viernes, 3 mayo 2024
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“Tus mentiras” la de los Bukis.

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"Vos mentís. Yo miento. Todos mentimos y hasta nos automentimos. Los de Walmart te dicen que no te dan bolsas para tus compras pues ellos están preocupados por el medio ambiente": Nelson López Rojas

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Dicen que el Buki regresa al país en diciembre para cantar “Navidad sin ti” con todos los asistentes. ¡Enhorabuena! Pero este artículo se trata de otra canción.

Vos mentís. Yo miento. Todos mentimos y hasta nos automentimos. Los de Walmart te dicen que no te dan bolsas para tus compras pues ellos están preocupados por el medio ambiente. ¡Par favor! El psicólogo Robert S. Feldman de la University of Massachusetts publicó en el Journal of Basic and Applied Social Psychology parte de un estudio donde descubrió que la gente normal miente, en promedio, 1.75 veces en una conversación de 10 minutos. Es aquí donde la máxima de mi abuela cobra vida y tiene sentido: “Gallina que come huevos, aunque le quemen el pico”. Era una máxima para referirse a una persona que cuando miente o hace algo malo una vez, lo volverá a hacer. Y así es y así ha sido por tanto tiempo en nuestra humanidad.

En mis años de docente he escuchado las mentiras más descabelladas como no-creíbles hasta las más elaboradas e increíbles. Se aprende, a través de los años, a detectar mentiras y el bullshit de la gente. Pero el problema no radica solamente en el individuo que miente, sino en la sociedad que lo acepta y el nivel de indulgencia que se le otorga al mentiroso en distintas esferas de la sociedad y, como salvadoreños, somos muy dados a aceptar las mentiras como parte del día a día y a perdonar al mentiroso juzgándolo sin severidad y hasta olvidando sus mentiras. ¿Quién no recuerda los casos de tantos abogados con títulos falsos? ¿Profesionales con trabajos de graduación plagiados? ¿Escritores con copias de otros escritores? ¿O aquellos que se hacen de un título de doctor honoris causa a como dé lugar? Hemos perdido la sensibilidad ante el mentiroso.

¿Por qué la gente miente? Hacía un negocio con una amiga hace años y yo necesitaba el número de teléfono de un lugar para hacer ciertas compras. Ella me da el número errado intencionalmente. Al confrontarla, me dice que la disculpe, pues se equivocó. La miro a la cara y le digo que si vamos a trabajar juntos, ella tiene que ser honesta o no podremos trabajar en ese proyecto. Se disculpa, pero mantiene su inocencia que se equivocó de número. No le creí. Años después, recordamos el incidente y dice que fue por falta de confianza.

La gente miente por conveniencia, para lograr algo o evitar algo, para evitar algún sentimiento, resentimiento para huir o no afrontar algo o para no sentirse culpable. Existen también mentiras piadosas y se ven como algo natural, es decir, se miente para proteger a alguien o para no herirle sus sentimientos e incluso para no perder a esa persona, como cuando una novia me llamó “Nick” y, a los días, cuando le pregunté, me dice que como ambos nombres comienzan con “N”, pues… simplemente se confundió.

Una de las amigas de mi roommate tenía un novio dominicano que le había dicho que venía al país, pero luego ya no. La roommate le dice a su novio que va a salir a consolar a su amiga destrozada. El novio, quien es muy tolerante y abierto le dice que le traiga tacos aunque sabe que la desdichada va a enmotelarse con su amigo —otra vez.

Eso de los moteles que están por doquier, son tema para otra ocasión. Pensar que en un país tan moralista y con tantas iglesias no existirían, pero parece ser un negocio infravalorado.

Hay tantas razones para mentir que sería imposible listarlas todas aquí. Las hay blancas y negras.  Hay mentiras que no son verbales como cuando la gente que quiere verse más joven se pinta las canas o cuando las mujeres quieren lucir más altas o con un trasero más respingado usan tacones. Hay mentiras que ayudan a una persona a obtener clemencia del otro, en no aceptar la culpa de la situación para que un tercero cargue con dicha culpa y que el mentiroso quede absuelto, como cuando una aerolínea dice que el avión está demorado 5-10 minutos y lo hacen tantas veces que al final terminan diciendo que el avión tenía una avería en el motor. Si se hubiera dicho que el vuelo se cancelaba hubiera causado un malestar en los pasajeros que prefieren que se les mienta y que acepten que era mejor no volar en esa aeronave.

También existen los mentirosos patológicos quienes no consiguen controlar el impulso de mentir, quienes falsean la realidad como vía de escape, para que se les dé atención o simplemente padecen de mitomanía, o sea, los que deforman la realidad para contar su versión de ella.

En la psicolingüística y en la sociolingüística hay un término que se utiliza para situaciones que pueden resultar dañinas emocionalmente y por ello la persona en cuestión decide mentir: save face o salvar la cara, en español. Sin embargo, no hablo de las mentiras “inofensivas” como cuando se dice “ya llego, en cinco minutos” y ni siquiera han salido de la casa; ni hablo del vendedor de mariguanol que se sube al bus y te dice una sarta de mentiras sobre las propiedades curativas del producto; no, hablo de las mentiras intencionales que afectan las relaciones con los demás como cuando, en una discusión de enamorados, uno acusa a la otra persona de haber mentido y la otra persona se defiende diciendo que no lo ha hecho.

