Por Hans Alejandro Herrera Núñez.
Conversamos con Olga Enciso Smith, gestora cultural y empresarial peruana-estadounidense, cuyo impacto en la cultura, entre otros sectores, viene marcando la hora en el mismo corazón de Silicon Valley.
Mujer realizada, feliz y siempre preocupada en conectar personas y ecosistemas culturales como medioambientales que favorezcan un cambio a mejor de nuestro planeta, ha sido reconocida como la Señora Cultura por el diario peruano El Comercio. Desde 1974 maneja Machu Picchu Gallery, una de las principales galerías de arte en California, de la cual es fundadora y promotora de artistas de Latino América, con un especial énfasis en la revalorización del arte de raíces indígenas de todo el continente. Tuvo por más de diez años el famoso restaurante gourmet Inca Gardens , la primera en Silicon Valley, esto paralelamente a su galería de arte. Ha presidido entre otras organizaciones, la agremiación de peruanos en el extranjero AIPEUC/Asociación de Peruanos en EE.UU y Canadá siendo su Directora Ejecutiva organizó la convención anual en la ciudad de San Francisco por 1ra vez, y ha exhibido las pinturas de Haydée Persivale de Rodríguez- Pastor en su galería y colaborado con ella , en la realización de eventos benéficos. Reconocida por la Casa Blanca por el Presidente Bush como una de los 100 latinos peruanos más influyentes en EE.UU. En ese evento de la Casa Blanca hizo extenso lobbying para la aprobación en el Congreso norteamericano del Tratado de Libre Comercio de Perú.
Además de ser una persona con un alto rose en el mundo cultural y tecnológico norteamericano, su trayectoria en el campo artístico ofrece un tórrido calor al frío centro del mundo tecno científico de Silicon Valley, antaño una zona agrícola, desde donde Olga va tejiendo su revolución, una revolución del alma, el de una red de artistas indígenas de todo el continente, y esa red se llama Machu Picchu Gallery of the Americas, fundada en 1974
Toda historia parte de quiénes somos
Este artículo ha tomado su tiempo, el necesario para coser mi corazón con hilo y aguja y descubrirme dentro de ese amplio telar que ha ido tejiendo década a década Olga, y que un día Olga tuvo a bien compartirme.
Todo testimonio parte de una declaración. En mi caso comienzo por las sangres que corren por mis venas vernáculas. Mis antepasados son gallegos, cántabros, vascos y catalanes, muy seguramente analfabetos del campo de sus pueblos, que empujados por el hambre llegaron muy tarde a hacer la América a lo profundo de los Andes, ahí se mezclaron como ríos sus sangres con las de mis tatarabuelas, Coyllahuas y Huarhuas de Antabamba y Cotabambas, en lo más profundo del sur salvaje. Entre Totoras y Oropesas está la respuesta al acertijo de mi reflejo en el espejo, el suave ulular de una canción de cuna en quechua, y un español aprendido con las reglas gramáticas de nuestro dialecto foral. Porque siendo sincero yo hablo mal el español porque lo aprendí en casa de quienes eran bilingües pero que cuando amaban decían sus cariños en quechua, con un dulzor que suaviza el amargo paisaje de la estepa andina en sequía pero que promete lluvia, regocijo y una cosecha abundante en alegría compartida.
Seamos honestos y mirémonos los peruanos, guatemaltecos, mexicanos y paraguayos a la cara, somos indios, en nuestra cara un rasgo en forma de piedra o de selva emerge gritándonos quienes somos cada vez que nos vemos al espejo. Incluso el chileno, que no es blanco sino pálido, se distingue por ese rastro indiano en su faz, una cara de huaso, estirpe de araucano que se proclama en una nariz americana.
La historia de Olga es una historia de reivindicación de una identidad postergada por siglos. La suya es la apuesta por el arte, además de afamados artistas de todo el continente americano, favorece la revalorización del artista de los pueblos originarios, en tanto maestros herederos de una tradición que se hunde en la noche de los tiempos. El recorrido de Olga por nuestro continente la llevó a desentrañar las esencias de nuestro continente, y de saber quiénes somos nosotros y defender ese legado que palpita con sangre caliente en ojos llenos de horizontes.
