viernes, 12 abril 2024

Roberto Galicia: “El museo es para una élite a la cual todo el mundo puede pertenecer”

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Entrevista al director del Museo de Arte de El Salvador (Marte), un personaje que aunque no tiene cuenta en Twitter ni Facebook, habla de ellas como si todo el dí­a pasara ahí­

Si hay un hecho histórico “”ineludible”” de posguerra en la biografí­a sociocultural de este paí­s, ese es el nacimiento del Museo de Arte de El Salvador (Marte). Acaba de cumplir 15 años de existencia. Esta adolescencia ha tenido sus turbulencias (como todas en esa época de la vida), pero con mucho regocijo del trabajo bien hecho más allá de la vanidad. Y sobre eso tiene de qué jactarse. Por ejemplo: este recinto artí­stico ha logrado que la población salvadoreña tenga acceso al conocimiento de la obra de Benjamí­n Cañas, Toño Salazar, Rosa Mena Valenzuela, Salarrué, Carlos Cañas, César Sermeño, Julia Dí­az, Garcí­a Ponce y un largo etcétera que raya en la injusticia periodí­stica.

Hablar del Marte requiere de tiempo y espacio, algo que lo uno y lo otro existe cada vez menos en los medios de comunicación, pero una sinopsis atrevidí­sima (otra vez la injusticia periodí­stica) serí­a que en 2018 el museo tuvo una exposición de Sonia Melara. Quizás de las mejores artistas con vida de El Salvador que la censura le hizo salir de su paí­s hacia Nueva York. Y le va bien, of course. Otra más: el Marte tiene en la actualidad una exposición de Francisco Wenceslao Cisneros, discí­pulo de Eugene Delacroix (¡Eugene Delacroix!). Y si lo anterior no basta, César Menéndez “”un peso pesado de las artes plásticas”” montará su obra para este año.

Bueno, a lo que í­bamos: al frente de esta “˜intifada”™ sociocultural está una persona de poco hablar que es pintor, exfuncionario, docente, lector, gestor, anfitrión. También ecléctico y gente de retos (í­ntimos y sociales) que prefiere un hombro antes que una lágrima. Se llama Roberto Galicia (para llegar al tópico de la lágrima tienen que seguir leyendo). Él es el director del Marte.

Este pintor y cabeza del museo no tiene cuenta en Twitter ni Facebook ni Instagram, pero habla de ellas como si todo el dí­a pasara ahí­. No sabe manejar un vehí­culo, pero tiene una buena brújula para sacar adelante a una institución que se convirtió en su proyecto de vida en la salud y en la enfermedad (para llegar al tópico de la enfermedad tienen que seguir leyendo). Tampoco tiene celular, pero es un buen interlocutor entre distintas generaciones de artistas salvadoreños. En su oficina sin computadora surgió esta conversación. La computadora la cambió por libros (siempre hay uno) y ahora mismo lee algo de un premio Pulitzer. El nombre se los debo. Bueno, a lo que í­bamos”¦

El antecedente del Marte es que solo era un manojo de buenas intenciones en un par de cabezas. ¿Por qué dirigir lo que no existí­a en un paí­s tan adverso para el arte?

Yo siempre he sido una persona de retos. Mucho de los proyectos que hay en el medio [escena cultural de El Salvador y en los que estuvo involucrado] no existí­an. El  mejor ejemplo que puedo dar es la Escuela de Artes Aplicadas de la Universidad Dr. José Matí­as Delgado. Asumí­ la dirección cuando la escuela solo existí­a de nombre. Todo fue empezar desde cero. [Otro ejemplo] es la construcción del Museo Nacional de Antropologí­a. Existí­a en algún papel escrito, pero no habí­a nada. Fue un reto muy grande asumir el diseño de ese museo desde la estructura gubernamental hasta comprometerme a sacarlo adelante. La experiencia que habí­a acumulado me hizo correr otro riesgo: meterme en la aventura de la construcción del Museo de Arte de El Salvador. Por suerte terminó bien, porque pudimos haber fracasado en el intento.

