Cuando el pintor Carlos Jurado se enteró de que su amigo, el poeta salvadoreño Roque Dalton había sido asesinado por sus propios compañeros de la guerrilla el 10 de mayo de 1975, se indignó tanto que pensó: “Yo no sé quién fue ese desgraciado, pero voy a buscar ese cuate y lo voy a matar”™”.
El muralista chiapaneco consideró que los asesinos de Dalton, quien el próximo 14 de mayo cumpliría 81 años de edad, “eran dogmáticos que no aceptaban su carácter muy abierto, alegre y especial” y por eso lo mataron.
A 41 años del homicidio, que continúa impune, Jurado se sigue preguntando: “¿Cómo es posible que su propio grupo lo haya asesinado?, ¿cómo es posible que quien lo mandó a matar (Joaquín Villalobos) sea ahora una gente de derecha?; eso demuestra las diferencias que había de carácter y de ideales entre Roque y ellos”.
En una entrevista que concedió hace unos tres años, que no se ha publicado, recordó que hace 41 años se enteró del asesinato de Dalton a través de un amigo mutuo, el escritor Eraclio Zepeda, fallecido el 17 de septiembre de 2015.
De acuerdo con diversas versiones, el poeta fue asesinado el 10 de mayo de 1975 por su propios compañeros del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), que dirigían, entre otros, Joaquín Villalobos, que luego formaría parte de la comandancia del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN).
“Estaba yo en México cuando me dijo lo habían matado sus compañeros. La versión que tengo es terrible. Me sentí muy mal, no tenía una idea muy clara de lo que había ocurrido. Todavía me siento muy mal. Siempre fuimos amigos y muy cercanos. Lo seguiremos recordando toda la vida; fue muy triste saber que una persona de su valía tuviera que morir de la manera más terrible y asquerosa”, aseveró Jurado.
“” Lo menciona en algunos de sus libros.
“” Platicábamos mucho. Roque hacía muchas bromas. Hacía cosas increíbles. Es que había que conocerlo de verdad en muchas de sus facetas, no nada más en la de militante. Le voy a contar una anécdota. Había un restaurante que había sido muy elegante en la Habana que se llamaba El Carmelo, cerca del hotel en el que vivíamos, que todavía conservaba vestigios del esplendor burgués. íbamos allí con frecuencia a comer o merendar, pero los meseros que habían estado acostumbrados a las propinas burguesas no nos atendían muy bien, nos marginaban hasta donde fuera posible.
Un día, continuó, “llegamos porque Roque tenía algunas misiones muy extrañas; llegó como con cinco bolivianos que se los habían encargado. Fuimos a El Carmelo, con Eraclio, Roque y sus bolivianos pero no nos atendían los meseros; entonces a Roque se le ocurrió tomar una servilleta e improvisó una especia de turbante a uno de los bolivianos y dijo: “˜Su alteza está enojadísima. Ya verán con las autoridades. Es un invitado del gobierno y no nos atienden”™. Corrieron a atendernos. Y al terminar de comer, Roque dijo: “˜Ahora van a ver”™ y puso todas sillas sobre la mesa, y en seguida agregó: “˜Es una costumbre en el país de su alteza”™”.
Prosiguió: “Eraclio me contó una que no sé si sea cierta: Estaba Roque no sé con qué compañero que tenía una depresión muy grande y siempre estaba quejándose. Estaban los tres ““no sé quién era la otra persona que decía que ya no aguantaba la vida y que se iba a suicidar- y Roque estaba muy aburrido de escucharle lo mismo y sacó la pistola y le dijo: “˜Si quiere morirse sírvase, allí esta”™. Claro no se suicidó”.
Dalton, Zepeda y Jurado coincidieron en la Habana al inicio de la década de los 60 del siglo pasado, cuando llegaron a Cuba para recibir instrucción militar y “defender la revolución porque en ese momento estaba muy difícil la situación, pues la presión de los estadounidenses era muy fuerte”.
