Por Gabriel Otero.
En 1997 cuando U2 vino a México la mayoría de sus seguidores tuvimos la desgracia de perdernos su concierto debido a que los boletos se esfumaron. En menos de una hora las taquillas telefónicas de Ticket Master colapsaron, los costos de acceso a los lugares preferentes equivalían a la cifra ganada por cualquier obrero sudando la gota gorda durante meses de trabajo.
U2 promovía su álbum Pop en la gira Pop Mart, la novedad tecnológica eran unas pantallas gigantescas para que los que estuvieran en las graderías cercanas al cielo de cualquier estadio del mundo pudiesen escrutar a sus anchas los rostros de Bono, The Edge, Adam Clayton y Larry Mullen Jr.
La gira había iniciado meses antes en el paraíso desértico de Las Vegas, por lo que el grupo fue cuestionado severamente, y en particular a su vocalista Bono, quien parecía haber olvidado su papel de paladín de las causas solidarias. Por eso, sonaba contradictorio que una gira mundial de U2 comenzara en una ciudad fundada presumiblemente por algunas de las preciadas joyas de la mafia italiana.
Había una expectación absoluta para la presentación de U2, aparecieron en las tiendas nuevas ediciones de los álbumes Boy, October, War, Under a Red Blood Sky, Wide Awake In America, The Unforgettable Fire, The Joshua Tree, Rattle And Hum, Actung Baby y Zooropa. La televisión por cable, mediante un contrato millonario, transmitiría en vivo el concierto en pago por evento.
El grupo prometía una experiencia inolvidable en el Foro Sol y así fue, hubo los incidentes normales de histeria y pasones colectivos, nada más y nada menos.
Tres años más tarde los menudos mortales nos enteramos que Ernesto Zedillo Junior, hijito mimado de papi presidente, durante el mentado concierto había intentado traspasar una zona restringida. El cuerpo de seguridad de U2 lo impidió, pero el hijín haciendo valer su condición de vástago con pretensiones de whitexican causó una trifulca entre su escolta y los guardianes del grupo.
El saldo fue fatídico: el jefe de seguridad de U2 lisiado de por vida e impedido para desempeñar su labor y miles de fanáticos frustrados por el obvio temor de la banda de regresar a un país adonde la impunidad de los políticos es absoluta.
Lo llamativo del asunto es que Bono no haya difundido el incidente en ese momento, ¿Amenazas, intimidaciones o una cálida invitación a guardar silencio?, lo normal fue que hasta en enero de 2001 contempló la posibilidad de demandar al exmandatario por las travesuras juveniles de su hijín.
U2 regresó a México en 2006 durante el Vertigo Tour, Bono guardó un mutismo a prueba de fuego y se reconcilió con todo el país nueve años después. Yo los vi en 2011, en el tour 360° en el Estadio Azteca y en The Joshua Three Tour en 2017 en el Foro Sol, dos semanas después del terremoto de la Ciudad de México.
El escenario del tour 360° era impresionante, se elevaba a 50 metros de altura, y fue hasta entonces el más grande construido para un espectáculo, Snow Patrol fue el grupo telonero y el concierto duró más de tres horas con un repertorio alucinante. Fue una experiencia maravillosa reafirmar la música guardada en la memoria que acompaña toda la vida.
En 2017, U2 alegró uno de los momentos traumáticos del imaginario generacional y colectivo, un segundo movimiento telúrico el mismo día con 32 años de diferencia, los sismos de 1985 y 2017 que tristemente coincidieron con mis cumpleaños 20 y 52. El grupo telonero de ese concierto fue Noel Gallagherꞌs High Flying Birds, para el deleite de los seguidores del sobrevalorado Oasis.
Y aunque nadie me pregunte, si tuviera la oportunidad volvería a ver a U2 en una tercera ocasión, aunque la crítica los haya tratado mal desde hace un par de años al calificarlos de caducos y pasados de moda.
A pesar de las malas lenguas, la música de U2 sigue significando mucho.
La primera versión de este texto la publiqué en 2001 en el periódico 7 días de Cuernavaca, Morelos.