Una breve biografía de un sueño hecho historia
Hija de un reconocido prefecto, Juan Gualberto Enciso Boluarte , parte de su infancia la pasó con su tia abuela que le enseñó el quechua. Aplicada a los estudios, se dedicó desde muy temprano a leer todo lo que caía en sus manos, y a partir de allí soñar con horizontes más grandes, tierras lejanas… ¡Viaje!
Llegada la adolescencia se dedicó a hacer voluntariados, como leer libros braille a las personas ciegas en la Biblioteca Nacional. «Porque hacer voluntariado es dar tu tiempo a la comunidad. Leyéndoles a los invidentes en voz alta nació en mí el sentido del voluntariado».
Su denuedo y sus sueños pronto convergerían en una experiencia única.
Y llegó la oportunidad. «Cuando eres joven y estudiosa te dan la oportunidad y entonces apareció la oportunidad y viajé a Nueva York», me comenta Olga. «La primera vez que salí fue cuando tenía 17 años, era a una convención de voluntarios de la Cruz Roja Juvenil cuando todavía estaba en secundaria, yo era delegada. Llegué a la ciudad de Nueva York y éramos 400 estudiantes líderes de todo el mundo. Al llegar nos dividieron en grupos de diez, había líderes de Egipto de Pakistán, fuimos de una ciudad a otra de EE.UU. , a la cuarta semana nos reunimos todos en la capital, Washington D.C. El chairman de la Cruz Roja era un ex general de la Segunda Guerra Mundial quien nos anuncia que al día siguiente nos recibiría el presidente Kennedy. Qué emoción».
Este viaje no solo impresionó a la joven Olga, sino que la inspiró bajo los ideales de ese joven presidente que fundó los Cuerpos de Paz y que se acercó mucho a Latinoamérica a través de la Alianza para el Progreso.
Luego de regresar a Perú, el sueño germinó en su joven pecho, ella también quería hacer algo grande, dejar huella. Animada por la Sra. Esther Vera, una profesora se inscribe para conseguir una beca para estudiar en EE.UU.
«Obtuve la beca y viajé al terminar la secundaria». Era 1963, llegaba a Detroit, entonces la capital de la industria automotriz. Estudiaba enfermería mientras vivía en una residencia al lado del hospital. Después se mudará a un cuarto mientras continúa trabajando en el hospital. En ese momento no teniendo ya una residencia donde quedarse publicará una nota en la universidad: “Estudiante de intercambio de Perú busca familia”. «Y me contacta una familia que estaba interesada en hacer voluntariado en Sudamérica».
Sin embargo, dicha familia no llegaron a ser asignados a un país sudamericano. «Tenían tres hijos pero el sacerdote no les asignó por tener niños. No obstante tenían el corazón de servir. Además, ya habían vendido su casa y renunciado a sus trabajos y no sabían qué hacer. Y a los dos días dijeron “nos vamos a California”. Y como yo ya era parte de la familia me fui con ellos. Fueron a California porque cuando eran solteros habían conocido una reserva indígena fue allí donde esa pareja de voluntarios se conocieron y luego se casaron volviendo a su estado de procedencia en Michigan».
De Michigan salieron rumbo a California con ese corazón de voluntarios que apuestan el todo por el todo por algo más grande que ellos mismos. Al llegar a la reserva Pala y consiguen trabajo en Head Start.
Eran los tiempos del presidente Lyndon Johnson, que era un educador y había establecido el un programa para comunidades vulnerables, porque en el caso de las reservaciones había mucha deserción escolar. La pareja y Olga una vez instalados se iba a las casas de los indígenas para que manden a los niños a estudiar.
«Tenía 20 años y vivíamos dentro de la comunidad indígena, en la misión “sirviendo” a los indígenas de EE.UU.»
En el pasado los españoles establecieron misiones católicas en California, la mayoría de los cuales ahora son lugares turísticos.
«Un shock de esta experiencia fue descubrir que los miembros de la comunidad no hacían nada de trabajo tradicional, además de vivir en una pobreza horrible. Me preguntaba qué había pasado. No tenían ningún incentivo de trabajo ni de estudio. Veía en sus miradas un vacío. No sabía mucho de su historia. Con el tiempo comprendí que después de cuatrocientos años se habían olvidado de su lengua y cultura, y eso generó un vacío en sus espíritus, y ahí entró el alcohol».
«Me he enterado que la reserva Pala tiene un casino y esto los ayuda bastante económicamente, pero me pregunto ¿Es esta la manera de mantener la cultura innata, de identificarse con sus raíces ancestrales?»