En junio de 2015 el director del Marte se enteró de que tení­a cáncer. Tres años después se encuentra bien de salud. / Fotografí­a Tomás Andréu.

Usted es pintor. Asumir la responsabilidad de dirigir un museo no solo quita tiempo, sino que roba espí­ritu de creación. ¿No tiene sentimientos de frustración o de fracaso  artí­stico?

No, porque desde un principio me lo planteé [aceptar la dirección del museo] y llegué a la conclusión de que yo debí­a dejar de pensar en mi pintura y pensar en la pintura. Si bien es cierto que esto ha implicado un sacrificio de mi parte, no me arrepiento. Lo que todo artista ambiciona en su paí­s es que haya un espacio en el que se reconozca y se valore, no solo su trabajo, sino todo el trabajo de los artistas. Yo he estado muy claro de cuál es mi rol y eso me ha facilitado las cosas tanto en el museo como en la relación que Roberto Galicia tiene con el pintor Roberto Galicia. Yo sigo pintando, pero no lo hago con la misma intensidad de antes. Es decir: yo no he dejado de crear. Y toda la creatividad que pueda tener la he puesto a disposición de este museo artí­stico.

Quizás serí­a larguí­simo de responder, pero, ¿podrí­a decirme la anécdota más emblemática que tiene del museo en estos 15 años de trayectoria?

[Silencio.  Gira la cabeza hacia la pared un momento y retoma la conversación]. Lo que más recuerdo es que no me acuerdo de muchas cosas. Fue tal la vorágine en la que andaba que hay detalles que se me han borrado, pero son cosas que salieron bien [rí­e].

Leí­ de un filósofo algo que iba más o menos así­. Lo estoy haciendo a pura memoria: el capitalismo ha  hecho del arte un objeto de puro ornato con fecha de caducidad. ¿Usted qué piensa de esto?

Creo que es una opinión que tuvo su vigencia en algún momento, pero yo considero que en la actualidad deberí­a cuestionarse de manera diferente el arte [en la sociedad]. Al mismo tiempo creo que los grandes intereses de los capitales “”no voy a decir coleccionistas”” están especulando en el mundo del arte. Incluso en  los museos que se han convertido en franquicia y que están siendo implementados en diversas zonas geográficas con el objetivo de producir un efecto como el que se dio con la construcción del Museo Guggenheim Bilbao como polo de desarrollo de una gran ciudad.

Volvamos a lo de la vorágine. Vivimos un tiempo de vértigo en nuestra forma de relacionarnos con la gente y los objetos y con el arte mismo. En ese sentido se ha acuñado que el nacimiento de un museo es el parto de un ente muerto o que los museos en la actualidad son sinónimo de un cementerio”¦

Mire: todas las instituciones deben tener la mirada puesta en lo que sucede en su entorno. Deben ser buenos lectores de su contexto. La capacidad de hacer bien estas lecturas le da cabida [a los museos y otras instituciones] la oportunidad de seguir existiendo, de vivir. Es necesario aprovechar todas las herramientas del  presente. Y esto se hace más evidente en aquellas instituciones que tienen un gran peso histórico que pareciera que son inamovibles, pero lo  cierto es que en el tiempo actual [la obligación] es innovar, es marchar al ritmo del tiempo presente.

¿Y cómo hace el Marte para marchar a ese ritmo?

Nosotros  hemos tenido que correr en muchos aspectos. Mientras nos consolidábamos  y mientras tratábamos de ganar un espacio en el medio nacional, hemos tenido que manifestarnos ante la población como un ente vivo, dinámico y  con las puertas siempre abiertas. Por ejemplo: no solo fue tener una página electrónica del museo, sino también trabajar en las distintas redes sociales. Y no somos conformistas con eso. Nuestra verdadera preocupación es si el que le da “˜like”™ [o retuit] a la información de nuestras actividades en las redes viene o no al museo. Y esto que diré es una opinión muy personal: las nuevas tecnologí­as no van a suprimir o a  sustituir la experiencia de estar en un museo frente a una obra artí­stica. Pero fí­jese en esto también: la gente, más que mirar, quiere que la miren. El hecho de estar en determinado sitio, pues la gente lo reporta [en las redes sociales]. Le voy a comentar algo que leí­ por ahí­ y  que se me ha quedado: las redes sociales acercan a los que están lejos y  alejan a los que están cerca. En cada balance mensual que hay, yo siempre le pregunto a la encargada de las redes sociales del museo: ¿y toda esa estadí­stica cuándo se va a convertir en visitas?

