerros en donde las nubes se forman y dejan caer la lluvia sobre el bosque. Es posible que el cerro de Guazapa haya sido un lugar adoratorio a Tláloc en donde las sociedades subían a rendir culto.  Y en lugares como cuevas que son portales donde resguardan los espíritus del agua o ahuauhque llegaban a practicar sus ritos y sacrificios (de Julio a Septiembre), así como manantiales o apazcos o pozas. Sin duda el objeto o efigie cerámica  encontrado en Cihuatán y exhibido por Fundar formaba parte de la indumentaria al culto de corriente teotihuacana.  El agua es vida, vida y muerte, redención y catastrofe.

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Carlos F. Imendia
Carlos F. Imendia
Comunicador, publicista y mercadólogo salvadoreño; columnista y colaborador de ContraPunto

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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