lunes, 15 abril 2024

El aire que respiramos

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“Dios te salve, Patria Sagrada, en tu seno hemos nacido y amado; eres el aire que respiramos, la tierra que nos sustenta, la familia que amamos, la libertad que nos defiende, la religión que nos consuela”.

Inicialmente había querido nombrar esta nota como “El país de los idiotas” pues ninguno de nosotros se salva de las idioteces que cometemos en el día a día. Hemos llegado a tal punto, como sociedad, de normalizar la idiotez: conducir erráticamente, tomar y conducir, pasarse los semáforos en rojo, acelerar cuando hay una señal que advierte túmulo, irse de retroceso en una autopista cuando se olvida la salida o pasarse en corte de pastel los tres carriles por el Jaguar para llegar a un taller de pintura. ¿Será acaso el aire que respiramos que nos hace idiotas?

Pero no es únicamente culpa tuya, amigo lector. Si los expertos ingenieros de autopistas hubieran hecho los retornos como en cualquier país civilizado, seguramente no cometeríamos tantas burradas al conducir. Esos retornos en las autopistas del país son una lotería y el premio es la muerte. No es mi percepción de las deficiencias, es lo comprobable.

Señalar que no necesitamos más leyes o leyes más duras está de más. Lo que necesitamos es que se cumplan las leyes existentes. Es decir, si las autopistas son para circular más rápido de punto A a B, ¡no permitamos que abran un comedor a la orilla de ella! Tampoco las autopistas deberían ser estacionamientos para los camioneros ni paradas de buses. Si tan solo hubiera consecuencias para los infractores, la sociedad sería menos agresiva y menos idiota.

Soy una persona medianamente inteligente quien enseña a sus estudiantes a que cuestionen todo. Hay que cuestionar las medias verdades que se nos han enseñado y destapar las falacias mediáticas que practicamos. Cuestionarlo todo es tener los recursos para entender lo que funciona y lo que no funciona, es apelar a la lógica y no a la tradición y evitar el “así es” y el “no se puede”.

¡Cuánta gente se enfermó del Covid por las idioteces! En mi artículo La sangre de Cristo instaba a la gente que practicaran las recomendaciones sanitarias mientras seguían con su fe. Pero no fue así, la gente insistía en reunirse porque no querían que Cristo la encontrara fuera de las cosas de Dios. Los partidos políticos hacían sus reuniones y con el afán de regalar víveres engañaban a los incautos exponiéndolos. Hasta me invitaron a fiestas post-cuarentena como que si al acabarse la cuarentena se acababa el riesgo.

La pandemia sigue y las cosas siguen igual en nuestro país. Veo con tristeza a las personas que se cruzan la calle cuando viene un vehículo, en lugar de esperar que pase y no venga otro.  Voy al supermercado y la gente sigue dejando sus carretillas atrás del carro del otro. Veo las protestas y escucho a gente que vive donde nunca falta el agua quejarse porque esa gentuza solo protestar saben. Mi vecina sigue paranoiqueada y territorial como siempre y llama a la policía cada vez que alguien se estaciona obstaculizándola en lugar de hablar con el vecino. Le pregunto a mi amigo policía que por qué llegan y me dicen que es su obligación. Le pregunto por qué no llegan a otros lugares donde se pone caliente y me dice que para eso hay excusas. El deslave que soterró a la familia en Santo Tomás sigue intacto. Llueve. Las piedras siguen cayendo.

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Nelson López Rojas
Nelson López Rojas
Catedrático, escritor y traductor con amplia experiencia internacional. Es columnista y reportero para ContraPunto.
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