A pocas horas de las votaciones presidenciales de este 3 de febrero de 2019 la suerte está echada, como se dice popularmente. Todos los candidatos dicen que ellos serán los triunfadores, pero eso sólo se sabrá el domingo, quizás si el Tribunal Supremo Electoral (TSE) cumple lo prometido, como a eso de las 9 pm.
Los días u horas que vienen antes del llamado 3F se perfilan duros en lo que respecta a campaña sucia.
La hipótesis de varios analistas locales es que los partidos tradicionales, como siempre lo han hecho, tratarán de desestimular una votación masiva porque eso beneficaría al nuevo contrincante, a quien las encuestas lo han favorecido en más de un año de tediosa campaña electoral.
La tesis de desestimular el voto masivo, indican los analistas, pretende garantizar la asistencia a las urnas del llamado voto duro de los dos partidos tradicionales: ARENA y FMLN, que han gobernado en los últimos 27 años, es decir, en la posguerra. Éstos fueron también los contrincantes en la guerra civil que duró 12 años, misma que causó 70.000 muertos, 8.000 desaparecidos, centenales de miles de víctimas (huérfanos, viudas, padres sin hijos e hijos sin padres), así como un millón de refugiados.
Ojalá no haya violencia y se imponga la cordura y el rechazo de la sociedad a acciones arbitrarias. Los observadores tendrán mucho trabajo en estas horas finales y en el mismo día de los comicios.
Quien triunfe en primera o segunda vuelta tendrá ante si un reto muy difícil: lucha contra la criminalidad, la corrupción y la inutilidad que han primado en estos 27 años.
Por el cambio y un El Salvador seguro, próspero, vivible y convivible, la sociedad salvadoreña también tiene un gran reto: ir a votar para legitimar, pero también para comprometer al próximo gobierno a llevar adelante las acciones que hagan de El Salvador "un lindo y (sin exagerar) serio país", como dijo Roque Dalton y la generación que luchó y soñó en un mundo mejor.