Para esta pregunta sí­ creo que tiene respuesta: ¿me podrí­a dar alguna anécdota de alguna persona que hace posible la vida y el desarrollo del museo?

Hay múltiples historias, pero quizás, quizás la más interesante sea la del fantasma del museo”¦

El Museo de Arte de El Salvador fue inaugurado el dí­a 22 de mayo de 2003. / Fotografí­a cortesí­a del Marte.

¿Ah? ¿Eso es en serio?

Sí­,  claro. Todos los que estamos en este edificio hemos visto cosas sobrenaturales por decir algo. Por supuesto que no le damos la importancia del caso, porque pueden ser lecturas equivocadas de nosotros  en momentos de presión a los que estamos sometidos. Hemos registrado en  los monitores y en las cámaras unas luces que son totalmente irreales. Hace bastante tiempo encontramos huellas en las paredes del museo, pero las alarmas no se activaron. Intentamos seguir los pasos de esas huellas, pero no habí­a forma. Y esto lo digo porque varios (del equipo del museo) tienen historias que contar [al respecto]. Pero que conste: a  mí­ no me ha pasado nunca nada, pero los registros de los equipos de seguridad y vigilancia no han podido darnos una explicación lógica de estas cosas.

Deduzco que se fija en eso y que sale a ver a los visitantes del museo. ¿A quién recuerda durante estos 15 años?

Recuerdo  a unos niños estudiantes de Santa Ana que vinieron al museo. Un periodista pidió imágenes de apoyo y yo hice un saludo. Y fue un saludo hecho para las cámaras, más que un saludo para los alumnos que habí­an ingresado. Terminó la visita y de pronto llegó un chiquití­n de unos siete u ocho años y me dijo: “Director, lo felicito. Qué buen museo tiene usted”. Entonces yo le pregunté: “¿Y cómo sabés que yo soy el director?” Y me respondió: “Yo lo escuché cuando usted estaba en la sala  y nos habló”. Lógicamente eso me llenó de satisfacción. Le pregunté su nombre y me dijo que era Óscar como el de mi abuelo. [Este hecho] lo asocié con la figura de mi abuelo porque a él le guardo mucho respeto y cariño.

Los que hacen posible que el museo siga adelante, ¿cómo  hacen para sacudirse esa concepción elitista que tienen sobre ustedes? ¿O es indiferente?

Yo pienso que esa es una valoración totalmente equivocada. Si vemos a esta institución a lo largo de sus 15 años, pues lejos de ser elitistas hemos sido la entidad que ha marcado el ritmo y el paso de la vida cultural en los últimos años de la historia de El Salvador. Luego de la creación del museo “”y no lo digo por vanidad”” nadie reportaba cuánta gente llegaba a otras instituciones similares a la nuestra. Entonces nosotros empezamos a decirlo. El museo es gratis todos los dí­as para los estudiantes de escuelas públicas y es gratis para toda la gente el dí­a domingo. Lo único que se necesita para venir a este museo es deseo de venir. Si hay gente que no puede pagar el  1,50 o los 0,50 de dólar [esto último para estudiantes de colegios privados], pues puede venir el dí­a domingo que es gratis. Aquí­ no hay ningún requisito para entrar. No se necesita ser un experto para visitar  un museo, sino los grandes museos del mundo estarí­an vací­os. Y en todo caso: si alguien piensa que el museo es para una élite, entonces es para  una élite a la cual todo el mundo puede pertenecer.

