Dedico este artículo a la memoria del gran poeta salvadoreño Roque Dalton, entrañable amigo de Galeano, quien le dedicó el poema “Homenaje a la poesía”, donde llama criminales a los camaradas del Partido Comunista que lo asesinaron mientras dormía en 1975, y a sus hijos Roque Antonio (desaparecido durante la guerra civil), Juan José y Jorge, que llamaban tío a Galeano por la estrecha amistad que le unía con su padre
El 13 de abril, en plena pandemia provocada por el covid-19 y en medio del confinamiento de la mayoría de la población mundial, conmemoramos en silencio y con profundo respeto y reconocimiento el quinto aniversario del fallecimiento del escritor uruguayo Eduardo Galeano. Este jueves pasado, 3 de septiembre, celebramos el ochenta aniversario de su nacimiento. Cultivó diferentes géneros literarios: narrativa, poesía, ensayo y crónica con gran maestría literaria, con frecuencia sin respetar las fronteras entre ellos. Tras el golpe militar de 1973 en Uruguay se exilió en Argentina y España y volvió a su país en 1985. Galeano vivió y pensó la compasión con los condenados de la tierra, que él llama “los nadies”, en clave de utopía.
“Las venas abiertas”, el libro que despertó mi conciencia liberadora
El primer libro de Galeano que leí y despertó mi conciencia liberadora fue Las venas abiertas de América Latina, publicado en 1971 por la editorial Siglo XXI, que escribió a los 31 años en "noventa noches cargadas de cafeína", como él mismo confiesa. Ha sido traducido a veinte idiomas y cuenta con numerosas ediciones en castellano y estuvo prohibido en Argentina, Uruguay y Chile durante sus respectivas dictaduras. Él me abrió las puertas al conocimiento de América Latina; desde América Latina, no desde Europa; desde el continente colonizado, no desde la España colonizadora; desde los pueblos conquistados incluso a lazo, no desde los conquistadores; desde el Sur, no del Norte; desde el reverso y desde abajo de la historia, no desde las grandes torres y campanarios de las iglesias españolas.
El escritor alemán Heinrich Böll, autor de Opiniones de un payaso y Premio Nobel de Literatura en 1982, hizo la siguiente valoración del libro de Galeano en una conferencia en Colonia en 1976: "En los últimos años he leído pocas cosas que me hayan conmovido tanto". Similar conmoción me produjo su lectura por esas fechas durante la redacción de mi tesis doctoral, muy marcada por la lectura del libro.
"Escribí Las venas —afirma Galeano— para difundir ideas ajenas y experiencias propias que quizás ayuden un poquito, en su realista medida, a despejar los interrogantes que nos persiguen desde siempre: ¿Es América Latina una región del mundo condenada a la humillación y a la pobreza? ¿Condenada por quién? ¿Culpa de Dios, culpa de la naturaleza? ¿No será la desgracia un producto de la historia, hecha por los hombres y que por los hombres puede, por lo tanto, ser deshecha? Este libro fue escrito con la intención de divulgar ciertos hechos que la historia oficial, historia contada por los vencedores, esconde o miente… Creo que no hay vanidad en la alegría de comprobar, al cabo del tiempo, que Las venas no ha sido un libro mudo”.
El libro es un estremecedor y certero retrato en blanco y negro de la historia del continente latinoamericano caracterizada por el colonialismo, le negación de la identidad cultural de los pueblos originarios, la corrupción de los dictadores, el subdesarrollo, la pobreza, las desigualdades crecientes, la explotación económica, la depredación de la naturaleza, la destrucción del tejido social ancestral, pero también por el pluriverso, étnico-cultural y religioso y la biodiversidad.
Fue escrito desde la teoría de la dependencia que entonces estaba desarrollándose en América Latina y en cuya elaboración participó Henrique Fernando Cardoso, que, como presidente de Brasil de 1994 a 2002, aplicó a Brasil la economía neoliberal contraviniendo sus aportaciones de la década de los 60 y principios de los 70 del siglo pasado. Lo que aquella teoría mostraba era que el subdesarrollo de América Latina no era una etapa previa al desarrollo, que se lograría aplicando los procesos seguidos por el Primer Mundo, sino que era la consecuencia del desarrollo de los países del Norte. Y así fue desde el comienzo de la conquista en que, como afirma Galeano: "Vinieron. Ellos tenían la Biblia y nosotros teníamos la tierra. Y nos dijeron: ‘Cierren los ojos y recen’. Y cuando abrimos los ojos, ellos tenían la tierra y nosotros teníamos la Biblia".
