Por: Nelson López Rojas.
Cierta vez una amiga me preguntó que por qué escribía únicamente sobre la negatividad cotidiana de los salvadoreños. Me hizo reflexionar y me puse a observar detenidamente lo bueno de mis congéneres. Me disponía a intentar suavizar mi postura y me subo al bus de la ruta 5 que no te da opción: o pagás $0.35 por el servicio o te esperás 30 minutos para el siguiente bus de $0.20. Calma, me decía a mí mismo, calma. Ya vendrán cosas buenas de los salvadoreños. Lenguaje metafórico.
Esta carta es para vos, usuario del transporte público que se echa medio bote de loción sin importarles las alergias de los demás ni los dolores de cabeza que les pueda causar. También es para vos, compañero de oficina, que te comés lo que no es tuyo y sin mayor vergüenza te hacés el mareado cuando preguntan quién se comió un yogur que la señora había guardado. Y para vos, hermana menor, que agarrás la ropa de tu hermana sin permiso y tomás sus cosas como si fueran tuyas. El respeto al derecho ajeno es la paz, que no se te olvide.
Esta carta es para vos, padre de familia, que usás lenguaje limitante hacia tus hijos atándoles y diciéndoles que no triunfarán en la música porque nadie es músico en su casa. ¿Qué ganás con decirles que nadie se hace rico estudiando letras o idiomas en la universidad?
Esta carta es para vos que dejás que tus perros anden sueltos porque sos tan haragán que no querés ir a caminar con ellos. O vos que sacás a tus perros y no limpiás cuando defecan. Tener mascotas no es un derecho ni te hace que te veás mejor. Si vos usás a los animales como mecanismo de defensa, como terapia psicológica o, en el mejor de los casos, como compañía, estás obligado a prestarles atención y darles lo que necesitan. No son un peluche.
Esta carta es para vos, motorista de cualquier cosa con ruedas en nuestro país, que ves el peligro y no hacés nada para evitar ese accidente porque vos tenés la razón, porque pensaste que podías pasar o porque simplemente ibas distraído y no te dio tiempo para reaccionar. Seamos empáticos y evitaremos muchas desgracias en las calles.
Despreciable también es aquel salvadoreño que, en tiempos cuando conocía al alcalde o al diputado tal que le dio el permiso para cerrar el pasaje, se adueñó de una calle para su empresa y como la costumbre es ley ahora cierran la finca como si siempre fue suya.
Vos que ves el semáforo en verde y que sabés que no tenés oportunidad de pasar porque hay atascamiento al otro lado, pero decidís ser el campeón y quedarte a media calle entorpeciendo la intersección, vos, sí, vos, esta carta es para vos.
Los motoristas de la policía o de alguna ambulancia se han de sentir frustrados al ver que los desconsiderados ciudadanos no les ceden el paso para auxiliar a algún prójimo; pero también estos motoristas, sin aparente emergencia alguna deciden, para saltarse el tráfico, encender las luces y la sirena se convierten también en objeto de esta carta.
Despreciable es también aquel trabajador que se orina en público. ¿Cuesta tanto pasar por una gasolinera o una cadena de comida rápida para orinar? ¿Cuesta tanto que los patronos les habiliten un baño para los empleados? ¿Acaso vemos mujeres orinando en las calles?
Esta carta es para todo aquel que bota basura en las calles. No importa cuánto anuncio haya intentando hacer conciencia que la basura que botamos nos afecta a nosotros mismos, habrá siempre un salvadoreño despreciable que bota lo que sea donde sea.
Despreciables son los dueños de colegios privados que no poseen una estrategia, ni capacidad de estacionamiento ni personal capacitado para ordenar el flujo vehicular. Igualmente despreciable sos vos, padre de familia, que te levantaste tarde y a la fuerza querés que te den permiso para ingresar al estacionamiento de la despreciable institución.
Esta carta es para vos, muchachita bonita universitaria, que porque sabés lo que tenés vas y le coqueteás a algún libidinoso profesor para que tu promedio sea alto sin saber mucho; asimismo, esta carta es para dicho profesor que a cambio de notas se les insinua a los pupilos.
Finalmente, esta carta es para todos los salvadoreños que desean imponer su criterio en los demás: religión, aborto, política, deportes… en fin. Viví tu vida, la tuya, sin involucrarte en la de los demás que al fin y al cabo ni te incumbe.