La historia democrática del paí­s ha experimentado dos gobiernos: uno de derecha y otro de izquierda. ¿Quién le apostó más al desarrollo sociocultural de El Salvador?

Ninguno. Lo que sucede actualmente en cultura [escena sociocultural] es la suma de los esfuerzos personales de los creadores. No es porque hoy exista una ley [de cultura] o porque recientemente tengamos un ministerio de Cultura. Lo que tenemos ha sido por el deseo y la voluntad y el potencial de los artistas. Aquí­ no se enseña cine, no hay una cinemateca y se está haciendo cine, por ejemplo.

Visitantes observan parte de la muestra "Diálogos en el arte salvadoreño". / Fotografí­a cortesí­a del Marte.

Entiendo que el actual Gobierno del  Frente Farabundo Martí­ para la Liberación Nacional (FMLN) daba apoyo económico al museo. ¿Qué sucedió con eso?

Nosotros recibimos a  cambio de servicios unas transferencias del Gobierno. En algunos casos fue para proyectos especí­ficos y en otros casos en actividades puramente  educativas del ministerio de Educación. Los proyectos fueron aprobados [por el Gobierno]. Con altas y bajas el programa de apoyo empezó a declinar, pero no solo con relación al Museo de Arte, sino también con el Mupi [Museo de la Palabra y la Imagen], el Museo Forma y otras instituciones que recibí­an recursos. Nosotros tuvimos el cuidado de no utilizar absolutamente nada de esos fondos para el sostenimiento del museo, sino para las visitas guiadas y capacitación de maestros. Al dejar de recibir ese dinero, los que perdieron fueron los niños. Y con respecto a la capacitación de maestros, el ministerio de Educación anunció que los únicos que ofrecerí­an esos servicios son ellos, entonces  nosotros dejamos de seguir haciéndolo. Pero buscando formas “”sin decir capacitación”” nosotros mantenemos un contacto permanente con los maestros, pero la dificultad con esto es que ahora no les pueden dar permiso [a los maestros] como se les daba antes ni pueden ser validadas otras capacitaciones que damos a los docentes. La buena noticia es que a  todo esto le estamos dando un giro gracias al apoyo de una fundación. Hemos contratado a una experta en educación en museos (Amparo Moroño, española). La idea es renovar todos los proyectos educativos del museo.

¿Y  cómo ve que un maestro de profesión, exministro de Educación y actual presidente (Salvador Sánchez Cerén) le recorte presupuesto no solo a Salud, sino también a Educación?

Mire: ha habido una crisis económica muy seria y el Gobierno al no tener, pues empezó a limitar sus  programas de ayuda. Y ahí­ nos fuimos nosotros [rí­e]. Pero recuerde algo: por mucho interés que usted tenga en algo, si las finanzas del Estado no se lo permite, pues”¦ Uno solo ve que algunos fondos del Gobierno se están utilizando para otras cosas que no tienen una mí­nima trascendencia. O no llegan a impactar de una manera positiva a la ciudadaní­a.

Y dejando fuera los eventos oficiales y la inauguración de actividades artí­sticas, ¿a qué polí­ticos ha visto “”por gusto propio”” en el museo durante estos 15 años?

Yo salgo en diferentes horas a dar una vuelta por las instalaciones del museo y jamás me he encontrado con un polí­tico.

Y después de 15 años de trayectoria, ¿a qué artista y a su obra le gustarí­a ver en este museo?

Tenemos  un par de deudas pendientes. Por ejemplo: Benjamí­n Cañas y Ernesto “˜San”™ Avilés. Más pronto que tarde, el museo hará esas exposiciones. No es fácil, pero lo haremos.

El arte es sinónimo de vida y dinamismo. Con toda la experiencia que tiene, ¿ha cambiado su concepto del arte y de la forma en que se manifiesta en la actualidad?