En una memorable entrevista con El Loco de la Colina en 2003 con motivo de la invasión de Iraq por Estados Unidos con el apoyo de Tony Blair y José María Aznar, Galeano calificó nuestra época como "la más loca de la historia" porque se estaban utilizando los mayores recursos para el exterminio del prójimo y del planeta. La guerra contra Iraq nació de una gran mentira y el resultado fue la condena a muerte de centenares de miles de personas.
‘Los nadies’ y su utopía de salir de pobres
En esta efemérides celebrativa del nacimiento de Galeano he vuelto a leer su poema Los nadies y me ha hecho comprender parte de la situación que estamos viviendo en la pandemia: que no afecta a todas las personas, a todos los grupos sociales, a todos los pueblos, a todos los continentes por igual, que los hay más vulnerables que otros. Son los nadies, con quienes el escritor uruguayo Galeano practicó la compasión, esa virtud bajo sospecha, como afirma Aurelio Arteta en su libro del mismo título y que constituye la base de la ética, como reconociera Schopenhauer, y el fundamento de los juicios morales, como afirmara Herbert Marcuse en conversación con Jürgen Habermas unos días antes de morir. Me permito citar el poema completo:
"Sueñan las pulgas con comprarse un perro
y sueñan los nadies con salir de pobres,
que algún mágico día llueva de pronto la buena suerte,
que llueva a cántaros la buena suerte;
pero la buena suerte no llueve ayer, ni hoy, ni mañana, ni nunca,
ni en lloviznita cae del cielo la buena suerte,
por mucho que los nadies la llamen y aunque les pique la mano izquierda,
o se levanten con el pie derecho, o empiecen el año cambiando de escoba.
Los nadies: los hijos de nadie, los dueños de nada.
Los nadies: los ningunos, los ninguneados, corriendo la
liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos:
Que no son, aunque sean.
Que no hablan idiomas, sino dialectos.
Que no hacen arte, sino artesanía.
Que no practican cultura, sino folklore.
Que no son seres humanos, sino recursos humanos.
Que no tienen cara, sino brazos.
Que no tienen nombre, sino número.
Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica
roja de la prensa local.
Los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata".
El mensaje de Galeano grabado en el imaginario popular, que se mantiene vivo y activo especialmente en momentos dramáticos, y muy especialmente en estos tiempos de grave crisis sanitaria, económica y social, es el de la utopía, que formulara en un emblemático poema motivador de la esperanza:
"Ella está en el horizonte.
Me acerco dos pasos,
y ella se aleja dos pasos.
Camino dos pasos y
el horizonte se corre
diez pasos más allá.
Por mucho que yo camine,
nunca la alcanzaré.
¿Para qué sirve la utopía?
Para eso sirve: para caminar".
Delirio por Otro Mundo Posible
Pero su afirmación de la utopía no es vaporosa, intemporal, genérica o abstracta. Su propuesta de Otro Mundo Posible no se queda colgada de las nubes sin hacer pie en la realidad, ni vaga por los aires, sino que aterriza en la vida, en las relaciones sociales y se traduce en propuestas concretas de la vida cotidiana como la limpieza del aire, la comunidad y la comunicación como derechos humanos, la eliminación de fronteras, el amor a la naturaleza, la reforestación de los bosques, una alimentación adecuada sin hambre ni indigestión, la armonía entre razón y corazón, la consideración de la estupidez como delito, la negación de los poderes mágicos del dinero y de la muerte, la imperfección, el fin de las fronteras geográficas y temporales, el compatriotismo frente al patrioterismo, la unión inseparable entre justicia y libertad. Y todo ello en un acto de delirio e imaginación, que expresa en este poema soñador con sueños despiertos:
"Qué tal si deliramos por un ratito
qué tal si clavamos los ojos más allá de la infamia
para adivinar otro mundo posible.
El aire estará limpio de todo veneno que no provenga
de los miedos humanos y de las humanas pasiones.
En las calles los automóviles serán aplastados por los perros
la gente no será manejada por el automóvil
ni será programada por el ordenador
ni será comprada por el supermercado
ni será tampoco mirada por el televisor.
