sábado, 7 diciembre 2024
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Retrumping forbidden better for Biden

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A tres días de las elecciones presidenciales en los Estados Unidos, todas las encuestas que circulan en los medios de comunicación a nivel mundial le dan una clara ventaja al candidato demócrata Joseph Robinette „Joe“ Biden, Jr., sin embargo,  la reciente experiencia electoral  en ese país  demostró que sí es posible que un sujeto político dado por muerto electoralmente resucite al tercer día y se declaré con bombos y platillos presidente de la nación más poderosa del planeta tierra, habiendo logrado un número menor de votos que su contrincante.  Este hecho provocó hilaridad en el vencedor y mucha tristeza, en Hilaria Clinton.

No obstante, está “particularidad” norteamericana en el proceso electoral radica en el hecho que la elección presidencial en EE. UU. es una votación indirecta, es decir, los candidatos no son elegidos directamente por el voto de los ciudadanos. Este procedimiento está contemplado en el artículo II de la Constitución Política de los Estados Unidos de 1787. En realidad, lo que los votantes eligen con su voto, es el llamado Colegio Electoral que está compuesto por 538 electores provenientes de todos los estados. Lo cual significa que el candidato que reúna la mitad más uno, es decir, 270 electores es declarado vencedor de los comicios.

Ahora bien, no todos los estados federales tienen el mismo peso específico, puesto que la importancia y relevancia entre los mismos depende del número de electores que a cada estado le corresponde. El número de los electores es proporcional a la población y a la cantidad de congresistas que lo representan, tanto en la Cámara de Representantes como en el Senado. De tal manera que, verbigracia, el estado de California, Texas o Florida cuentan con 55, 38 y 29 electores respectivamente. Mientras que Alaska, por ejemplo, tiene solamente 3 electores. Es por esta razón que los candidatos concentran tradicionalmente su estrategia electoral en los estados de mayor importancia.  

Más allá de la complejidad del proceso electoral norteamericano que data del siglo XVIII y que está íntimamente ligado a los orígenes históricos de los EE. UU. la pregunta clave es: ¿Qué pasará sí Donald Trump pierde las elecciones?

Sí se toma en serio las bravuconadas del presidente expresadas en las últimas semanas, habría que esperar un escenario caótico y beligerante a nivel político, social y constitucional nunca visto en la historia del país. Según mi opinión, este hipotético escenario no ocurrirá. Y, en el caso que así fuera, sería síntoma inequívoco del declive y deterioro de la sociedad norteamericana y de la putrefacción de los poderes del estado, solo comparable con las “repúblicas bananeras” del siglo pasado en América Latina.

Hace cuatros años el mundo entero vio en el histriónico y egocéntrico magnate norteamericano Donald Trump a un payaso mediático. Hoy, esto no cabe la menor duda: Trump es un auténtico payaso y un político peligroso.

Honestamente ignoro sí Joe Biden es el candidato idóneo para asumir la presidencia de la nación, pienso, eso sí, que de resultar ser él el nuevo presidente de los Estados Unidos, hará muy feliz a gran parte de la humanidad. Aunque solo sea por un brevísimo momento.

Por eso pienso que es mejor votar por Biden y evitar así la reelección de Donald Trump.

 ¡Retrumping forbidden better vote for Biden!

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Roberto Herrera
Roberto Herrera
Columnista y analista de ContraPunto. Salvadoreño residente en Alemania. Ingeniero graduado en electrotecnia, terapeuta ocupacional independiente con especialidad en pediatría y neurología. Narrador y ensayista.

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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