Uno  de los grandes retos que tiene uno como creador es estar consciente de todas sus potencialidades, pero también de sus limitaciones. Si uno decidió ser pintor, pues uno tiene que tratar de ser buen pintor y no querer empeñar sus ideales ni su forma de ver la vida simplemente por estar a la moda. Lo que trato de decir es que las formas de ver han cambiado notablemente. Muchos [de los pintores] trabajábamos potencialmente para hacer algo exhibible, ahora importan más los procesos y no el resultado final. En ese sentido, el museo se está jugando una buena partida al presentar “Diálogos en el arte salvadoreño”  [es decir: una exposición temática en dos secciones, “Donde hubo fuego”¦  arte contemporáneo” y “Entre realidad e imaginación. Arte del siglo XX”] que es una muestra de arte salvadoreño en el tiempo, pero a la inversa. O sea: del presente hacia el pasado. Esto puede ser un choque para el público que está más acostumbrado a la contemplación. Realmente puede ser un choque grande, pero es la única forma que el museo tiene para conectar con la realidad. Y los que más fácil asimilan lo que estamos presentando actualmente son los niños y los jóvenes, porque son producto de estas circunstancias y del acceso que tienen a los diferentes medios de comunicación y a las nuevas tecnologí­as. [Los pintores de antaño] crecimos con la idea de que un cuadro de pintura, si  se apartaba de la realidad, entonces dudábamos del artista. Mirábamos un abstracto y nos preguntábamos si eso era pintura o no.

Reforcemos  la idea. Usted dice que “ahora importan más los procesos y no el resultado final”. ¿Entonces estamos hablando de que la concepción ortodoxa del arte puro y duro perdió terreno y le ha dado paso más al arte contemporáneo?

Exactamente. Es así­.

El Sumpul (1984) de Carlos Cañas (1924-2013). Fotografí­a cortesí­a del Marte.

¿Y esto usted cómo lo ve? ¿Le hace ruido?

Es  que esto yo lo veo como un sí­ntoma de los cambios y del presente. Ahora  sentimos que todo corre. Vivimos tiempos acelerados, aunque el tiempo sigue siendo el mismo. Pero siempre se ha dicho que cada dí­a trae una manera de ver. Y a eso tenemos que enfrentarnos los creadores sin poner condiciones previas. Tenemos que asimilar estos tiempos. Ojo: no es obligación aceptar [las nuevas narrativas artí­sticas].

Y en general, ¿qué balance hace del rol de los medios de comunicación en el ámbito del arte, de las expresiones culturales del paí­s?

Hay presencia de los medios, pero en lugar de crecer, o están decreciendo o se están estancando. Creo que todas las instituciones y los creadores de  este paí­s siempre andamos buscando apoyos para difundir nuestro trabajo. Los medios alternativos se están abriendo paso, pero los medios  tradicionales aún son clave para informar y para formar públicos.

Bueno, son 15 años. ¿Y ahora cuál es el reto?

El  gran reto del Museo de El Salvador es mantener las puertas abiertas. Cada vez es más difí­cil. Nos falta muchí­simo por hacer. Tenemos que ingeniárnosla cada dí­a para tener más acceso a recursos y a más apoyos que nos permitan mantener un programa de excelente calidad como lo hemos  tenido hasta ahora.

Esta pregunta la dejo a su libre albedrí­o,  puede responderme o no. Sé que tuvo cáncer. ¿Cómo sobrellevó esto mientras se mantení­a como director del museo?

Mire: ahora estoy bien. Enfrentarme a la realidad del cáncer fue un momento sumamente difí­cil”¦ Yo no voy a sentarme a quejarme o esperar que venga la muerte. Lo primero que hice “”muy aparte de mi relación con mi familia”” fue venirme aquí­ a mi oficina con el diagnóstico de los médicos. Reuní­ al equipo del museo y les dije: “No quiero compasión ni lástima ni lágrimas. Yo lo que quiero es que me echen el hombro para sacar adelante este proyecto”. Mi salud ha seguido “”gracias a Dios”” el mejor de los caminos.

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*Las imágenes de la infraestructura y de las obras artí­sticas que acompañan esta conversación pertenecen al Museo de Arte de El Salvador y están sujetas a  derechos de autor. Su sitio electrónico es: http://marte.org.sv.

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