Después de trabajar ahí dos años se van al norte, a San Francisco, y el padre de esta familia se va a estudiar un Master en educación en la universidad de San Francisco. «Entonces yo ya me separé de la familia para seguir mi camino. Luego ellos se fueron a Massachusetts. Fue en San Francisco que conocí a mi esposo, un Canadiense Carman Leonard Smith . Años después nació nuestro mi hijo y me propuse crear un lugar que provea de arte, y a las tres años y medio de mi hijo lo logré, era 1974».
Una historia de amor de 45 años
«Mi esposo, Carman, cuando era soltero tenía un roomate, Alberto Sumar del Valle Sagrado, Cuzco, y con sus amistades de soltero lo invitaron a Perú y estuvo dos meses conociendo el país, estuvo en Cuzco el Valle Sagrado, en Lima y en la selva. De allí regresó enamorado del Perú. Y luego siendo él gerente en el departamento de su trabajo es que lo conozco. Al principio no le hacía caso. Pero tanto persistía invitándome un café que no aceptaba, que en una ocasión que llega mi hermana a pasear a la ciudad del Golden Gate acabamos saliendo yo, él, mi hermana y su roomate. Eso fue en abril y en octubre nos casamos. 45 años de casados desde el 69. Luego nos mudamos a Silicon Valley. Después, teniendo mi hijo de un año de edad fui a Cuzco, me quedé encantada y comencé a adquirir a los artesanos directamente allí, me fui a Puno, la selva y después empecé a traer grupos de Perú». Fuí la primera en realizar los Special Interest Tours con Lima Tours.
Cuándo le pregunté a Olga ¿Por qué arte? Ella me responde. «Al ver esa comunidad de la reserva en California que no hacía nada de arte y ver en ellos un vacío en su mirada, entendí que es porque algo sucede alrededor y dentro de ellos. El arte es algo que se puede mantener, que ofrece orgullo al que lo practica y también reconocimiento además de un incentivo económico del que también se puede vivir». Es en Silicon Valley donde abre su tienda de arte peruano primero, y que luego crecería hasta ser la principal en arte de pueblos indígenas procedentes de todo el continente.
«Como ya tenía la galería, un día una clienta que hacía su Master en arte textil que estaba planeando en venir a Perú, me dice: “La que va a llevarnos de la universidad a Perú es una catedrática y escribe libros, pero prefiero ir contigo Olga”, y le digo, “Nancy, no soy agente viajera”. Pero ella persistió. Me tomó ocho meses para hacer un itinerario para incluir esos lugares que ella se interesaba conocer». Y es que ya para esa época, Olga había mapeado rutas y zonas del lejano Perú, del más profundo Perú, rutas que no aparecían en los libros de guía de viajes. Había ido a Huancayo y a sus comunidades, Cochas Chico, Cochas Grande para ver los burilados, había estado en Hualhuas para conocer de primera mano el arte textil en alpaca, y en San Jerónimo donde hacían una de las mejores platerías del continente. Pero sobre todo Olga tenía el contacto directo con los maestros artesanos, de quienes adquiría directamente sus valiosas piezas. Ahora esta manera se conoce como direct trade.
Entonces a través de la insistencia de ésta clienta, Olga empezó a traer grupos y a guiarlos por la aventura de conocer a los maestros artesanos en su propia tierra. «Y venía a Perú con el grupo de EE. UU. por 22 días para que conocieran mejor el arte textil». Y juntos iban conociendo más y más. «Conocer a los autores fue lo que me estimuló a continuar más. Conversar con ellos, llevar el grupo, adquirir directamente de ellos, preguntarles, tomar diapositivas, pero sobre todo preguntar quiénes eran los creadores de esas obras y poder conocerlos, eso fue lo más importante. Porque detrás de esas telas y cerámicas hay alguien. Me acuerdo de los artesanos de San Blas o los de Chincheros, que antes no eran muy conocidos. “Si a usted le gusta esto, vaya a Chincheros”, me decían en Cuzco, y me iba hasta San Pedro de Cajas, cuya carretera era peligrosa. E iba llegando a los pueblos directamente, así de camino en camino llegué al Amazonas a conocer el arte textil y a Pucallpa dónde conocí a los Shipibos en su aldea. Fue en Pucallpa que llegue a una cooperativa donde había artesanías de shipibos, que tenían unos holandeses los cuales les enseñaban a usar las calculadoras. Y llegaba a la aldea y una señora viejita me decía, “a la cooperativa que usted va lo que hacen no es a mano, es a máquina”. Y me enseñó la arcilla que hacen como un fideo con el cual van formando la base. Y así conociéndolos directamente, conocí mucho. Y está señora estaba muy orgullosa de que era todo completamente hecho a mano, porque los demás lo hacían con la rueda que es de influencia europea. Y esa es una gran diferencia porque se trata de la continuidad de las técnicas heredadas del pasado, de su tradición. Y es que al hacerlo con otras herramientas alteraban toda una tradición previa. Claro, a ella le compraba lo que tenía mientras le preguntaba por los diseños. Y cuando tiempo después la volví a buscar me enteré que ya había fallecido. Me dio mucha tristeza, mis ojos se humedecían porque todo se conocimiento se había ido. Era una mujer mayor shipiba. Por ello estos maestros textiles artesanos son una rama del conocimiento irremplazables pues son una enciclopedia. Todos estos maestros y maestras textiles o alfareros dentro de sus propias tradiciones y técnicas son irremplazables y hay que ir a conocerlos».
