BERLíN ““ ¿Las elecciones del Parlamento Europeo en mayo resultarán en una revolución política? Los partidos populistas y nacionalistas esperan que sí. Prometen no sólo derrocar al establishment de Bruselas, sino también poner fin al movimiento libre de personas, levantar las sanciones contra Rusia, abandonar la OTAN, rechazar futuros acuerdos comerciales, revertir políticas para combatir el cambio climático y abolir el matrimonio homosexual.
Muchas de estas ideas han estado incluidas durante mucho tiempo en los programas electorales de partidos euroescépticos marginales. Pero una encuesta importante de los 27 teatros políticos nacionales de la UE, dirigida por Susi Dennison y Pawel Zerka del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores (ECFR por su sigla en inglés), que será publicada la semana próxima, muestra que los votantes podrían ser más receptivos de esas propuestas este año que en el pasado.
En el pasado, las elecciones europeas han sido asuntos predominantemente nacionales, de baja participación y de poco riesgo. Pero esos días quedaron atrás. La temporada de campaña ya se ha convertido en un acontecimiento transnacional y paneuropeo. Mientras que el agitador populista norteamericano Steve Bannon intenta crear una coalición de gobiernos nacionalistas de derecha, el primer ministro húngaro, Viktor Orbán, y el viceprimer ministro italiano, Matteo Salvini, han forjado una alianza populista que combina la izquierda anti-austeridad con la derecha anti-migración. El objetivo de Orbán y Salvini es capturar a las instituciones de la UE y revertir la integración europea desde adentro. Avizoran nada menos que una refundación de Occidente sobre valores antiliberales.
Es más, la participación de los votantes este año probablemente sea mucho más alta que el habitual 20-40%. De la misma manera que los defensores del Brexit lograron movilizar a tres millones de británicos que normalmente se abstienen de votar, los populistas continentales podrían atraer a los europeos que sienten que los partidos convencionales se han olvidado de ellos. Si estos votantes van a votar mientras que los seguidores de líderes moderados como la canciller alemana, Angela Merkel, y el presidente francés, Emmanuel Macron, se quedan en casa, los partidos populistas podrían tener resultados significativamente mejores que las encuestas actuales.
Por otra parte, el estudio del ECFR determina que, inclusive con una minoría parlamentaria, una agrupación partidaria euroescéptica podría restringir seriamente la capacidad de la UE de ocuparse de las preocupaciones de los votantes, así como de encarar las amenazas a sus principios guía fundamentales. Por ejemplo, con apenas un tercio de las bancas parlamentarias, los populistas podrían bloquear sanciones contra estados miembro que violen las reglas de la UE y el régimen de derecho. La UE actualmente pretende implementar estas medidas tanto contra el gobierno del partido Ley y Justicia (PiS) en Polonia y el gobierno de Orbán en Hungría.
Los insurgentes populistas también podrían hacer descarrilar las negociaciones presupuestarias de la UE, y hasta precipitar un “cierre del gobierno” en la UE, al entorpecer el Marco Financiero Plurianual 2021-2027 si obtienen una mayoría absoluta. Con una minoría de bloqueo o el control de ciertas comisiones parlamentarias, los euroescépticos también podrían interponerse en el camino de acuerdos comerciales internacionales y en los nombramientos para la Comisión Europea.
Los populistas que ganen escaños parlamentarios también estarán ansiosos por debilitar la política exterior de la UE, ya sea a través del poder del dinero o de enmiendas a resoluciones políticas. Dado que muchos partidos populistas europeos tienen vínculos financieros con el Kremlin, el objetivo será diluir las sanciones contra Rusia. Más allá de esto, los populistas también buscan frustrar los esfuerzos de política ambiental como el acuerdo climático de París.
El riesgo, entonces, no es tanto que los populistas obtengan una mayoría parlamentaria y revoquen todo el primer día, sino que tengan alguna representación en la Comisión Europea y se garanticen una minoría lo suficientemente grande como para entorpecer la confección de políticas públicas de la UE. Eso, a su vez, impedirá la aplicación de las reglas de la UE, fortalecerá a los gobiernos nacionalistas y minará aún más la confianza de los votantes europeos en las instituciones de gobierno de la UE. Los gobiernos antiliberales en Budapest, Varsovia y Roma estarían en libertad de violar las reglas de la UE con impunidad.
Es más, las elecciones del Parlamento Europeo coinciden con un realineamiento político generalizado al interior de los estados miembro de la UE. Así, para populistas y moderados por igual, el éxito electoral en mayo podría traducirse en un éxito a nivel nacional. Estonia y Eslovaquia llevarán a cabo elecciones generales antes de las elecciones del Parlamento Europeo, mientras que Bélgica y Dinamarca realizarán elecciones más tarde este año. En cada caso, partidos populistas podrían llegar al poder como socios de coaliciones.
Para colmo de males, los partidos pro-europeos parecen estar cayendo en la trampa tendida por estos partidos antieuropeos. En toda Europa, los liberales, los verdes y muchos partidos de izquierda abordan la elección como una lucha entre cosmopolitas y comunitarios ““entre globalismo y patriotismo-. Es probable que este marco político ayude más a los euroescépticos insurgentes que a cualquier otro.
Nada está perdido todavía. Pero, para evitar una derrota, los pro-europeos deben dejar de comportarse de maneras que confirmen los estereotipos que hacen de ellos los populistas como defensores del status quo en Bruselas. Eso significa ofrecer una crítica honesta y directa de las deficiencias de la UE y evitar al mismo tiempo el tipo de polarización equivocada, particularmente en cuestiones donde no cuentan con el apoyo de una clara mayoría.
Al mismo tiempo, los pro-europeos necesitan empezar a meter “cuñas” propias. Por ejemplo, en la cuestión crucial de la migración, es claro que los intereses de Orbán y Salvini no están particularmente alineados. Mientras que Orbán quiere mantener a todos los inmigrantes afuera, Salvini ha solicitado que quienes buscan asilo en Italia sean distribuidos por toda la UE. Los pro-europeos deberían señalarles estas contradicciones a los votantes en Hungría e Italia.
Dejando de lado sus otras dificultades actuales, Macron por lo menos es consciente de la trampa populista. En su discurso de noviembre pasado, en la conmemoración del Día del Armisticio, describió al patriotismo como lo contrario del nacionalismo, repudiando así el discurso de que los verdaderos patriotas se oponen a los “globalistas”. Pero ha hecho poco por demostrar que su política puede hacer que los “votantes dejados atrás” se sientan seguros con la globalización y la integración europea.
En teoría, al menos, el macronismo todavía representa la mejor alternativa pro-europea para el nacionalismo atávico. Pero para evitar una revolución populista en mayo, Macron y otros líderes tendrán que llegar más allá de su propio círculo cerrado de elites cosmopolitas. De lo contrario, habrán caído en la trampa de los euroescépticos.
Mark Leonard es director del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores.
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