Por Carlos Velis
“La guerra que vendrá
no es la primera.
Hubo otras guerras.
Al final de la última
hubo vencedores y vencidos.
Entre los vencidos,
el pueblo llano pasaba hambre.
Entre los vencedores
el pueblo llano la pasaba también”.
Bertolt Brecht
El mundo es un polvorín. Todos los acontecimientos actuales están enredados. Trato de entender algo de lo que veo, sacar en claro un análisis y, por mucho que le busque la punta al ovillo, no se la veo. Solo que el calor sube peligrosamente y, si estalla, nos va a llevar a todos de encuentro.
Hay dos bandos que cada vez se distancian y se caldean más entre ellos. Sus límites son imperceptibles, como aquello de que los extremos se tocan. En realidad, lo más preocupante es que han aparecido verdaderas momias históricas, levantando estandartes que parecía que ya estaban tirados en el basurero de la historia. Palabras como “izquierda” y “derecha”, categorías que son verdaderos cascarones, que ya perdieron su contenido hace ya muchos años. Por la derecha, lanzar alaridos paranoicos contra el comunismo. En su criterio, comunista es Putin, pero también Biden. Los neonazis han vuelto con sus insignias y sus consignas de muerte, con la novedad de que los apoya el sionismo. Por la izquierda, después del estrepitoso fracaso de su oportunidad como gobiernos, siguen levantando las fotos de los barbudos y el puño izquierdo. Con la novedad de que ya no claman defender al “pueblo”, al “obrero”, al “campesino”. Ahora son “sociedad civil”, sea lo que signifique eso.
En fin, el “pueblo llano”, que menciona Brecht en su poema, termina sufriendo las palizas de la policía. Él es el que está en la olla de presión, mientras que los líderes juegan a las vencidas. Este mismo pueblo que, como siempre, termina saliendo a la calle y reclamando, no la libertad y la igualdad: ¡Comida! Los pueblos de la tierra reclaman lo más elemental, poder sustentar la vida cotidiana, común y corriente, darles de comer a sus hijos.
En Estados Unidos, el reclamo es el respeto a la vida de los suyos; en Europa, no morirse de frío en el invierno; en Irán, el derecho a no morir a manos de la ridícula policía de la moral. En Rusia, la paz. ¿Cuál es la respuesta de cada uno de sus líderes?, echarse las culpas entre ellos. Rusia e Irán son los culpables de las revueltas en Europa y EUA; mientras que el imperialismo es el instigador de las revueltas en Irán y Rusia.
Lo peor es que en cada lugar, montan unas campañas de desinformación, que alimentan odios irracionales. Basta con echar una ojeada a las redes sociales, donde se pierde toda compostura y se maldice a todo el mundo. Cuesta mucho mantener un poco de frescura mental para juzgar objetivamente una noticia. A veces, me asombra ver cómo, de un día para otro, se vuelve al revés la imagen de una persona. Ayer amada, hoy odiada, y viceversa. Yo reviso un poco los antecedentes y no encuentro una razón para esos cambios de humor.
Para mientras, Latinoamérica no es inmune a esa oleada de demencias. Se enfrascan en verdaderas pasiones que, si Twitter pudiera tirar balas, los muertos se contarían en millones diarios. Cómo se condena sin juicio, o amañan un juicio que condena sin pruebas.
Desde nuestro pequeño país no hay muchas oportunidades de saber en realidad lo que está ocurriendo en el resto del mundo, pero siempre se puede ir por lo cajonero, maldecir los regímenes de Cuba y Venezuela; o el imperialismo yanki, con lo que tendremos tema de conversación.
En conclusión, vuelvo al principio, el mundo es una olla de presión a punto de explotar, cada país, cada pueblo, cada grupo social tiene razones para salir a la calle. Los poderosos no van a escuchar sus demandas; están muy entretenidos jugando entre ellos. Lamento si estas reflexiones no son optimistas. Lejos de eso, auguro más luchas sociales por todos lados. Me parece que se hace inevitable un enfrentamiento interno, palos y piedras contra balas, como siempre, pero no le veo otra salida. La buena noticia es que no veo muy claro que las superpotencias lleguen a las bombas atómicas. Recordando a Gramsci, intelectual marxista del siglo XX, “El viejo mundo se muere, el nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos”.