Un viaje de ida y vuelta por el alma de América
«Cada vez que regreso de estos viajes me percato que en EE.UU. encuentro todo pasando rápido, de luz verde a luz roja, en cambio allá, en esas comunidades y pueblos, estos maestros alfareros y textiles están tan asidos al universo, a las estrellas, al viento que es mágico, llegan a percibir como te sientes, eso es increíble, porque estoy convencida que leen el alma. No solo se trata de un conocimiento enciclopédico natural y ancestral, es también esa sensibilidad de conocerse a sí mismos y a los demás».
Ese estado de naturaleza perdido con el proceso de modernización, sin embargo sobrevive aún ahora entre las comunidades campesinas e indígenas que Olga visita.
«En un viaje reciente que hice a Chincheros donde el paisaje de aldea ya está cambiando a urbano, me encuentro con una tejedora que iba tejiendo un chullo largo en la que plasmaba los meses del año en su tejido a través de los patrones geométricos que iba tejiendo. Y así también en las comunidades del Titicaca. Esos patrones geométricos vienen a ser su propio lenguaje donde rememoran sucesos, que se transmiten de generación en generación y la cual ha sido una manera de preservar su propia cultura. En la isla Taquile vi uno de ellos dibujando en papel el diseño de una faja típica y decía “mire, esta es la descuartización por lo españoles de Túpac Amaru”. Son siglos de historia y tradición que hasta ahora vive, porque es cultura viva, ellos siguen tejiendo de la misma manera. Queda mucho por estudiar e investigar».
Y así como en Perú, también ocurre en las comunidades de México, Ecuador, Bolivia, Chile, Argentina y Guatemala. Su arte es mucho más que arte. Sean piezas de las comunidades originarias de Canadá y EE. UU., como la de los navajos los cuales hacen unos cestos preciosos de paja vegetal o tejidos en lana, y qué decir de su cerámica que es preciosa, pero sus condiciones de vida hoy son de una pobreza que en algunos casos viven en comunidades sin electricidad, por lo que en algunos lugares cuando nieva no tienen calefacción. Tienen un territorio extenso pero sin la infraestructura. Y qué decir de esa mirada vacía acechante como un fantasma.
«Lo que he podido informarme un poco, es que el alcohol es una sustancia todavía nueva en el organismo de los pueblos indígenas. Entonces no es como el europeo que lleva siglos con su cuerpo acostumbrado. Los indígenas no son inmunes y están propensos a la adicción. También se podría entender como síntoma de una marginación y pobreza en que se hallan y que contribuye a un ciclo vicioso».
Los artistas
«Crear para ellos es algo espiritual, lo cual conlleva una vida tranquila y mucha satisfacción de saber que están creando, plasmando en la cerámica o en los textiles parte de ellos mismos, mientras el mundo cosmopolita que no tiene tiempo de detenerse y en que todo está hecho a máquina, se detenga y frene para contemplar lo que hacen estos pueblos a mano, con paciencia y amor. Es un oficio que viene heredado de familia pero en el que hace falta el incentivo de valor a su obra. Si por ejemplo van hacer un telar eso va tomar muchas horas, y eso es algo que todavía no se termina de valorar, esas horas, el tiempo dedicado a la obra. Por lo que al no tener ese incentivo económico y ese reconocimiento a su trabajo, entonces algunos de ellos terminan abandonando su oficio, se van a las ciudades y esa tradición ya no continúa, y eso es muy triste. Y sin continuación esa línea de tradición se pierde, y el que pierde es el mundo entero. Y al migrar su vida se vuelve muchas veces peor».
