Por Grego Pineda.
La tarde del último domingo de abril, me recordó la magnífica película “La Sociedad de los Poetas Muertos”, especialmente las escenas donde los jóvenes estudiantes de un colegio elitista de una sociedad burguesa, hambrientos de vida y emociones, se reúnen en una cueva y allí celebran la libertad en su esplendor y se embriagan con poesía de poetas muertos, y en su frenesí de sensualidad y sensibilidad pactan su amistad y amor a la Poesía.
Previo a esa tarde se había invitado, profusamente, en las redes sociales, a que el pueblo latinoamericano en la zona metropolitana de Washington DC, asistiera a la Peña Cultural mensual, organizada por la Casa de la Cultura El Salvador y el Colectivo Literario Alta Hora de la Noche, e incluso se detalló que habría poetas invitados del pujante “Circulo Literario Letras Vivas de Virginia” y la rifa de una pintura original del desenfadado pintor David Duke Mental.
Todo el esfuerzo publicitario desplegado indicaba, como mínimo, un abarrotamiento por parte de los hispanohablantes letrados o medianamente cultos que asistirían para cobijarse y calentarse con la sabana multicolor latinoamericana que permea el día a día en estas sojonicas ciudades, tanto en Maryland, Virginia o en el mismo Washington DC., pero la poca asistencia al evento merece estas letras.
La población latina en estas tierras, por sus urgencias de sobrevivencia, viven en la caverna platónica y su percepción de la realidad literaria es nula. No los culpo, los abrazo con la compasión cristiana como se abraza a un menesteroso cultural. Pero es necesario hablar de ello para que, poco a poco, tomemos conciencia de aprehender, como necesidad vital, la idea de que la literatura es la vena principal que nos ata al corazón que late dando vida a nuestra condición de hispanos o latinos en las tierras del tío Sam que, a decir verdad, es un tío apócrifo.
No todo es desierto en el panorama comentado, sino, también, existen los oasis que, con sus recursos, limitados pero vitales, viabilizan la vida de los que pernoctan en estas tierras. Los oasis culturales están constituidos y gestionados por organizaciones como las que coordinan las “Peñas Culturales” y recitales poéticos. Los agentes que dedican su tiempo y energía en estas actividades son pocos en relación a la población latina, pero son tenaces.
El oasis más visible y significativo está habitado y dirigido por Jeannette Noltenius, quien es una mujer ejemplar en cuanto a su compromiso con la comunidad latina en general y salvadoreña en particular. Jeannette es la presidenta de la Casa de la Cultura El Salvador, que es una institución legal meticulosamente administrada.
Docenas de artistas: escritores, teatreros, poetas, historiadores, pintores, músicos, críticos literarios y gestores culturales han encontrado apoyo y auspicio con las iniciativas de Jeannette, y a través de sus respetados espacios y credibilidad estimula el crecimiento artístico y búsqueda estética que beneficia a sus creadores, pero también a la Comunidad Latina, porque el arte bien logrado y representado es un aporte constitutivo de identidad y eso consolida los grupos sociales.
Jeannette Noltenius ha presidido por más de siete años la Casa de la Cultura El Salvador, pero por mucho más tiempo ha apoyado con su entusiasmo la trayectoria literaria de los poetas que conforman una especie de sociedad de hecho y que en ocasiones como el último domingo de abril se reúnen en la cueva y otra vez, celebran la poesía y tocan los tambores del entusiasmo. Son pocos, pero son el corazón que vibra del cuerpo latinoamericano.
En nombre de este grupo de poetas, aplaudo la vida y compromiso de Jeannette Noltenius y le expreso la gratitud que le tenemos: Vladimir Monge, Carlos Parada, Sofía Estévez, Alfredo Del Arroyo Soriano, Luz Stella Mejía y otros más cuyos nombres adjuntan. Destaco el longevo aporte del Teatro de la Luna y ese día Marcela Ferlito Walder leyó, con maestría, varios poemas que hicieron memorable la velada.