Dos meses atrás

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Salir a las calles no representaba el riesgo entre la salud y la enfermedad, no te jugabas la vida y la de tus cercanos con el simple hecho de asistir a una reunión, a la universidad, a tu trabajo, o al pasear por un parque, ir a una fiesta o incluso al supermercado.

¿QUÉ ESTÁ PASANDO?

Estos últimos días he leído desde fragmentos de novelas que predecían una pandemia para este año, hasta teorías de conspiraciones sobre los sucesos y muchas Fake News al respecto. Lo cierto es que enfrentamos la pandemia del Covid 19. A la fecha, alrededor de 114 países en el mundo (cifras en aumento) estamos enfrentándonos a esta lucha y ninguno, incluso los países del primer mundo, estaban preparados para un acontecimiento de dicha magnitud.

El colapso de la actividad social y económica se vuelve un fenómeno global y El Salvador no ha sido la excepción, con la ventaja del calendario debido a que el brote de la pandemia surge en otros continentes y tomando como base la experiencia de otros países; se producen los esfuerzos sanitarios, los esfuerzos para generar cuarentena y los aislamientos, pero estos han significado fuertes sacudidas y han representado caídas rápidas en la economía, cuyos impactos podemos esperar pronto. Existe el miedo en la población y, si bien se afirma que el virus no distingue clase social o ingresos, las desigualdades sociales se ven aún más marcadas a pesar de los esfuerzos del Gobierno por evitar el caos y la propagación de casos positivos de Covid 19. Todas las personas tienen el derecho a la salud y a salvaguardar sus vidas, pero no todos los hogares tienen el “privilegio” de contar con los recursos para acatar las recomendaciones debido a la informalidad laboral y la pobreza: hay quienes viven el día a día y mientras algunos disfrutan de período de cuarentena o aislamiento social, otros viven el temor en las calles de poderse contagiar y, a pesar de salir a ganarse el sustento diario, las pocas posibilidades de encontrarlo.

IMPLICACIONES FUTURAS

Las medidas que se han tomado como Gobierno han sido drásticas, pero pertinentes, esto hace que en cierta medida el impacto de la enfermedad nos costará menos, sin embargo, como todo evento de origen socionatural, el COVID-19 tiene efectos sobre los ámbitos político, social, económico, e implica la reflexión y re-formulación de Políticas Públicas.

En lo político, la necesidad de aumentar y/o fortalecer la articulación del Estado y el sector privado se vuelve imperante, las apuestas por impulsar estrategias de salud pública que resanen los daños provocados por la pandemia y que permitan estar preparados ante estos fenómenos.

En lo social, se ven reducidos los espacios de interacción presencial para pasar a los (no)espacios virtuales: la interacción se da desde usuarios en redes sociales que representan la versión que se quiere dar a conocer de los sujetos detrás y suele girar en torno a ideas, precisas o no, de las realidades. La información que circule hará cambiar, aunque sea en pequeña medida, las prácticas sociales, la cuales devendrán naturalmente en una nueva ruta de futuro. La lectura que se haga de estos cambios en lo socio-cultural debería permitir a quienes diseñan políticas (gubernamentales, de atención sanitaria, empresariales, o públicas en general) reconocer cómo será el nuevo sujeto social y político que surja de esta crisis; lo seguro es que no será el mismo.

En lo económico, como bien lo plantean diferentes expertos y gobernantes, se enfrentarán crisis y cambios significativos. Probablemente los commodities se reducirán a los esenciales en un inicio y algunos sectores de la economía, que se consideran pujantes, se vean golpeados. Podemos enfrentar una contracción del crecimiento, no solo una desaceleración; algunos economistas estiman un decrecimiento de un 8% en la economía de los EEUU para el primer semestre del año, reduciendo el crecimiento del 1.2% al 0.4%. Leamos esto desde un país cuya política monetaria depende directamente de la estadounidense, así como de las remesas que provienen del país del norte.

Ante estos desafíos deberemos hacernos muchas preguntas, una de las cuales podría ser: ¿deberíamos apostarle a medidas que nos permitan volver sobre el curso de crecimiento económico, progreso y “desarrollo” que llevábamos o deberíamos optar por alternativas? Hace cuarenta años que se habla ya sobre alternativas al desarrollo, ¿será que nos pondremos al día o propondremos aumentar la deuda para mantener a flote el sistema actual y cargarnos a nosotros mismos a futuro.

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Valeria Olano
Valeria Olano
Analista Local
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