De manera que el trabajo del artesano es por un lado una satisfacción personal y a su vez su medio de vida.
La Galerista
El primer viernes de cada mes la ciudad de San José en California tiene unos tours en que todas las galerías y museos están abiertos al público.
En la galería las piezas van acompañadas de una descripción, un relato sobre la prenda, digamos una manta que usa la mujer para llevar al bebé o en el caso del hombre para llevar los frutos de la tierra, porque la artesanía tiene también un propósito funcional. A través de la descripción el público se entera para qué se hace una pieza y que pueblos lo hacen. «El colorido de las piezas los deja profundamente impresionados».
«Una visitante de mi galería en una ocasión me comentó que cuando tenía seis años su padre la llevaba a una galería en San José. Intrigada comenzamos a hablar y resulta que se trataba de mi antigua galería que estaba hace treinta años en otra ubicación. Y ella quedó impresionada por la feliz casualidad y en ese momento ella estaba llevando a su hijo que era un niño, entonces hay también una dulce tradición que se va tejiendo a través de estos espacios».
«Y otra tradición es que ahora mi hijo Brian Marco Smith organiza eventos culturales titulado “Peña de la Unidad” con los indígenas urbanos y artistas latinos y en ocasiones le llegan a decir los mismos artistas que cuando eran más jóvenes venían a mi galería y allí se inspiraron también a crear. Me llena de gozo que sigue mi legado»
Actualmente Olga va incorporando a artistas contemporáneos que trabajan otros estilos o con fibras tal vez no cien por ciento naturales, pero que se están expresando y expresan también sus propios relatos. «Ellos también merecen ser reconocidos, porque muchos de ellos no pueden dedicar todo su tiempo al arte, porque trabajan en otra cosa y esto porque hace falta más reconocimiento por lo que doy más énfasis en estos nuevos artistas indígenas urbanos que necesitan ser reconocidos».
Un elemento destacable es que no es solo arte de decoración, tiene una utilidad intrínseca y una tradición detrás de siglos. Algo que el arte de los grandes mercados de subasta o de marchantes carece por completo. En lugar de un arte individual, un arte comunitario y sobre todo personal.
«Sin embargo hay personas que sí aprecian el arte, solo que tienen que llegar al lugar».
El trabajo de Olga consiste en brindar el espacio pero también su networking con las grandes ligas favorece a esa sinergia entre personalidades del mundo de las finanzas y la tecnología en su encuentro con artistas de los pueblos originarios.
Por otro lado, Olga ha dado charlas desde niños hasta a universidades, en una ocasión incluso fue invitada a dar una charla en una prisión juvenil donde fue a hablarles en especial a los presos de origen latino del valor de sus propias raíces entroncados en su tradición artesanal. Chicos con tatuajes con miradas severas, y a los cuales ella se acercaba con gran ternura a explicarles que en sus genes yace el germen de ese potencial creador. Que no fueron extraterrestres los que construyeron Machu Picchu o Chichén Itza, sino sus propios antepasados. Y luego pasa a darles una demostración de hilado en telar (el cual aprendió de niña en la sierra). No solo es el relato sino la práctica en los hechos, del trabajo a mano, de la técnica heredada. «Y veo que su pecho adolescente se empieza a expandir de orgullo».
En un momento el trabajo se detiene y uno empieza a admirar la obra. Así contempla el artista su obra, como Dios al crear el mundo que como relata el Génesis, cada día al acabar su creación se detenía y “vio que era bueno”. Esa actitud contemplativa de la obra en Dios, es también algo propio del artista.
El arte es didáctico, inspirador y sustancial al hombre. Lo que Olga busca para el artesano es una fuente de ingreso digno, porque ellos aportan belleza con su tradición. «Se trata de verlos con respeto y no solo para tenerlos allí para la foto. Detrás de esa creación hay una persona».
El arte indígena es una historia viviente
«Nuestras culturas originarias todavía existen y hay que difundir quienes son, porque tienen nombre. El arte indígena es un arte que viene del corazón, de lo más hondo de nosotros. Y es una historia viviente que no ha concluido que sigue viva».
