Gabriel Otero
Día 1
En la mañana del viernes 24 de abril la vida cambió para los habitantes de la llamada “Ciudad más grande del mundo”, nos privó el desconcierto cuando tuvimos que adoptar un elemento más para uso cotidiano como los lentes, el celular, el ipod, la mochila o el libro: el famoso tapa o cubrebocas o mascarilla.
No es que sea una moda importada, no, de imprevisto nos vimos forzados a resguardar boca y nariz para no contraer la influenza porcina. Bueno, hasta entonces los estultos creíamos en esa idea falaz, cuando es todo lo contrario el cubrebocas se utiliza para no esparcir virus al hablar, respirar o estornudar.
De entrada la sensación de incomodidad, inhalar y exhalar empañaba las gafas oscuras, instrumento de primerísima necesidad para los que vamos despertando a las diez de la mañana, luego, la resequedad de los labios, el vapor formando gotas en la punta de la nariz, el aire caliente circulando en las fosas nasales, un suplicio al fin necesario: o eran los ojos o la vida.
Al llegar al metro la confusión ¿cómo tomar el café americano o expreso usando el dichoso cubrebocas?, una alteración grave de la rutina, ni modo de quitárselo y menos acá, el asunto equivale a arrojarse del risco con un paraguas, lástima, la emergencia lo amerita, mejor dormir oyendo música.
Después la sorpresa, menos de la tercera parte de los que viajamos en el vagón usa cubrebocas, pobres, pensamos, ni siquiera se enteraron del virus, no saben que el calor cultiva lo inimaginable, el ambiente no era para sentirse en un quirófano pero al menos el intento se hace.
Entonces experimentamos lo que un can con bozal, los movimientos faciales se reducen dramáticamente, intentamos hablar pero nuestra voz se escucha tenue, no nos oyen, decimos permiso y no se quitan, nos tenemos que bajar.
Día 2
Las mañas se aprenden rápido, hay que deshacerse cuanto antes del cubrebocas, salimos a la calle y respiramos libremente, claro, es un decir, en la Ciudad de México pretender aspirar aire puro es una utopía.
Por la tarde descubrimos que el vaho del cubrebocas tiene un efecto clorofórmico, mientras usted lo use contribuirá a que la epidemia no se convierta en pandemia y se puede arrullar hasta llegar adonde tiene que llegar.
Día 3
El cubrebocas se porta con estilo: los hay de colores tradicionales verde, azul y blanco y con tonos pastel, celeste, lila y rosa, estos asemejan a toallas sanitarias, se ven delicados, suaves, los exhiben ellas como una pieza más de su artillería.
Ellos, algunos, usan mascarillas industriales como suspensorios de beisbolista, ¿qué se sentirá traer los tanates en la cara?, a lo más que hemos llegado es a sentirlos en la garganta, los gemelos más bien mellizos acompañando a la manzana de Adán, pero faltarían unos diez o quince centímetros para alcanzar a la nariz, de cualquier manera es una muestra inútil de virilidad, la apariencia ruda del chilango de hoy.
Día 4
Los cubrebocas se agotaron en la Ciudad de México, la epidemia crece, ¿habrá cabida para la esperanza o tendremos que usar máscaras antigás?.
Día 5
A nadie le quedó claro, el Secretario de Salud acosado y molesto durante la segunda conferencia de prensa del día, después de exponer gráficas en las que los números reflejaban los ingresos de posibles contagiados de influenza a los hospitales del sistema público, reveló que a la fecha únicamente siete personas han muerto del mal oculto.
¿Paralizar la Ciudad de México por siete fallecidos?, con todo respeto para los finados y sus familias, en estos días de asueto escolar, de seguro más de siete parejas de adolescentes enclaustrados ya se encargaron de fabricar los relevos y “¿para qué usar cubrebocas y condón? si nos conocemos desde siempre los secretos y nos amamos desde tan cerca”.
¿Qué estarán haciendo nuestros hijos en casa?, ¿de qué sirven los celulares si las niñas nunca contestan? somos bien pensados y esperamos que se encuentren solas en los brazos de Morfeo, no Orfeo, el muchachito ese que tiene cráteres en la cara y ojos de noche sin estrellas, el tipo es alto y feo y resulta inadmisible imaginarse abuelos, colgamos enojados invocando a la madre que parió y bautizó a un hijo con semejante nombre.
Día 6
Hoy es Día del Niño, pobres ellos, llevan una semana de memorizar todas sus películas y de pulverizar sus récords en el Xbox, ya jugaron los juegos de mesa posibles, ya decoraron sus cubrebocas con sonrisas, planetas, dientes y lunares ¿y ahora qué hacemos? es la pregunta de millones de niños que no deben salir a la calle.
