Desde hace unos días vengo escuchando el clamor de organizaciones de la Sociedad Civil, concretamente de la Iniciativa Social para la Democracia (ISD), que solicita al Tribunal Supremo Electoral (TSE) hacer uso de nuevas tecnologías para el escrutinio de las Juntas Receptoras de Votos (JRV) en las elecciones del 2018, esto con el objetivo de garantizar el resultado en un “tiempo prudencialmente aceptable”.
Recordemos que desde el nacimiento del TSE, después de la firma de los Acuerdos de Paz, la institución había presentado los resultados electorales en la noche inmediata a la celebración de las elecciones. Pero en el 2015 fueron las primeras elecciones en la que no se produjo un resultado inmediato, por la complejidad que significó a las JRV contar los votos fraccionados (voto cruzado) y marcas de preferencia (voto por rostro) en la elección legislativa de forma manual.
Hay que tener en cuenta que en el 2015 se realizaron tres elecciones: diputados de PARLACEN, Asamblea Legislativa y Consejos Municipales, lo cual imposibilitó llenar las actas ágilmente, afectando la transmisión de resultados.
Otras voces instan, además, al Tribunal para que la selección de la empresa que realice el conteo de votos, la transmisión y el cálculo de los resultados deba ser de forma transparente y que cumpla con la ley salvadoreña y las normas internacionales desde la licitación; pero sobre todo, que prime la calidad y fiabilidad de la tecnología sobre el “precio más bajo”.
Para que el proceso de contratación sea claro la licitación debe ser abierta a empresas con tecnologías modernas y con experiencia comparable, así como la realizada para la trasmisión electoral presidencial del 2014.
Para variar, el TSE ha declarado en los medios de comunicación que solo dará un resultado preliminar en base a los votos enteros; es decir, dejará para “después” los resultados de los votos cruzados y por rostro, realizando una emisión del escrutinio preliminar sesgada.
Pero, según este órgano de Estado, los votos enteros son suficientes para establecer una tendencia verídica, ya que los votos cruzados “no son suficientes para afectar el número de escaños de un partido”. Estas aseveraciones, por supuesto, no tiene un análisis estadístico de ningún tipo.
Considero que no podemos menospreciar el voto cruzado, que representa -sin duda- un avance para la democracia, ya que la tendencia de este voto es impredecible, dado que la ciudadanía vota por su candidato de preferencia, en vez de votar por un partido determinado.
Para sumar, el TSE todavía no ha definido cómo se van a enviar las marcas por papeleta de los votos preferenciales. No tener este nivel de detalle imposibilita al Tribunal determinar a ciencia cierta los candidatos ganadores por escaños.
Sin duda, la selección de una tecnología apropiada es indispensable, ya que de no usarla en las JRV podría poner en riesgo el resultado electoral, que desencadenaría en una nueva crisis política e -incluso- podría incurrir en delitos. Pero lo más grave es que se podría menoscabar la confianza en las elecciones y la credibilidad misma del TSE.
Esta decisión debe ser tomada de forma rápida y oportuna, pero sobre todo transparente y clara, esto a tan solo 213 días de la fiesta electoral.