Olga reivindica ese pasado nuestro, en que no había pobreza y en que las comunidades se ayudaban mutuamente, como en el incanato. De ahí la urgencia de preservar esas líneas de continuación de antiguas tradiciones, pero también su lenguaje. «De niña aprendí quechua con mi tía abuelita llamada Emilia Moya en Huancavelica, pero me he ido olvidando al no tener con quien practicar, y ahora veo que es necesario. Ahora casi todos hablamos español, pero cuando uno habla en su lengua nativa, en quechua por ejemplo, las palabras te salen del corazón.»
Tejiendo una red verde
Como ya mencionamos, Olga es también una personalidad que sabe aprovechar el networking para entablar esos diálogos fundamentales para el desarrollo. Un caso especial es su actual enfoque de sostenibilidad ambiental.
En el marco de los créditos por carbono tan en auge en estos tiempos ya establecido contacto y alianzas con líderes de pueblos originarios como el líder indígena Tuntiak Katan del pueblo shuar de la amazonia ecuatoriana.
La iniciativa que plantean es que las mismas comunidades desarrollen sus capacidades y que generen así su motor económico y desarrollo de manera sostenible e independiente.
En un sistema globalizado, tienen claro que no pueden vivir de espaldas al signo de los tiempos, y encauzan energías con un propósito: la emancipación económica y financiera de los pueblos indígenas.
Como menciona el mismo Tuntiak: «No podemos estar indiferentes a lo que pasa en el mundo. Lo que buscamos es ser lo que somos en el mundo contemporáneo sin dejar de serlo en el ámbito de la cultura y como pueblos».
Por mucho tiempo los gobiernos han regido nuestra economía y su estructura sin considerar si los pueblos nativos, pre existentes al mismo Estado, están o no de acuerdo con esas políticas, y cómo éstas afectan la cultura de estos pueblos. Hemos pasado de enfoques civilizatorios brutales sin ninguna consideración a los pueblos originarios, esto en un afán desmedido de progreso en un solo sentido el cual ha terminado en la contaminación del ambiente, degradación de los territorios y la destrucción de las comunidades, las cuales están intrínsecamente ligadas a su entorno.
De ahí la preocupación de líderes como Tuntiak en el respeto de las comunidades en el marco de su autodeterminación. Esto no en un sentido aislacionista, sino de debida información a estas comunidades y en un enfoque en la educación financiera de los mismos para poder decidir y ejercer sus naturales derechos sobre sus destinos. Como refiere el líder indígena ecuatoriano: «Muchas empresas hicieron de las suyas y quedó un mal sabor de esas iniciativas en las comunidades. Por ello la importancia de empezar por conocer el manejo de la financiación nacional e internacional relacionado a sus territorios. Algunos Estados se han acogido a los acuerdos de París y se han sumado a las políticas de créditos de carbono que favorecen la protección de los bosques y biodiversidad en su mayoría custodiado por Pueblos Indígenas , y sin embargo esos mismos Estados se ha vuelto en piratas de carbono sin que los indígenas sepan al respecto, captando para sí los fondos por los bosques que han sido protegido milenariamente por las comunidades. Es importante remarcar en este punto que los pueblos tienen derechos inherentes de desarrollarse en sus territorios, lo cual no tiene por qué involucrar un conflicto con el Estado sino más bien favorecer una debida y mutua cooperación. Es fundamental para lograr aquello que esos fondos se trasladen a sus comunidades y que sean ellos los canales por los que se ejecute, pero las comunidades no tienen información en cuanto a la evaluación o los contratos y de todo el ecosistema de mercados de carbono. Propongo para esto un proceso integral para que las comunidades tengan la información adecuada y decidan oportunamente con condiciones claras, con información oportuna y completa, y así esta no sea monopolio que manejan determinadas élites. Entretanto el tema del crédito de carbono en los últimos años ha venido cobrando más fuerza, lo cual ha llevado a que entren en un dilema los gobiernos que destruían los bosques, los cuales antes eran consideradas como tierras vagas, pero al que las comunidades han mantenido y preservado. Hoy tenemos el boom de los créditos de carbono que tenemos que aprovechar. En este proceso, en marco de Consejo de integridad de los Mercados Voluntarios de Carbono ICVCM por sus siglas en inglés, se ha desarrollado un foro de Pueblos Indígenas y Comunidades Locales para el mercado voluntario de carbono, éste es un espacio formal donde las comunidades debaten y plantean primero el respeto de sus derechos, segundo que sus derechos de propiedad al carbono que se almacenan en sus territorios, tercero el ser socios estratégicos e incluso implementadores de sus proyectos y cuarto generar condiciones de propuestas motivadas».
