lunes, 15 abril 2024
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Carta Abierta del Maestro Gabriel Ángel Hernández Vega

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Personalmente, no estoy metido en el mundillo de las redes sociales. Soy un académico que pasa ocupado leyendo e investigando. Realmente, no tengo tiempo ni energías para saber sobre la vida privada de los demás

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Mi nombre es Gabriel Ángel Hernández Vega. Soy ex docente hora clase en la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas. (UCA), y al mismo tiempo soy estudiante del doctorado en filosofía iberoamericana, en dicha universidad. El objetivo fundamental de este pronunciamiento es limpiar mi imagen como persona y como profesional y la de mis 15 estudiantes del interciclo 2020-2021. Los hechos muchas personas los conocen, pero conocen nada más una parte de la historia, un segmento sacado de contexto, algo que considero muy peligroso e irresponsable, pues quien saca las cosas de contexto suele hacerlo por dos razones: 

1.- por ignorancia y 

2- por hacer daño a otros. Creo que estamos en ambos casos y lo voy a explicar con un ejemplo sencillo: yo o cualquier persona, sacando de contexto las cosas, puedo afirmar que la biblia dice que Dios no existe. “Mentira, Dios no existe” salmo 14 (13) versículo 1.

Personalmente, no estoy metido en el mundillo de las redes sociales. Soy un académico que pasa ocupado leyendo e investigando. Realmente, no tengo tiempo ni energías para saber sobre la vida privada de los demás. Razón por la cual, expreso que esta situación me tomó por sorpresa y no voy a negar que me han hecho sentir mal. Tampoco pienso negar que les llamé la atención a mis estudiantes, y que la forma en que lo hice fue absolutamente inadecuado e impropio en un contexto educativo. Pese a ello, desde el principio expresé a mi curso que durante el tiempo que estudié en España mucho de ese vocabulario quedó grabado en mí de manera indeleble, no es algo de lo que me sienta orgulloso, sobre todo en la sociedad salvadoreña que tiene sus propios convencionalismos sociales y que como miembro de ella estoy obligado a respetar. Por eso, desde un inicio comenté que, si profería en algún momento expresión de ese tipo, y si les incomodaba, que me lo dijeran. Como todo proceso académico, proceso de diálogo y conocimiento mutuo, ellos lo consintieron. En concreto quisiera que dejaran en paz a mis estudiantes. Ellos no tienen la culpa de vivir en un mundo saturado de apariencias, de doble moral y de hipocresía. Es a ellos a quienes agradezco especialmente sus muestras de cariño, así como la iniciativa de presentar cartas y recolectar firmas en señal de apoyo a mi trabajo durante tantos años en dicha universidad. De los que han opinado, a favor o en contra mía ¿hay uno solo que nunca haya errado una vez en su vida? En cualquier contexto, tal y como dice el evangelio de Juan capítulo 8 versículo 7. Y sé que, en medio de todo este maremágnum de chismes, confusiones y desinformación, más de alguno se ha rasgado las vestiduras por semejante vocabulario. Además, deseo aclarar que cito la biblia no por irresponsable ni como argumento ad misericordiam. La hago porque estudié teología en la UCA y en la Universidad Pontificia de Salamanca, con mucho esfuerzo, para la honra de Dios.

Volviendo al punto, a mis estudiantes les pedí disculpas varias veces, hasta el punto que más de alguno me dio a entender que ya era suficiente. Insisto: mis estudiantes no tienen la culpa. Ellos y mi persona somos víctimas de la doble moral y la hipocresía de esta sociedad y del sistema educativo nacional que, como muchos sabrán, está corrompido hasta la médula.

Deseo aclarar haciendo uso de mi legítima defensa que a pesar de que la institución se saltó y obvió por completo los procedimientos establecidos en el reglamento interno de trabajo, ni indagó por su cuenta la verdadera relación de hechos. Para quienes me conocen y con quienes hemos compartido un salón de clase, saben que mis estudiantes son sagrados para mí. Ellos son personas dignas y no clientes, ni costales de dinero. Sólo los padres de familia saben los sacrificios que hacen para mantener a sus hijos en las instituciones educativas de nivel superior.  Lo que hice lo hice porque me preocupa profundamente la formación de mis estudiantes, de mi comunidad, de mi país. Pido disculpas públicas si alguien se sintió ofendido u ofendida. No fue la forma, lo admito y pido disculpas por ello. Pero de eso, a que se me demonice hay una gran diferencia. Quiero hacer un llamado a la paz y a la reconciliación, dejemos de insultarnos en las redes y en cualquier otro ambiente, a nadie le hace bien eso.  También quiero agradecer a todas las personas que me han apoyado, conocidos y desconocidos, lo sé porque me han mostrado los comentarios, no porque esté familiarizado con las redes. Por eso he pedido a amigos que me hagan el favor de publicar esto. Finalmente quiero dejar sobre la palestra de la discusión la situación de intimidación constante y desprotección que tenemos los maestros, de todos los niveles y ambos sectores, el público y el privado. No hay ninguna profesión que no haya o que no necesite previamente de un docente. Docentes de todos los niveles y de todos los sectores hagamos que se respete nuestra labor y nuestros derechos, ya basta de que algunos sectores de la sociedad nos mire, desde arriba, como si nuestra profesión no fuera importante.

Me despido sin más que agregar   

Gabriel Ángel Hernández Vega

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Redacción ContraPunto
Redacción ContraPunto
Nota de la Redacción de Diario Digital ContraPunto

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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