Los que andamos afuera buscamos donde comer, los restaurantes han improvisado un sistema de distribución a domicilio y no se puede consumir en sus instalaciones, curiosa manera de prevenir la pandemia, gregarios por naturaleza, compramos y nos sentamos en bancas y áreas verdes para alejar miedos y pensar en voz alta.
Día 7
Nadie nos dijo pero esta es una cuarentena sin nombre, a partir de hoy primero de mayo nadie trabajará hasta el día seis, estornudar casi está prohibido por decreto, hay que salir sólo por lo necesario: víveres y agua.
La gente transita como autómata en los supermercados, nadie anda sin cubrebocas, trabajadores borran con sus rociadores cualquier huella o recuerdo dactilar de los agarraderos de cochecitos metálicos.
Día 8
El sonido de la Ciudad de México es similar al de una olla a punto de estallar, hoy no es así, a las cinco mañana se escuchan los grillos en plena plegaria a la luna, al día se lo llevan bucles de humo de un cigarro consumiéndose.
Día 9
Domingo de fútbol, los juegos son a puerta de cerrada, desde el inicio de la crisis sanitaria le pueden llevar un six de coronas hasta su casa, la única condición es ser borracho deportista, el lúpulo es igual a los esteroides con la diferencia que uno desarrolla la panza sin ejercitarse, los músculos abdominales se desparraman desafiando a la ley de Newton.
Grite como director técnico frente a la pantalla plana, sienta la transpiración de sus jugadores, descifre la estrategia del contrario, miéntele la madre al árbitro como siempre, piense en adquirir un cubrebocas con los colores de su equipo.
Día 10
Faltaba el cerdito para completar una década de epidemias generadas en animales útiles: la encefalopatía espongiforme bovina o enfermedad de las vacas locas, la gripe aviar y ahora la influenza porcina llamada por los científicos AH1N1 por la mutación del virus en los humanos y la matanza indiscriminada de esta especie en países árabes fundamentalistas.
Se dice que en algunos lugares, censores con cubrebocas negros, incineraron películas y series televisivas de Babe el puerquito valiente, de Wilbur incluida la telaraña de Charlotte y sus mensajes subversivos, de Porky Pig nuestro rey, de la coqueta Miss Piggy y la rana René y los cuentos de los tres cerditos y canciones lacrimógenas de Cri Cri con todo y el más pequeño de los tres que soñaba con ayudar a su mamá. Piggies de los Beatles tampoco se salvó, el tocino es pernicioso y más vale prevenir que lamentar, el virus también tiene memoria.
Día 11
¿Qué haríamos sin ellas?, nuestras mujeres aburridas huyen de la casa en la búsqueda de suministros para un día, aunque en las despensas no falte nada, a ver si de pura casualidad hay alguna tienda abierta en Perisur o en otro centro comercial para tardarse horas en plena contemplación paisajística, los aparadores y probadores se hicieron para ellas. Salen apresuradas con el cubrebocas lleno de perfume porque la vanidad se impone a cualquier crisis y la frivolidad siempre habita en ellas.
Hoy se conmemora la Batalla de Puebla, una de las contadas victorias del ejército mexicano, muy importante en términos de unidad nacional, a Francia no siempre se le gana. El desfile se canceló en la Ciudad de México dicen que por la carencia de cubrebocas.
Por la noche, el Jefe de Gobierno felicitó a veinte millones de disciplinados chilangos por haberse portado a la altura y acordarse que el semáforo está en preventivo, un amarillo parecido al naranja pero a lo mejor es rojo y si se le ve bien es verde, cuestión de daltonismos o interpretaciones, en México todo es posible.
Día 12
Dicen que el miedo no anda en burro, ¿cómo se puede personificar el miedo? ¿a un siniestro señor de sombrero negro montado en un cuadrúpedo?, ¿a algo inasible pero palpable en la punta del cerebro?, ¿a la calavera que siempre nos pela los dientes?, no se sabe, cada quien lo interpreta por su sentir, lo cierto es que el cubrebocas pasó al ayer, menos del 10 % de personas lo usan para regresar a trabajar.
Día 13
Empieza el “juebebes” rito continuo de la amistad, preámbulo del Día de la Madre, no nos veíamos ni nos saludábamos desde hace dos semanas y hay que celebrar hasta el amanecer.
Día 14
Puto gobierno ¿habrá sido cierto lo de la influenza?, la mayoría lo dudamos entre tragos, ¿pero cómo engañar a la Organización Mundial de la Salud?, nada más un político mexicano y su cubrebocas lo saben, mientras vivamos y bebamos, sólo nosotros se lo podremos contar a nuestros nietos.
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* Esta crónica fue escrita durante la pandemia de AH1N1 en la Ciudad de México en abril y mayo de 2009.