Al respecto la oportunidad de debatir y proponer con condiciones claras con formación oportuna clara y completa que manejan las élites, es para Tuntiak, la auténtica democratización a través de la información.
Tuntiak tiene la experiencia de 15 años en este tema. «Cuando hace 15 años surgió esta iniciativa mundial muchas ONGs dijeron que era una manera de mercantilizar la naturaleza por lo que algunos líderes indígenas se opusieron. Pero la experiencia me dice que las mismas ONGs fueron las que más beneficio obtuvieron a nombre de los pueblos y sus territorios. Insisto en que sean los mismos pueblos quienes presenten sus proyectos. No se trata de dejarnos persuadir de las organizaciones en pro o en contra, sino tener la información clara. Por otro lado, cada comunidad actúa aislada. Si bien existe una articulación, a nivel económico actúan de manera aislada. La idea es vincular y desarrollar los espacios, planteamos que se desarrolle el Foro Economico Indígena cada año para que los pueblos indígenas y no indígenas enfocados a la sostenibilidad se encuentren y coordinen acciones desde una horizontalidad.»
Lo que plantea Tuntiak es que los pueblos indígenas pasen de un dilema de integración a los mercados o el aislamiento, a una dinámica distinta que empieza por el reconocimiento de la mayoría de edad de los pueblos americanos respecto a sus Estados. Es decir, ser tratados con dignidad, con respeto.
Mientras tanto su experiencia ha sido una trayectoria de 24 años de trabajar con organizaciones indígenas en el ámbito de la defensa de sus derechos sobre los recursos naturales y su territorio. «Existen muchas organizaciones indígenas cuyo fin es la defensa de sus derechos, nuestro fin es trascender esa dinámica. El año pasado hemos profundizado este tema con Olga en el campo de la generación de capacidades en cuanto a finanzas indígenas. Con Olga nos conocimos en 2015 en la capital Washington DC en Conservation International, una organización que promueve comunidades indígenas. Discutimos sobre negocios y empresas que no destruyan el entorno natural. Luego a partir del año pasado hemos mantenido siempre el contacto. Desde entonces hemos coincidido en los sueños, ideas y acciones. Por ejemplo, el año pasado nos reunimos en en Silicon Valley y planteamos y logramos establecer la FUNDACION IKIAM con sede en California, con el fin de atraer y coordinar aliados. Buscamos conjuntamente generar alianzas para fortalecer esta iniciativa. Por ello nos propusimos realizar un Foro Económico Indígena con diferentes emprendedores indígenas y locales de Latinoamérica para discutir e intercambiar sinergias y constituir plataformas constructivas para economía y finanzas. El potencial de estas alianzas globales de pueblos indígenas incluye a los pueblos de la cuenca amazónica, Mesoamérica, del sudeste asiático y de la cuenca del Congo».
A propósito de sus raíces, Tuntiak reconoce como un referente a su abuelo, Shakaim Juwa, con quién departía diálogos matutinos. «Mi abuelo falleció y me dejó su sabiduría como herencia». Y esa herencia es el amor a su tierra que parte de compartir el conocimiento del mundo, lo que lo ha llevado a conocer el mundo para aprender y regresarlo a su pueblo para luchar por sacar adelante a éste.
«Yo soy ecuatoriano y aquí estamos implementando la Reserva Ecológica Ikiam, “selva, bosque”, del bosque húmedo tropical y la fauna silvestre, esto con un enfoque de restauración ecológica, protección de la biodiversidad y en la economía. Al tener que ver con la comunidad tiene que ver también con su arte, cultura y los saberes tradicionales. Su enfoque no se limita a la preservación únicamente sino que es transversal, al establecer un puente de unión con la gente y la naturaleza. Para nosotros la economía no significa que se tenga que destruir nuestra casa común “la naturaleza”. Se trata más bien de procurar capital para desarrollar capacidades entre los miembros de la comunidad lo cual hemos venido desarrollando en varios años, y este año y el anterior hemos fortalecido esta idea. Y esto es algo tangible en Ecuador con la implementación de la Reserva Ecológica Ikiam. También la Fundación Ikiam no se limita a Ecuador. Esto queremos compartirlo con otros pueblos indígenas empezando por Latinoamérica enfocado a economía y finanzas. Tal es que nuestro próximo paso es en Perú específicamente de la comunidad nativa Diamante, es la comunidad de mi esposa Yulissa Trigoso. Esta comunidad gestiona holísticamente 25 mil hectáreas de su territorio. Porque son los pueblos indígenas los mejores protectores de la naturaleza, pero falta el desarrollo de la economía propias y fomento de la cultura y sus saberes. Nuestra meta es llegar a otras comunidades».
