Pues sí, cuesta creerlo, pero el título de esta nota no es para atraer lectores sino una realidad que muchas mujeres y hombres enfrentan actualmente en el mercado laboral formal ““y con seguridad en el informal también-de El Salvador.
En lo que va del año he conocido de varios casos relacionados a esta nueva modalidad de control patronal; algo obligatorio a realizar tanto por quienes están aplicando a empleos en maquilas u otro tipo de fábrica, pero también, como práctica aleatoria de control de robo aplicado a vendedores en los grandes almacenes del país.
Como parte del proceso de contratación la práctica es, pedir al aplicante al puesto que se quite toda la ropa y que se quede únicamente en ropa interior frente al personal de recursos humanos que está a cargo de la selección. Este se dedica a revisar a la persona detalladamente para comprobar que no tenga algún tatuaje.
En el caso de empleados de almacenes, una de las prácticas es que cuando salen a su hora de almuerzo, toman una bolita al azar, si esta tiene un color específico, implicará revisión completa, es decir, desvestirse para que el personal a cargo revise si no está sacando mercadería del almacén.
Me hace pensar aquí en los dos conceptos de libertad, una «negativa» y una «positiva» (I.Berlin).
La poca disponibilidad de empleo que hay en este país actualmente, más el axioma aceptado sin mucha discusión, de que solo la empresa privada es capaz de generar empleo, puede estar llevando a la ciudadanía a aceptar que quienes dan trabajo son dueños de esa libertad negativa, que les permite hacer lo que se les ocurra, sin que nadie se los impida, en aras de defenderse de la violencia que nos rodea a todos.
Pero nadie debería permitir que este tipo de libertades se reivindiquen; estas son libertades nocivas que trabajan por debajo de lo que la legislación laboral seguramente establece. Los empleos alcanzados bajo estas condiciones constituyen un tipo trabajo que lejos de dignificar, humilla y que es incapaz de dar pie a la construcción de una buena cultura laboral, pues desde el inicio se trata al empleado como marero o como ladrón.
Hago un llamado al Ministerio de Trabajo, para que revise estas prácticas de contratación y control de personal en las empresas y fábricas, ya que en esta institución recae una buena parte de la responsabilidad de restringir este tipo de libertades mal entendidas, en función del bienestar de la sociedad en general.