Lo demuestra al declararlos apátridas, una venganza final, ya lejos del alcance de sus garras, como si sus decretos, y las sentencias y leyes de sus comparsas, jueces y diputados, tuviera valor a perpetuidad, y Nicaragua fuera a continuar bajo su férula para siempre.
Tenía entonces 22 años, y tuvieron que cortarle el cabello a lo varonil, la única mujer entre los 25 integrantes del contingente, para que pareciera un soldado de la EEBI