No hay otro género sobre el que reflexionemos menos que el del humor, a pesar de que la ciencia de aquello que nos hace gracia (y por qué) es una de las más complejas que conoce el ser humano. Si tendemos a menospreciar el entendimiento de los mecanismos del humor ““no vaya a ser que conocer el truco acabe con toda la gracia”“, aún más lo hacemos con entenderlo como un proceso histórico. Pensamos que la gracia de un chiste es inmanente y, por lo tanto, hará reír a personas de todas las culturas y épocas, pero no es así.
Recientemente, ‘Vulture’ ha recopilado en un espectacular artículo los 100 chistes que, a su juicio, han definido la comedia moderna. Es una definición muy amplia: en ella figuran gags físicos, como los de la comedia ‘slapstick’, monólogos o ‘sketches’. La mayor parte resultarán ajenos a los espectadores españoles, a quienes nombres como el de Lenny Bruce o el de Bill Hicks quizá le suenen de refilón. Así que hemos seleccionado un puñado de ellos, hemos abierto la paleta a otros países ““el listado se centraba únicamente en EEUU”“ y hemos añadido tres representantes españoles al cóctel. De acuerdo, faltan decenas y decenas de humoristas, pero esperamos que la popular selección sirva para entender un poco mejor las risas del siglo XX.
El tren de Buster Keaton
En su película de 1927 ‘El maquinista’, el actor y director no sólo llevó hasta el límite las posibilidades de la comedia física ““que, con la aparición del sonoro, perdería relevancia”“, sino que también inventó a su manera las películas de catástrofes. Gastándose más dinero que nadie, Keaton despeñó un tren real por un puente. En la escena que hemos presentado, se afana durante cinco largos minutos en evitar el desgraciado accidente haciendo un alarde de elasticidad.
“Pararé un coche y no usaré mi dedo”
En esta escena, una de las más recordadas de la comedia ‘screwball’ de Frank Capra “Sucedió una noche” (“It Happened One Night”), el personaje interpretado por Claudette Colbert explicaba al de Clark Gable cómo se hacía autoestop de verdad, después de que este viese cómo su pulgar resultaba inútil. La solución, levantarse la falda hasta la rodilla, una audacia sensual que se quedó grabada en las retinas de los espectadores de 1934.
“Nadie es perfecto”
No necesita presentación la última frase de ‘Con faldas y a lo loco’, que ha terminado por convertirse en un comodín verbal que utilizamos con relativa frecuencia. Curiosamente, se quedó en el guión después de que Billy Wilder e I.A.L. Diamond no pudiesen dar con una alternativa mejor. Quizá pasaron por alto el irónico conformismo sexual y emocional de esta sentencia.
Los negros comesandías de Lenny Bruce
Del humor tímidamente atrevido a uno de los grandes agitadores del siglo XX: el judío Lenny Bruce, condenado por obscenidad en 1964 y arrestado con frecuencia tras su mítico paso por el Carnegie Hall. ‘Vulture’ selecciona el siguiente chiste, que figura en el monólogo ‘Cómo relajar a tus amigos de color en las fiestas’ como un ejemplo de la utilización del “sentimiento blanco de culpa”: “Oye, ¿has comido algo? No sé si queda algo de sandía, pollo frito o cuchillas. Vamos a ver si puedo servirte algo”. Un resumen de la mentalidad del anfitrión que, a pesar de sus buenas intenciones, no puede dejar de guiarse por estereotipos culturales.
“Caballeros, no pueden pelear aquí, ¡es la Sala de Guerra!”
De entre todas las frases para la historia que dejaba “¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú?” de Stanley Kubrick, quizá esta sea la mejor, por su capacidad de sintetizar en una única sentencia la dolorosa ironía que produce la amplia distancia que separa el mundo de la diplomacia y el de la guerra real.
El chiste más gracioso del mundo
Un clásico de los Monty Python, elegido entre otros tantos cientos de ejemplos. Se trata de un ‘sketch’ de 10 minutos de duración que recoge la historia del conocido como “el chiste más gracioso del mundo”, creado por Ernest Scribbler que, obviamente, fallece al reírse de su propia ocurrencia. En realidad, nunca llegamos a conocer el contenido de la broma: no se trata más que de un ‘macguffin’ para mostrarnos su hilarante historia como arma letal en la segunda guerra mundial, en un claro paralelismo con la bomba atómica.
El arranque de “Annie Hall”
“Es un viejo chiste. Dos viejas mujeres están en un retiro vacacional en las montañas de Catskill, y una de ellas dice: ‘La comida en este lugar es realmente mala’. Y la otra contesta: ‘Sí, y las raciones son muy pequeñas“. Allen cuenta este chiste con su habitual tono espasmódico, hablando a cámara y rompiendo la cuarta pared, como un recuerdo de las contradicciones de la vida y, por extensión, del amor.
La cocaína de Robin Williams
A lo largo de la carrera del actor hay un buen puñado de chistes referidos al polvo blanco, que a la luz de las circunstancias personales de Williams resultan un tanto trágicos. Uno de los más célebres es el que dice que “la cocaína es la manera que tiene Dios de decirte que estás haciendo demasiado dinero”. Otro es el de este vídeo, en el que asegura que los jugadores de béisbol también la toman, como reconocerían ante un jurado: “no puedes juzgarme, ¡es un juego muy lento, maldita sea!”
“Hitler tenía razón”: Bill Hicks contra el mundo
Uno de los monologuistas más revolucionarios de la segunda mitad del siglo XX, el malogrado Hicks ““falleció de cáncer de hígado en 1994 a los 32 años”“ puso a prueba a su audiencia y a la sociedad americana en general con sus ataques continuados, como aquella vez que, ante la insistencia de un espectador en que cantase ‘Free Bird’, respondió “Hitler tenía razón, lo que pasa es que era un manta“.
…Y otros tres españoles
El enemigo de Miguel Gila
Un clásico de las Nochebuenas y Nocheviejas españolas, tanto más irónico cuando el propio Gila sobrevivió a un pelotón de ejecución en Viso de los Pedroches (Córdoba). Como explicaba en su libro de memorias, ‘Y entonces nací yo. Memorias para desmemoriados’, “nos fusilaron al anochecer. Nos fusilaron mal“. El enemigo tampoco parecía estar por la labor de consumar la matanza.
¿La calle Saboya?
Una obra maestra canónica de cinco segundos y otros dos regalos del “intérprete” de chistes por antonomasia que solía decir “yo sólo río cuando cobro”. Aunque nuestro preferido seguirá siendo, por los siglos de los siglos, el del oculista.
¡Encanna!
Un clásico de la cacofonía verbal que resume los problemas de incomprensión y aislamiento del hombre moderno mejor que la trilogía de la incomunicación de Michaelangelo Antonioni. Además, como todo gran humor, ha dado lugar a un buen puñado de muletillas verbales y lugares comunes: no, no se comen empanadillas en Móstoles. Y que, curiosamente, se parece bastante al siguiente gag de Cheech y Chong que aparece recogido en el artículo de ‘Vulture’: “Dave’s not here”.