Por Wilmar H. Castillo

En la reseña anterior fijé la vista en el caminar de Miguel Mármol (MM) resaltando los aciertos y desaciertos de un compañero con su trayectoria salvadoreña y mundial. Ahora quisiera fijar la atención en las reflexiones que hizo este clásico de la revolución salvadoreña sobre su vida en el último capítulo del libro “Miguel Mármol. Los sucesos de 1932 en El Salvador”, obra construida por Roque Dalton a partir de la convivencia y entrevista con su paisano en Praga en la década del 60.

Esta última parte de la entrevista descansa sobre el suave colchón de la autocrítica y MM lo hace notar con su tranquilidad de anciano pero sin perder la jocosidad de latinoamericano. Así que empieza con el problema del privilegio en la militancia política que se presenta en la dirigencia, exponiéndolo así: “Cuando los dirigentes comprenden que su situación no es privilegio sino de obligación mayor, de sacrificio y de responsabilidad, muchos problemas internos desaparecen”. Separando la dirigencia del Poder y a la militancia a nivel de dirigencia de la lucha por ese Poder.

Miguel Mármol

Aquí acuña el diálogo intergeneracional como vía sana para cualquier organización revolucionaria con el aporte que puede hacer la juventud con su fervorosidad en la primera línea junto a la experiencia y conclusiones de los miembros antiguos repartida en la retaguardia del proceso revolucionario como un solo bloque contra los ricos y siempre con el pueblo. Sustituir esta armonía desemboca a una “lucha de generaciones” que reemplaza, dice MM, a la lucha de clases.

El viejo luego repunta con la autocrítica dedicándole una reflexión en estos términos: “Una autocrítica profunda no es siempre bien vista y en las publicaciones parece referirse a quien dice que todo anda de lo mejor”. Agregando dos aspectos más: ver si estamos caminando bien o no, desenredando a fondo los fracasos y concepciones que pueden estar erradas; dirige la autocrítica a los miembros que no analizan con cabeza propia sino que esperan las recetas de los antiguos, lo que llama “haraganería mental”.

Con esta reflexión da el siguiente paso al esfuerzo sembrado en la vida militante que implica estudiar, trabajar, organizar y pensar duramente para tener los ojos puestos en la realidad y pensar como sujetos protagonistas de una revolución válida y necesaria. Ya sea para evitar calcar los pensamientos burgueses (que logran disimularse bien hoy en día), como la vida fácil y cómoda que se resume en cacarear consignas políticas leídas en documentos filtrados de los autores/as, que terminan traicionando a la revolución misma. Mejor no lo puedo decir MM: “Lo que hay que hacer es estudiar duro y militar duro y abrir los ojos a la realidad”.

Una tras otra las reflexiones de MM arman un cuerpo solido de experiencia para la militancia política de izquierda. La que sigue por ejemplo tiene su almendra en la lucha en sí: “[…] las ideas comunistas nacen y crecen en el seno de la dura lucha social y única y exclusivamente pueden vivir en la lucha constante”. De este tronco nacen dos retoños entre líneas que son la “dura lucha social” y “vivir en la lucha constante” ya que la primera se refiera a que ningún colectivo, movimiento o partido puede engañarse con que ser parte de estos actores políticos es sinónimo de perfección y así mismo el mundo visto desde esa orilla también lo es, encontrando que todo lo malo de la vida está en la orilla opuesta. El segundo retoño se traduce en vivir con la gente, la masa, el pueblo, entendiéndola también en su integralidad, lo bueno, lo malo, las fortalezas con las debilidades, su historia, para no caer en idealismos y enrutar en la realidad de ese pueblo la artillería del proceso organizativo, que sin olvidar nace y se debe al mismo pueblo.

A continuación se desempolva la humildad, colocándola al nivel de principio junto a muchos otros que tienen en estos días una capa gruesa de omisión. Cualquier actividad o labor al interior del proceso organizativo es digno pues: “No hay trabajo político revolucionario que sea despreciable para un comunista, así se trate de barrer y trapear el local donde se va a reunir la célula”. En el momento que esto no suceda, se empiece a ver por encima del hombro como decimos aquí al compañero/a, prendan las alarmas porque la ideología burguesa empezó a contagiar la mente y el corazón de quien tiene los ojos torcidos.

Hablando del contagio burgués, también a veces sucede que los cambios al interior del partido o movimiento social se hacen para agradar a los intereses de esta clase, bajo argumentos de alianzas o peor aún, de unidad. En este sentido MM aconseja: Dentro de la concepción leninista del partido hay un gran campo para hacer adaptaciones a cada realidad nacional, cambios, etc.” sin traicionar nuestros intereses y valores expuestos honestamente y sin adornos entre nuestra gente quienes siempre tienen la solución práctica a los problemas de cambio, porque el viejo también advierte que estos cambios no son trabajo exclusivo de los cerebritos alejados de la calle, no, por el contrario la praxis ayuda a recordar este principio. Sino recuerden cuando los trabajadores de los cordones industriales y habitantes de barriada en Chile, le exigían al gobierno encabezado por Allende que tomaran medidas prácticas contra la burguesía enquistada en la normatividad de esa época con la que estaban tomando ventaja política, dichas medidas dejaban ver entre líneas que era menester transformar al modelo de Estado y de ahí para abajo el Poder Popular debía ser poder nacional, la historia le dio la razón al pueblo trabajador aunque se le cobrara con sangre después de 1974.

Versión del Miguel Mármol de Roque Dalton

En la última parte de la reflexión, broche de oro para la entrevista, MM vuelve a recordar en que hombros recae el protagonismo de la Revolución, el pueblo trabajador con el pensamiento propio que yace implícito en los callos de las manos: “Los obreros somos los que más necesitamos estar claros con el marxismo. Para no tener que depender de nadie, para no estar a la espera del pequeño burgués que venga y nos enseñe cómo lugar y cómo liberarnos.” Además de blindarnos contra las ideas de intelectuales foráneos, me atrevo a deducir que se replantea aquella premisa clásica de recibir la formación política de agentes externos al pueblo, ajenos a su realidad, porque el pueblo no es capaz de producir el conocimiento necesario para desarrollar la praxis revolucionaria. Es decir, de entre nosotros/as debe surgir el pensamiento y el conocimiento acorde al proyecto revolucionario y eso se logra en el proceso mismo de la lucha social y política, sin importar el tiempo que tome esta tarea formativa porque lo importante es dar pasos seguros.

Para terminar MM a manera de consejo nos habla de la moderación que debe haber en nuestra vida si elegimos construir un mundo diferente: “La vida del revolucionario (y revolucionaria) de verdad es una vida de moderación en todo sentido”. ¿cuántos conocidos/as han caído en el alcohol? ¿cuántos han perdido la libertad o la vida por promiscuos? El irrespeto a la pareja tanto en la lealtad como en términos violentos también ha cobrado duro a quien incurre en esas faltas, la lista puede seguir pero espero que la idea haya sido entendida, ya que eso sí, la intención no es afirmar que debemos ser santos y santas, solo que la moderación camina de la mano en el proceso de la humanidad nueva. 

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