Es muy interesante la transformación que está sufriendo la derecha política, social y ojalá también la económica. Se trata del surgimiento natural de nuevos liderazgos que reclaman sus propios espacios y hablan de sus nuevas visiones.
Ojalá no; estoy seguro que esto también está ocurriendo en la izquierda política, intelectual y social.
Queramos o no, el nacimiento de nuevas y jóvenes ideas, no es el forjamiento premeditado de una acción, sino una confirmación de las leyes del desarrollo.
En los partidos, por ejemplo, hay figuras añejas, que las jóvenes generaciones comparan con dinosaurios. Y es así mismo: la ley del desarrollo nos lleva a ver dinosaurios y nuevas especies que por un momento conviven, pero al final la renovación llega completa.
En las familias tenemos y hasta conocemos a los tatarabuelos, bisabuelos, abuelos, padres, hijos y nietos. Los hijos y los nietos ven con orgullo a sus viejitos, pero asumen su propia causa, en ocasiones rompiendo las viejas tradiciones y actualizando con sus propios conceptos.
Los tatarabuelos apenas conocieron el teléfono, mientras que hoy los hijos y nietos tienen celulares móviles con tantas aplicaciones que ni se llegan a conocer ni a usar a profundidad y totalidad.
Vamos por verdaderos y grandes cambios. En Costa Rica el próximo presidente podría ser un joven socialdemócrata de 37 años; en España el Partido Podemos tiene una camada de jóvenes profesionales, luchadores y críticos que empujan un cambio sorprendente en la forma de hacer política. Son revoluciones y evoluciones. Deben quedar atrás absurdas formas de arbitrariedad y violencia en las relaciones humanas, en la que deben primar los derechos de todos.
Aquí no podemos seguir esperando que las anquilosadas cúpulas (políticas, sociales y económicas) sigan determinando nuestra historia, imponiendo una forma de ser que ya no corresponde a nuestro tiempo.
¿Se puede? Claro que se puede. El Salvador necesita cambios, cambios de verdad, que traigan justicia y desarrollo. El capitalismo egoísta y perverso no ha cambiado ni cambiará nada en el país. Tampoco el socialismo “soñado” que imparte estancamiento y convulsiones, nos sacarán de la miseria y la violencia en que vivimos.
Los jóvenes intelectuales, profesionales, empresarios, trabajadores tienen que empujar los cambios. Que ganen los cambios en beneficio de El Salvador, porque también puede triunfar el “imperio del ingenio del mal” que ha creado a las maras, bandas criminales de jóvenes que como nunca antes actúan y se imaginan formas de deliquir que no paran de modernizarse para incrementar su poder destructor y su ansia de enriquecimiento fácil.