El Salvador sin ganarle la batalla a la pobreza (II)

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Entre algunas medidas que podrí­an reducir la desigualdad destacan el apoyo a empresas comunitarias y solidarias, como cooperativas o redes de productores agropecuarios

Que el paí­s crezca económicamente no significa que los ingresos se distribuyan  en partes iguales en la población. Hablar de pobreza en El Salvador, implica también revisar las brechas de desigualdad. Los “superricos” que pasaron de ser 150 en 2013 a 160 registrados en 2014, acumularon US$21,000 mil millones en riqueza, lo que equivale al 87% del Producto Interno Bruto (PIB), según el informe de la organización OXFAM El Salvador.

El presidente del Banco Central de Reserva (BCR), Oscar Cabrera, ha indicado en reiteradas ocasiones   ““tal y como lo reflejan las cifras- que El Salvador posee altas brechas de desigualdad y aunque los indicadores señalan que hay un crecimiento positivo en rubros claves como la manufactura y la construcción, los esfuerzos no son suficientes.   “No solo debemos trabajar en crecer sino también hacerlo de manera inclusiva, con igualdad de oportunidades” indicó el presidente del BCR en ocasión anterior.

Por otro lado, la economista, Julia Evelyn Martí­nez, explicó a ContraPunto que  la economí­a no puede ser evaluada únicamente por el ingreso o poder adquisitivo que tiene la población y que es también importante considerar los diversos ejes que constituyen una vida digna. “La economí­a está bien si las personas que conforman una sociedad tienen lo básico, lo necesario y suficiente para tener una vida digna y no llena de angustias y penurias por no saber si mañana van a comer”, dijo.

Las brechas de desigualdad y las tasas de bajo crecimiento económico, a juicio de Martí­nez, son resultados de una acumulación de medidas económicas y decisiones. “Es un problema estructural, gestado durante décadas. A la par de la ultra riqueza, hay una ultra pobreza”, recordó.

Aunque constantemente se hable de avances, al ver desde  buena parte  de la población que se encuentra luchando contra las carencias que le impiden tener una vida digna, es importante la búsqueda de polí­ticas económicas que apaleen la situación y que den un “giro”, comenta la economista.

Entre algunas medidas que podrí­an reducir la desigualdad, la especialista apunta al apoyo de las empresas comunitarias y solidarias, como cooperativas o redes de productores agropecuarios. “Se olvida que la reactivación depende del sector de la economí­a social y solidario, debe haber un giro que haga que los grandes sectores del capital dejen de ser los beneficiados con tantas polí­ticas y que por otro lado se empiece a definir los marcos jurí­dicos y polí­ticas económicas orientados al sector de la economí­a social y solidaria”, indicó.

Según la Red de Economí­a Alternativa y Solidaria (REAS), esta propuesta de una economí­a social y solidaria trata de empresas que, partiendo de la necesaria rentabilidad, eficacia y sostenibilidad técnica y financiera, huyen de una concepción exclusivamente ligada a la maximización de beneficios y de un  modelo productivista que prima la acumulación de capital. Las iniciativas solidarias tienen como fin principal la promoción humana y social y la constitución de experiencias solidarias concretas puedan generar un modelo socioeconómico alternativo.

Martí­nez también considera la necesidad del establecimiento de un “aparato productivo nacional”, que tenga como prioridades la reindustrialización y la reactivación de la agricultura y el desarrollo de un mercado interno: “El Salvador no puede seguir dependiente de la exportación de salvadoreños al exterior y no puede basar su economí­a en el consumo de servicios, necesita fomentar otros agentes económicos que no sean el gran capital”, enfatizó.

Pese a las polí­ticas sociales redistributivas implementadas durante los últimos años, como el vaso de leche y el paquete escolar, que posiblemente contribuyan a que las familias salvadoreñas perciban un mayor ingreso económico, persiste el desempleo, las dificultades para adquirir una casa propia, las pocas opciones para acceder a la educación superior y la precaria atención del sistema de salud pública. Todas estas son las condiciones que están intrí­nsecamente ligadas a los niveles de pobreza y esto no dará un vuelco mientras las polí­ticas no transformen su enfoque y vean hací­a los sectores más vulnerables.

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Redacción ContraPunto
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