En el 2015 en América Latina y el Caribe fueron asesinadas 135,000 personas, según el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Una vez más la región se mantiene como la más violenta del mundo, según la Oficina contra las Drogas y el Delito de la ONU.
En la región el costo de la violencia y el combate de la misma asciende a los 120,000 millones de dólares anuales. Si las cifras fueran semejantes a las de otras regiones del mundo, el PIB per cápita en la región crecería 25%, de acuerdo con el BID.
La tasa mundial de asesinatos es de 6.2 por cada 100,000 habitantes y en América Latina y el Caribe de 23.3 por cada 100,000 habitantes. Así, la región duplica la de ífrica y quintuplica la de Asia. Con datos del 2013, los cinco países con el mayor número de asesinatos por cada 100,000 habitantes en la región son: Honduras con 84, Venezuela con 53, Jamaica con 43, El Salvador con 40 y Colombia con 32. Del lugar seis al 10 están: Trinidad y Tobago con 30, Brasil con 28, Guyana con 19, México con 19 y Panamá con 17. Del 11 al 15 están: Paraguay con 9, Barbados con 8, Costa Rica con 8, Uruguay con 8 y Perú con 7. Chile con 3 y Argentina con 6 son los países con las tasas más bajas.
La violencia impide crecer económicamente a la región, que destina recursos cuantiosos a la seguridad que deberían ser invertidos en otras áreas y también provoca la emigración hacia Estados Unidos y Europa, indica el BID. Uno de cada cinco habitantes del área, 20%, considera que el tema de la seguridad es el más importante. Ahora, incluso en los países con menos tasa de homicidios, crece el número de las personas que dicen haber sido afectadas por hechos de violencia.
De acuerdo con el BID, en la región hay un vacío institucional para hacer frente al creciente problema de la violencia que tiene diversos niveles de intensidad según los países. A esto se añade el problema de los jóvenes que no estudian ni trabajan.
El crecimiento desordenado y caótico de las ciudades, con poca o nula cohesión social, que es un fenómeno compartido en la región, actúa como caldo de cultivo de la violencia sostiene el BID. Las cárceles están lejos de ser centros de rehabilitación y en los hechos actúan como escuelas formadoras de delincuentes con mayores capacidades.
Las policías en la mayor parte de los casos no tienen el nivel que se requiere o están corrompidas. Para América Latina y el Caribe, el gran problema del inicio del siglo XXI es la seguridad. Y no se ven soluciones contundentes y definitivas en el corto plazo. La paz es una condición indispensable, para el desarrollo. Sin ella la región nunca terminará de despegar.