El televisor dejará de ser el miembro más importante de la familia
y será tratado como la plancha o el lavarropas.
Se incorporará a los códigos penales el delito de estupidez
que cometen quienes viven por tener o por ganar
en vez de vivir por vivir no más
como canta el pájaro sin saber que canta
y como juega el niño sin saber que juega.
En ningún país irán presos los muchachos
que se nieguen a cumplir el servicio
sino los que quieran cumplirlo.
Nadie vivirá para trabajar
pero todos trabajaremos para vivir.
Los economistas no llamarán nivel de vida al nivel de consumo
ni llamarán calidad de vida a la cantidad de cosas.
Los cocineros no creerán que a las langostas les encanta que las hiervan vivas.
Los historiadores no creerán que a los países les encanta ser invadidos.
Los políticos no creerán que a los pobres les encanta comer promesas.
La solemnidad se dejará de creer que es una virtud
y nadie nadie
tomará en serio a nadie
que no sea capaz
de tomarse el pelo.
La muerte y el dinero perderán sus mágicos poderes
y ni por defunción ni por fortuna
se convertirá el canalla en virtuoso caballero.
La comida no será una mercancía
ni la comunicación un negocio
porque la comida y la comunicación son derechos humanos.
Nadie morirá de hambre
porque nadie morirá de indigestión.
Los niños de la calle no serán tratados como si fueran basura
porque no habrá niños de la calle.
Los niños ricos no serán tratados como si fueran dinero
porque no habrá niños ricos.
La educación no será el privilegio de quienes puedan pagarla
y la policía no será la maldición de quienes no puedan comprarla.
La justicia y la libertad, hermanas siamesas condenadas a vivir separadas
volverán a juntarse bien pegaditas espalda contra espalda.
En Argentina las locas de Plaza de Mayo serán un ejemplo de salud mental
porque ellas se negaron a olvidar en los tiempos de la amnesia obligatoria.
La santa madre iglesia corregirá algunas erratas de las tablas de Moisés
y el sexto mandamiento ordenará festejar el cuerpo.
La iglesia dictará también otro mandamiento que se le había olvidado a Dios:
amarás a la naturaleza de la que formas parte.
Serán reforestados los desiertos del mundo
y los desiertos del alma.
Los desesperados serán esperados
y los perdidos serán encontrados
porque ellos se desesperaron de tanto esperar
y ellos se perdieron por tanto buscar.
Seremos compatriotas y contemporáneos de todos los que tengan
voluntad de belleza y voluntad de justicia
hayan nacido cuando hayan nacido
y hayan vivido donde hayan vivido
sin que importen ni un poquito las fronteras del mapa ni del tiempo.
Seremos imperfectos.
Porque la perfección seguirá siendo
el aburrido privilegio de los dioses
pero en este mundo
en este mundo chambón y jodido
seremos capaces de vivir cada día
como si fuera el primero
y cada noche
como si fuera la última".
Ah, y sin olvidar el festejo del cuerpo como nuevo mandamiento, como expresar en el poema ‘Espejo sobre el cuerpo’, de Las palabras andantes (Siglo XXI), con el que termino este homenaje a quien despertó en mí, siendo un joven veinteañero allá por la década de los setenta del siglo pasado, la conciencia liberadora de toda opresión:
"La Iglesia dice: el cuerpo es una culpa.
La ciencia dice: el cuerpo es una máquina.
La publicidad dice: el cuerpo es un negocio.
El cuerpo dice: yo una fiesta".
El día en que los dirigentes religiosos, confesores, pastores, predicadores, padres espirituales, rabinos, clérigos, imames, gurús, lamas, etc., dejen de considerar el cuerpo como enemigo del alma y obstáculo para la salvación, contribuirán de manera muy positiva a la felicidad de los seres humanos. Mientras lo consideren como culpa y pecado, hasta Dios se dará de baja de las religiones, y con él no pocos de sus seguidores y seguidoras, las primeras, las mujeres. ¡Y con razón!
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Juan José Tamayo es teólogo y director de la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones “Ignacio Ellacuría”, de la Universidad Carlos III de Madrid. Su último libro es Hermano Islam (Trotta, 2019). En noviembre aparecerá su libro La extrema derecha de Dios: La Internacional cristo-neofascista del odio (Icaria, Barcelona, 2020)