1. “En el año 28, en Las Segovias luchó. Compañero de Sandino, en esa tierra sembró; sembró conciencia y futuro, horizonte libertario. Escribió con esperanza y combatió con metralla. Su pueblo crecía con la mañana y Farabundo volvió. Con machetes y pistolas, con revólveres y escopetas, obreros y campesinos en los montes y en las calles… Fue en enero 32 que el pueblo les dijo ¡basta! Y se encendió el corazón en contra de aquella casta. Cuentan que entonces rugió la tierra en inmenso grito, el volcán estremeció con su furia el infinito. Sembró de muertes la tarde; el ejército enemigo, con su cobarde metralla dio muerte a hombres y niños. Dicen que dicen vieron pasar…”
Canción: “Farabundo Martí”; letra y música: Adrián Goizueta querido, quien nos embrujó tantas veces con su mágica obra musical en aquellos conciertos memorables de un festival que ‒sobre algo esencial para convivir democrática y pacíficamente en sociedad: la verdad‒ reunía en El Salvador a miles de personas en marzo. Con toda seguridad, Farabundo y Sandino ‒inspiración de Adrián para este canto a las gestas de sus pueblos‒ se estarán revolcando en sus tumbas con el actuar de quienes ilegítimamente hoy manosean sus nombres y legados.
Acá mataron la esperanza forjada en la lucha de tantos años, no la de “humo” que hoy venden merolicos de la electorera política guanaca. En Nicaragua, el “dinosaurio” y su “domadora” están matando a la juventud hacedora de esperanza cierta, a pesar de los pesares. Para quienes defienden lo indefendible en la tierra de Farabundo, el tamaño de la reciente derrota del partido oficial en las urnas trasciende cualquier llamado “mesiánico” al boicot; para quienes lo hacen frente a lo que ocurre en la de Sandino no veo ‒seamos serios‒ a los hermanos Mejía Godoy, Norma Elena Gadea, Gioconda Belli y Ernesto Cardenal como “agentes de la CIA” defendiendo “golpes suaves” teledirigidos desde el imperio.
2. “Cuando sepas que he muerto no pronuncies mi nombre, porque se detendría la muerte y el reposo. Tu voz que es la campana de los cinco sentidos, sería el tenue faro buscado por mi niebla. Cuando sepas que he muerto di sílabas extrañas. Pronuncia flor, abeja, lágrima, pan, tormenta… No dejes que tus labios hallen mis once letras. Tengo sueño, he amado, he ganado el silencio. No pronuncies mi nombre cuando sepas que he muerto. Desde la oscura tierra vendría por tu voz…”
Canción: “No pronuncies mi nombre”, versión libre de Illapu ‒también partícipe en una edición del Festival “Verdad”‒ del “daltoniano” poema “Alta hora de la noche”. A Roque lo ejecutaron vilmente sus “compañeros”, acusado también de ser “agente de la CIA”. Pero no murió, porque su nombre sigue resonando dentro y fuera de El Salvador; porque sigue siendo flor abierta para quien lo lee, abeja que vuela picando la justicia pendiente, lágrima que derrama el pueblo que lo ama, pan que alimenta la esperanza verdadera y tormenta que no deja en paz a sus perversos asesinos.
3. “Apareciste una noche fría con olor a tabaco sucio y a ginebra. El miedo ya me recorría mientras cruzaba los deditos tras la puerta. Tu carita de niño ‘guapo´ se la ha ido comiendo el tiempo por tus venas y tu inseguridad machista se refleja cada día en mis lagrimitas. Una vez más no, por favor, que estoy ‘cansá´ y no puedo con el corazón. Una vez más no, mi amor, por favor. No grites, que los niños duermen […] El día es gris cuando tú estás y el sol vuelve a salir cuando te vas; y la penita de mi corazón, yo me la tengo que tragar con el fogón. Mi carita de niña linda se ha ido envejeciendo en el silencio”. Canción: “Malo”; letra y música: Bebe.
Esta es mi expresión sincera de pesar y mi humilde ofrenda ante esa violencia infame que mata y duele. Duele Carla, policía desaparecida; duele Karla, periodista víctima del azote feminicida; duelen las 152 mujeres así asesinadas de enero a abril 2018; duele y duele El Salvador… Ojalá se pueda curar. Para eso hay que trabajar, organizar y reaccionar así: “Voy a volverme como el fuego; voy a quemar tu puño de acero. Y del ‘morao´ de mis mejillas saldrá el valor pa´ cobrarme las heridas Cada vez que me dices ‘puta´, se hace tu cerebro más pequeño. Eres débil y eres malo. No te pienses mejor que las mujeres […] Y no te pienses mejor que yo ni que nadie…”