El pintor, nacido en 1927, agregó que él llegó “con la idea de incorporarme de algún modo al trabajo revolucionario, junto con muchos latinoamericanos con los mismos ideales. Yo me integré totalmente a la revolución y era cercano con Roque, pues había muchas coincidencias; fue la persona con la que tuve más cercanía”.
Recordó que “en esa etapa estuvimos juntos un par de años. Yo no salía de Cuba, Roque sí. En la primera instrucción estuve en Santiago de Cuba, luego en la Habana, donde encontré a Eraclio que recibía instrucción también. El era alto oficial de una compañía especial de combate. Yo no llegué a ser jefe. Nunca he querido ser jefe de nada. Roque no estuvo en Santiago. El era otro caso, era un militante de fondo de su país, del Partido Comunista y nos ligaban otras razones pero nuestra vida fue siempre muy agitada y tuvimos una identidad en las milicias muy fuerte”.
Foto de Carlos Jurado / Autor Raúl Ortega
Dijo que en esa etapa coincidieron unas tres veces con Ernesto Che Guevara, “porque él llegaba a platicar con los extranjeros que estábamos en Cuba”.
“” ¿Cómo recuerda a Roque Dalton?
“” Como una persona bellísima, una gente franca, alegre, con un gran sentido del humor, muy bromista, apesadumbrado en algunos momentos por algunos problemas con su gente. En alguna ocasión me dijo que él preferiría ya no viajar tanto y mejor donar al partido lo que pudiera obtener de sus libros. Porque parece que lo desplazaban mucho. No le gustaba ya mucho andar en eso, aunque sobre las diferencias en el partido fue muy discreto, pues no lo hizo extensivo con gente que no fuera de grupo. Yo no sé cuáles fueron realmente los problemas de Roque. Hay muchas versiones. Yo tengo muchas dudas de cómo fue asesinado.
“” ¿Alguna vez le platicó que esperaba él del mundo a futuro?
“” Nosotros esperábamos todo de la Revolución cubana. Yo por lo menos le había apostado todo. Pensé que ese iba a ser el parte aguas para que se empezara un movimiento mucho más amplio en América Latina y eso pensaron muchos y no fue así.
Manifestó que después de que él regresó a México se veían, pues “éramos amigos, platicábamos, yo tenía mi trabajo, no tenía mucho tiempo disponible, tampoco él, que viajaba, volvía y nos volvíamos a ver de alguna manera.
“Me tocó verlo en etapas depresivas pero nunca se abordó el motivo. Yo creo que él tenía ya problemas serios con el Partido. Tenía una situación muy difícil de controlar porque ya no lo aceptaban y se estaba convirtiendo un problema para el partido según el criterio de ellos. Roque quería vivir, tenía mucha alegría y tenía un amor por las cosas, las personas y sus ideas; era una gente muy completa, hermosa, y ahí es donde vienen a veces los problemas de militancia, de sectarismo, que a veces es tan terrible que acaba con la gente”.
Jurado dijo que Dalton “nunca me comentó que tuviera la intención de dejar la lucha y lo único que vi es que quería cambiar el procedimiento, pero nunca nos los dijo, por lo menos a mí, que hubiera tenido un problema en específico que seguramente lo tenía pero en ese sentido era muy reservado. Le pesaba la clandestinidad, sobre todo siendo alegre”.
“” ¿Cree usted en el más allá como para que se lo encontrara más adelante?
“” No. Ojala existiera el más allá, pero yo creo que uno termina y termina todo. No hay nada más. Somos habitantes de un granito de arena en un espacio inconmesurable que ni siquiera imaginamos.
“” ¿No hay manera entonces de que nos encontremos con Roque allá arriba?
“” Desgraciadamente no, ja, ja . Yo me encuentro con él siempre mientras estoy vivo, no necesito morirme para estar cerca. Lo recuerdo mucho a menudo y lo voy a seguir recordando mientras tenga vida