sábado, 13 abril 2024

Volver a los clásicos: Miguel Mármol – Parte 01

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Por Wilmar Harley Castillo

No me pregunten quién soy

Ni si me habían conocido

Los sueños que había querido

Crecerán, aunque no estoy

Ya no vivo, pero voy

En lo que andaba soñando

Y otros que siguen peleando

Harán nacer otras rosas

En el nombre de esas cosas

Todos me estarán nombrando

Milonga del Fusilado, Los Olimareños.

Leer a quienes entregaron su vida por la noble causa de la Vida Digna del pueblo siempre será agua fresca de río que amansa las tensiones. Es destello de trueno que borra las tinieblas. Es el abrazo fuerte que siembra sonrisas en el alma. Es el pasto donde se sienta uno a descansar cuando la trocha está muy inclinada. Aunque produce más deberes y obligaciones, como replicar lo leído a quienes aún no conocen la creación o reflexionar crítica y autocríticamente lo leído, lo importante es evitar olvidar los pasos que dejaron estos hermanos y hermanas del amor eficaz y la vida.

En esta ocasión espero estar a la altura con la primera reseña del libro “Miguel Mármol que hago desde Colombia. Los sucesos de 1932 en El Salvador” de Roque Dalton, que llegó a mis manos este año en el que se cumplen 49 años de ser publicado, gracias al amigo Juan José por quien supe esta oportuna perla de la historia. Así que encontrará amigo lector/a, que esta primera reseña abordará lo vivido por Miguel (MM) en la lucha junto a la clase trabajadora y campesina de El Salvador y Guatemala.

Algo de admirar de esta generación de revolucionarios/as de inicios del siglo XX, fue la entrega total y convencida en la ardua tarea de promover la organización entre la gente. Leal a la herencia revolucionaria del pueblo de Nuestra América del siglo anterior, MM fue ese zorro que tuvo los sentidos puestos en organizar a los trabajadores y campesinado de su país, buscando entre su miseria las reivindicaciones precisas para motivar a pelear por mejorar sus condiciones de trabajo y vida, al tiempo que afinaba la mira para dar en el blanco de la conciencia de clase. Desde su pueblo Ilopango, Departamento de San Salvador, irradió las ideas de transformación social y que el trabajador debía ser la voz cantante de esa fiesta.

Leyenda de Miguel Mármol

A pesar de la masacre de 1932, el exilio, la cárcel, la tortura y el asedio legal e ilegal permanente que propinaron duros golpes contra el movimiento social organizado y movilizado por el Partido Comunista de El Salvador (PCS), no se pensó dos veces en recontactar a compañeros sobrevivientes para empezar de nuevo el trabajo de organizar y motivar a la lucha desde el lugar donde estuviera o bajo las condiciones de hambre que se sufriera, frente a esto MM dio ejemplo al igual que sus camaradas que tampoco desistieron del proyecto comunista.

De la boca de MM nos hacemos el panorama de la realidad socio-económica, cultural y política de El Salvador de este periodo que resumo en precariedad integral, porque la dictadura del general Martínez tuvo gran responsabilidad en perpetuar este miserable estado en el pueblo salvadoreño mientras la oligarquía criolla seguía engordando. A pesar de este contexto, la conspiratividad creativa que tuvo MM, sus compañeros y familiares para sacar adelante reuniones secretas, mítines públicos, huelgas, recibimiento y publicación masiva de periódicos de izquierda, huidas de la policía y guardia nacional en la ciudad y en el campo estuvo siempre adelante.

Así mismo en el estudio político la creatividad fue una exigencia y una escuela, porque como MM lo reconoce, los periódicos rojos eran pocos, eran transcripciones a medias de obras importantes de Marx o Lenin por ejemplo y eran la única fuente externa de estudio, pues al interior del PCS no se producía teóricamente, por lo que la práctica abarcaba la mayor parte de la formación colectiva, generando limitaciones en la proyección de la lucha revolucionaria nacional pues mientras se tantea la realidad con pocas herramientas teóricas, la experiencia hecha en caliente llena los huecos que deja el precario estudio político-ideológico de este periodo. Siendo natural encontrar una ortodoxia en la conducta comunista para “evitar reproducir vicios pequeñoburgueses” como ahorrar plata en un viaje al exterior para llevar a la familia o vestir cierto tipo de ropa, como la falta de mayor análisis de la coyuntura para prevenir la encerrona estatal a la insurrección.

En medio de esta problemática realidad, MM fue consciente de la realidad nuestra-americana y no la desechó, por el contrario tuvo los pies sobre su tierra. El ser Nuestroamericano lo reflejó en el trato con los trabajadores, en la formulación de las soluciones a los problemas sociales, en el relacionamiento con la Internacional Comunista (IC) y con los otros compañeros de los países vecinos y su paso por la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) lo corrobora. Aquí balanceó a favor la preponderancia de la cultura criolla sobre la cultura europea escondida entre el material de estudio comunista internacional porque vivir como zapatero salvadoreño, caminar el territorio y hacer malabares con las problemáticas del pueblo trabajador ayudó a cimentar la identidad proletaria centroamericana sostenida fuertemente por la cultura indígena.

Edición de Casa de las Américas, de Miguel Mármol

Una molesta sombra que encontré en la militancia de MM fue con su esposa, pues el perfil de estos compañeros de dedicarse 24 horas los siete días de la semana a la Revolución impone a la compañera todos los gastos y responsabilidades que tiene el espacio privado-familiar. La profesionalización de los cuadros es un tema tan profundo y ancho que merece otro artículo para desarrollarlo, pero diré que esto implica la reproducción de la explotación, en este caso de la pareja quien asume la crianza, cuidado y protección de los hijos/as, alimentación y sostenimiento de un hogar previamente acordado por dos personas, siendo esta situación una contradicción con el proyecto político encarnado por el militante de la familia, pues en su espacio privado no se refleja dicho proyecto político, siendo mal ejemplo para quienes quieren conocer en la práctica aquel sueño de vida digna. Al margen del contexto histórico y de las diferencias que tiene este con el actual, el patriarcado es sistémico y es la otra pata del Capitalismo que no distingue clases sociales, edad, género ni territorio, logrando contaminar incluso al pueblo y a sus mejores hijos/as a lo largo de la historia de la lucha de clases, que es la misma historia de la humanidad.

Por otro lado, la humildad de este compañero cuando lo entrevistaba Roque se riega por sus poros al aceptar errores y aciertos durante su vida como militante comunista, deja entrever que estudia como a una radiografía su largo caminar sin exagerar o alterar sus aportes políticos y organizativos ni pretendió ocultar lo que no hizo y lo que para él fueron errores, naturales en ese trajinar. Con toda la autoridad que brindan las canas puede aconsejar y enseñar (con letra de piedra) a las siguientes generaciones revolucionarias lo concerniente a hacer la Revolución en nuestro continente y de la mano con el pueblo explotado del mundo. El que recibe consejo llega a viejo.

Desde Bogotá, Colombia

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Wilmar Harley Castillo
Wilmar Harley Castillo
Comunicador social, especialista en Política Pública para la Igualdad. Columnista y comunicador de ContraPunto
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