Por Mario Mejía
Los límites biológicos de la memoria humana, es el impulso principal para el nacimiento de la escritura. Sin la escritura, nunca hubieran surgido las primeras grandes civilizaciones. Sin la escritura la humanidad no hubiera pasado de pequeñas bandas de cazadores recolectores a sociedades complejas con miles y millones de miembros. Porque para que una sociedad compleja se sostenga, es necesario manejar grandes cantidades de información que la mente es incapaz de memorizar. El nacimiento de la escritura trajo consigo el nacimiento del libro. En los libros se han plasmado literatura, ciencia, filosofía, historia, etc.
Parece ser que, existe la idea de que leer libros y promover su lectura, es necesariamente amar el conocimiento o ser culto, y que promover la censura o la destrucción de libros, es ser necesariamente ignorante y fanático. No hay duda de que la ignorancia y el fanatismo, han tenido que ver en la destrucción de libros a lo largo de la historia, pero este fenómeno es más complejo de lo que parece.
Desde los albores de la historia, en todas las sociedades, o al menos en su mayoría, han existido fuerzas políticas, morales y religiosas que han considerado legítimo quemar ciertos libros que contienen ciertos tipos de conocimientos o ideas. Fernando Báez, en su libro ‘’ Historia de la destrucción universal de libros’’, nos dice que, incluso filósofos de la Ilustración, como René Descartes y David Hume, estaban de acuerdo con la quema de ciertos libros. David Hume apoyaba la quema de libros de metafísica y René Descartes apoyaba la quema de los libros antiguos. En el año 213 A.C. Shi Handi, gobernante de la China antigua, ordenó quemar todos los libros excepto los que hablaban de medicina, agricultura y profecía. Entre los libros destruidos, estaban los que hablaban de las ideas de Confucio. Posteriormente, los confucianos perseguían y destruían los textos del budismo. En la Grecia antigua, los poemas de Empédocles fueron eliminados haya por siglo VI. A.C. y los libros del sofista Protágoras, que vivió en el siglo V A.C., fueron quemados. Itzcoalt, cuarto rey de los aztecas en el siglo XV D.C., ordenó quemar aquellas libros que no fueran favorables a su poder y moral, quería crear un antes y un después en la sociedad azteca, y así, hay infinidad de quemas de libros a lo largo de la historia.
Parece ser que, la quema de libros no era un ataque al libro como tal ni era un culto deliberado a la ignorancia, sino un ataque a libros con ciertos tipos de ideas o conocimientos que consideraban equivocados o dañinos para la moral de su tiempo, dañinos al poder político o al modo de organización social. En realidad, creían que al quemarlos estaban combatiendo el error, la ignorancia y la maldad. Para ellos sólo tenían que existir los libros con las ideas o conocimientos que consideraban correctos.
Toda fuerza moral, política y religiosa está predispuesta a censurar o invisibilizar libros con ideas o conocimientos que no le son funcionales, y de esta manera se corre el peligro de invisibilidad conocimientos valiosos para que la humanidad progrese. Tenemos el ejemplo de Charles Darwin, cuya obra ‘’El origen de las especies’’ fue criticado por motivos morales por el obispo de Oxford Samuel Wilberforce. Galileo Galilei que fue obligado por la inquisición a retractarse y al científico Steven Spinker, que actualmente se le intenta anatematizar por sostener que el ser humano no es una tabla rasa.
Pablo Malo, en su libro ‘’ Los orígenes de la moralidad ‘’, nos dice que, la moral tiene un lado oscuro, y una parte de ese lado oscuro impide el avance del conocimiento, por lo tanto, sugiere que se reduzca la moral, porque como he dado a entender en los párrafos anteriores, la moral ha tenido mucho que ver en la quema de libros a lo largo de la historia.
El ser humano no ama el conocimiento en sí mismo, sino en la medida que le sea favorable, este no es algo malo en principio, como seres vivos que somos, es necesario conocer nuestro entorno y a nosotros mismos para poder sobrevivir. Pero el problema es que no todos los seres humanos tienen los mismos intereses, por lo tanto, solamente apoyarán los libros que favorezcan sus ideas de poder, sus ideas morales o su ideal de organización social, aunque esos libros tengan conocimientos incorrectos, incompletos o muy cuestionables.
Obras literarias, filosóficas y científicas han sido víctimas de la destrucción a lo largo de la historia, porque se les acusaba de tener conocimientos no convenientes y o equivocados.
Jonathan Rauch, sostiene que, debemos tomarnos muy en serio la posibilidad de que podemos estar equivocados. A esto se le llama humildad intelectual. Tener en cuenta esto, irá reduciendo poco a poco la tentación de destruir libros, porque quienes han destruido libros a lo largo de la historia, han tenido la arrogancia de creer que saben con absoluta certeza cuál es el conocimiento correcto y cuál es el conocimiento equivocado.