La disyuntiva inmediata de la humanidad se resuelve este año
A las progresías del mundo les basta que Trump sea un racista, un sexista y un exhibicionista para clamar a Dios que no permita su reelección en noviembre y para exhortar a la ciudadanía gringa a no convertirse en un pueblo “en el que ya no se pueda confiar” (Robert Fisk dixit). Y, remitiendo su noción de libertad a la dicha de poder escoger entre Pepsi y Coca, ven en Biden la encarnación de la luz providencial destinada a iluminar el futuro de la humanidad.
Pero confundir la hipocresía institucionalizada de la corrección política con la solución sensata de los problemas urgentes del mundo no es, ni de lejos, la única pifia de las progresías, las cuales, como su nombre lo indica, se contentan con la ilusión de progresar hacia la entelequia de “la total tolerancia”, esa suprema forma de simulación caracterizada por fingir amor hacia lo que se rechaza sólo para caer en la pasividad, porque la “total tolerancia” sólo puede equivaler a la total indiferencia, ya que ningún ser humano puede vivir sin filias ni fobias, por lo que ambicionar este estado mental no pasa de ser un frígido sueño de obediente y oxidado androide.
El análisis crítico de la realidad es levemente más complejo que estos delirios progres. Porque, si bien Trump es un exhibicionista, sexista y racista, sus intereses económicos no están afincados en el improductivo financierismo especulador ni en la industria armamentista, como lo están los de los correctísimos Clinton-Obama-Soros-Rothschild, quienes, por esta misma razón, ansían la guerra nuclear “controlada” con China y Rusia, la cual Hillary habría desatado si hubiera ganado la elección en la que la derrotó el esperpéntico Trump. Éste, por el contrario, lo que astutamente busca es la alianza de Estados Unidos, Rusia y China en un proyecto de productividad física que sustituya al financierismo especulador que tiene al mundo sumido en una fraudulenta crisis que explotó en el 2008 y que ahora dan conocer en toda su magnitud porque ya la pueden justificar diciendo que, por el encierro del virus, nadie trabajó y ahora deberemos enfrentar más guerras, desempleo, migraciones, pobreza e ignorancia. Sus diatribas contra China y Rusia son mera táctica electoral.
Pregunto, ¿no es preferible para el mundo que un pavorreal ridículo (sexista y racista) acepte aliarse con Rusia y China en un proyecto productivo mundial (que anularía la necesitad de las guerras por el extractivismo) en vez de que un afable progre políticamente correcto hunda al planeta en una guerra nuclear? ¿Importa más la corrección política que el realismo político?
Cegarse ante la procacidad de Trump para justificar que un liberal desate la guerra nuclear amparado en la farsa de la corrección política, no pasa de ser una sandez catedralicia ejercida en nombre de una “guerra contra la intolerancia” que miserablemente privilegia los culturalismos por encima de la paz y el desarrollo material. También implica despreciar un proyecto planetario de productividad física encabezado por Estados Unidos, Rusia y China que involucraría a los países del tercer mundo de manera productiva y no mediante préstamos impagables. Urge por eso una cumbre entre Trump, Putin y Xi Jinping antes de noviembre. Así, si no gana Trump, al menos se para la guerra.
Si París bien valió una misa, ¿no creen que la paz y el desarrollo material del mundo ―en vez de la especulación improductiva y la guerra financiera nuclear― bien valen aguantar otro poquito al pendejo de Donald Trump?