viernes, 12 abril 2024
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Ayuthuashti

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"El Alguashte  era ese toque exquisito  a la comida nahua, sabor único, posiblemente privilegiado de las altas castas sociales, militares y sacerdotales, en las festividades de Tláloc": Carlos Imendía

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Por Carlos Francisco Imendia. 


Cuando estaba en el colegio, una de las delicias memorables de esa época era el famoso mango (verde) con chile y alguashte,  a más de alguno ese recuerdo, ya sea en estas latitudes cuscatlecas o fuera de nuestras fronteras hará que sus glándulas salivales se estimulen generando que la boca se les haga agua. Y con justa razón, estando fuera de nuestro país eso es un martirio, porque solo el hecho de conseguir un mango verde indio ya es un problema, y ni se diga conseguir el preciado alguashte.

 Además su costo es elevado.  Sin saberlo en esa época colegial, comía una delicia culinaria prehispánica, casi equiparado al preciado cacao de los tlatoanis de Cuzcatlán. También recuerdo la vez que vi a un humilde campesino mientras arrancaba del ayotal, la calabaza y raspaba con un cuchillo pulpa,  desprendía las semillas y me dijo: “¿Sabes qué es esto? Son las famosas pepitorias, sólo hay que secarlas y tostarlas”  Desde ese momento supe que las famosas pepitorias eran la semilla de la calabaza y que también daban origen a la sabrosa harina verde, o ayuthuashte, ingrediente culinario de los nahua pipiles de Cuzcatlán.  El ayut- huashte,  en su primera fase es harina, en su segunda  fase combinada con agua es ayut –moli  una salsa exquisita que se pueden cocinar chakalin (camarones), huevos de iguana, jutes, y jaibas, etc. 

En los banquetes señoriales de los tlatoanis, las inmensas humaredas  de las cocinas señoriales junto a los teocales, a combustión de leña, y en algunos casos utilizando la técnica de cocción maya bajo tierra al calor,   donde los frutos de la tierra y las bondades de los dioses convergían en privilegiados banquetes.  Explosión de sabores, en los platillos prehispánicos, en un abanico de variedades, desde los provenientes del litoral: Crustáceos, moluscos, pescado  y la sal  insumo culinario que los nahuas habían sabido tratar y exportar, a los mayas y a los pueblos más cercanos a Tenochtitlán. 

El Alguashte  era ese toque exquisito  a la comida nahua, sabor único, posiblemente privilegiado de las altas castas sociales, militares y sacerdotales, en las festividades de Tláloc (macabras e importantes) en urbes y comunidades  se adornaban con figurillas  de la deidad de anteojos  cuyos colmillos era de semillas de calabaza, pepitoria. 

Las semillas eran parte de ese culto ancestral, ya popularizado y el masticado e ingesta era un regalo de esa deidad importante para la comunidad.  El más grande estudioso del náhuat de Cuzcatlán, el escritor de origen santaneco Pedro Geoffroy Rivas en su libro: El Español que hablamos en El Salvador, traduce la palabra Alguashte como Ayut (Cucúrbita Pepo) Uhasthe; semilla de calabaza. 

La actual sociedad salvadoreña, inadvertidamente, sin notarlo siguen saboreando comida vernácula, prehispánica, entre ellos ese famoso polvo verde que sirve para sazonar algunos alimentos que venden en la calle como: El mango verde o sazón, la jícama, las rodajas de pepino, los jocotes, etc. Nos siguen acompañando hasta nuestros días, y se resisten a desaparecer en el tiempo. 

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Carlos F. Imendia
Carlos F. Imendia
Comunicador, publicista y mercadólogo salvadoreño; columnista y colaborador de ContraPunto

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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