Hace años tuve una amiga que daba clases de Zumba todos los martes a las 6. Cierto día llega su novio a buscarla un viernes a las 6, pues ella le había dicho que estaba cubriendo a alguien que se había enfermado. La persona en la recepción, muy amiga de mi amiga, intuyó el problema y para protegerla dice que en esa sede del gimnasio no estaba, pero que creyó haber escuchado que estaba en la sede del otro lado de la ciudad. ¡Ni había clase los viernes, ni instructor que se hubiera enfermado, ni mi amiga estaba en el otro lado dando clase!

¿Y qué decir del “no sos vos, soy yo”?  Es importante observar que mentir no significa necesariamente alterar la verdad, basta con no decir toda la verdad. Hay gente que, al ser cuestionados con una mentira, llora para manipular y controlar la situación. Cuando mi amigo le dijo a su esposa que se fuera de su casa al enterarse de su adulterio por segunda vez, esta le dice entre llantos que no tiene para dónde irse y que no quiere sentirse humillada regresando a la casa de sus padres. Al respecto, Paulo Sérgio de Camargo en su Não minta pra mim, explica las mentiras por omisión, como donde en una entrevista de trabajo el candidato habla de los empleos que ha tenido, pero casualmente “olvida” aquellos de donde fue despedido.

Pero mentir está sociológicamente arraigado a nuestra cultura, y como dijo Rafael Correa “la mentira ha destruido a América Latina”. Quizás porque mintiendo nos salimos de un problema momentáneamente, pues ya se sabe que no hay nada bajo el sol que no se llegue a saber. Mi sobrinito tiró una pedrada y al preguntarle por qué lo había hecho me dijo que él no había sido, aunque yo lo había visto. Otro niño en el mariposario atrapó y destripó una mariposa y me dijo “yo no fui” aún con la mariposa restregada con la mano en su camisa.

Si llego tarde al trabajo no es porque me levanté tarde, o porque no calculé bien mi tiempo y perdí el autobús. No. Llegué tarde porque había una manifestación, porque al microbús se le pinchó una llanta, porque el carro se quedó sin gasolina, porque el semáforo no funcionaba, porque el embotellamiento no nos dejaba pasar. Todo es por culpa de los demás, de los otros, de las causas externas y nunca aceptamos la culpa como nuestra.

Si nos preguntan a qué horas será el encuentro siempre decimos “entre” tales y tales horas para evitar que la gente llegue tarde con excusas ridículas. Las invitaciones a las fiestas las hacen a las 2:00 pm para que la gente llegue a las 3:30 pm Y aun así la gente llega tarde por alguna razón fuera de su control. Y si no ha llegado y se le pregunta a qué hora vendrán siempre dicen que en 15 minutos máximo, cuando están a una hora de distancia. ¿Por qué no decir que están a una hora de distancia?

Se le miente al niño al nacer. Eso que se llama mentiritas, como cuando, con el afán que la cría deje de llorar, se le dice que su madre no se va al trabajo, que solo va a la esquina y que ya regresa; o el “te va a llevar el monstruo si no te dormís” y “ahí viene el coyote”. Les enseñamos a mentir a nuestros hijos desde el Santa Clos y el Lobo malo hasta el “decile que no estoy” y creemos que son mentiras blancas.

Aunque he estudiado comportamientos sociales por años, no me declaro un experto en mentiras y los juicios de valor que emito son puramente conjeturas. Hay gente que miente porque tiene situaciones no resueltas emocionalmente y necesitan mentir para sentirse aceptados o aprobados. Me gusta verles intencionalmente a los ojos a las personas porque de ellos intuyo si mienten o no. Paul Ekman, el prestigioso psicólogo en estudios sobre las mentiras, asegura que la gente que se encuentra en una situación difícil irá a evitar el contacto visual, parpadearán menos y sus pupilas se dilatarán al mentir. Ekman sugiere que hay micro-expresiones que dan la pauta de que alguien te está mintiendo.

La honestidad y la integridad son dos de los valores que más aprecio en este mundo, aunque no sea yo el más íntegro ni el más honesto de los mortales. Si has de salir con una chica solo para divertirte, pues ¡decíselo! Quizás ella busca lo mismo en Tinder. ¿Para qué fingir amor en una relación que no va para ningún lado solo para acallar el qué dirán?

En fin, estamos como estamos porque la mentira prevalece en todos los ámbitos. Ser esnob y elitista es un ideal, una meta que alcanzar, aunque no pertenezcan a dicho nivel y aunque no les alcance para pagar ni el mínimo de la tarjeta de crédito. La falta de ese interés por la veracidad nos aqueja como sociedad y las mentiras de los de arriba nos tienen donde estamos, sumidos en la mediocridad y esperando que un político venga a resolver los problemas que nos aquejan.

Como diría el Buki: “mira lo que han hecho tus mentiras”.

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Nelson López Rojas
Nelson López Rojas
Catedrático, escritor y traductor con amplia experiencia internacional. Es columnista y reportero para ContraPunto.

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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