Para desarrollar plenamente esta idea Tuntiak ha tenido que ayudar en la formación de su comunidad. «En mi experiencia hablar de temas de economía era difícil con las comunidades en especial a ciertas ONGs que creen que solo se debe hablar de temas de conservación y ecología. Sin embargo se ha sentido la necesidad y aceptación del tema de la economía y finanzas, y sobre todo el tener acceso a fondos. Si nos adentramos a las comunidades en denominador común es que las personas de las comunidades están emprendiendo día a día iniciativas económicas para cubrir sus necesidades básicas. Por tanto, en Ecuador construí el proyecto de Plan de Implementación de la Confeniae (PdI), en la Amazonía ecuatoriana para que pueblos indígenas tengan acceso a fondos. El año 2022 fue muy crítico respecto al acceso de financiamiento. En la conferencia de las partes en el cambio climático en la ONU, se presentó la inquietud que había sobre muchos de los financiamiento a comunidades indígenas. Se habían invertido 30 mil millones de dólares a nivel global en temas climáticos e indígenas. Parece mucho dinero sin embargo se concluyó que menos de 1% llegó a las comunidades. Ese dinero se había diluido en el camino, en el sistema lo cual naturalmente genera decepción. De ahí la necesidad de corregir dicha estructura».
Tuntiak asumió entre los años 2019-2022 el cargo de Coordinador General de la Alianza Global de Comunidades Territoriales (AGCT), una plataforma que aglutina a Pueblos Indígenas y Comunidades Locales de Indonesia, Cuenca del Congo, Mesoamérica, Cuenca Amazónica y Brasil. Su misión fue institucionalizar a la AGCT y desarrollar un mecanismo financiero que propone debe explorar un canal de flujo financiero a las comunidades. «En 2022 en Glasgow, Escocia en marco de la COP 26 de la Convención marco de Naciones Unidas Sobre el Cambio Climático – CMNUCC, hice el lanzamiento del mecanismo denominado “Mecanismo Financiero Shandia” y en 2023 en Nueva York durante la Semana Climática. Y este año se hizo en Marsella dónde no estuve. Nuestra misión es generar condiciones para que las comunidades accedan a financiamiento y así los fondos no se diluyan en el sistema nacional e internacional. Por eso remarco que así como es importante el arte, cultura y la ciencia, también lo es el aspecto financiero. Ello no involucra que se destruya la cultura sino que se fortalezca al tener un enfoque en la cultura indígena. Y si bien convencionalmente la economía está relacionada al consumo y destrucción de la naturaleza que dan riqueza a pocos y generan necesidades a la mayoría. Estimamos que la clave es la relación de la persona y el ambiente que es algo que los pueblos originarios conocemos muy bien. Porque si tengo la reserva natural, al preservarla debo generar una vida plena comunitaria en todos los aspectos, incluido lo económico».
Siendo así el trabajo de las personas indígenas y de sus líderes hoy resulta fundamental, pues son ellos los Gerentes de capital natural (el territorio y la biodiversidad). Solo si somos conscientes del papel que juegan los pueblos originarios podremos ser partícipes de verlos pasar de un estado de vulnerabilidad al de empoderamiento financiero en beneficio del planeta que es nuestra gran casa común. Se trata en definitiva el trabajo que desempeñan Olga y Tuntiak de reivindicar el espíritu indígena y formar gerentes de capital natural, un asunto que en los últimos años en los debates se han vuelto cada vez más persistentes. Porque si bien el mundo está manejado y guiado por los dueños del capital financiero, sin embargo no tenemos todavía desarrollado un puente directo entre quienes generan el capital financiero y el capital natural, y esos son precisamente nuestros pueblos indígenas.