Por Kriscia Vásquez
El estudio más interesante del hombre es, sin duda alguna, él mismo; es uno de los seres más intrigantes sobre los que la filosofía ha reflexionado desde la antigüedad. Hay en él algo nuevo por discutir y se sigue haciendo un enorme esfuerzo por conocerle. “El camino de la filosofía”, (Editorial Universidad Don Bosco, 2011) desde su inicio, se sumerge en la exploración de este ser y su condición humana. Marcelino Villaverde, nos da un recorrido por las diversas ideas y paradojas que la filosofía medita en cuanto al hombre y su mundo. A través de sus páginas nos deja ver la complejidad de este ser, que llega a convertirse en poco o mucho, en la medida de lo que decida hacer con las posibilidades que se encuentra en el camino de la vida, un camino lleno de sendas que recorrer y encrucijadas a enfrentar, que empieza con su nacimiento y termina cuando deja de existir.
“El camino de la filosofía” hace un recordatorio importante, cada uno de nosotros somos, antes que nada, seres individuales, únicos. Esto es un estímulo para hallar nuestra identidad y animarnos a crear una realidad en la que no tengamos que cerrar los ojos para solo dejar la vida pasar porque no nos agrada. El contenido de este libro, de cierto modo, inspira nuestra capacidad de hacernos cargo de nosotros mismos. Nos invita a trazar un camino y encontrar nuestro propio sentido por el cual caminamos.
La estructura del libro permite darle protagonismo a cada apartado, un hecho que nos permite apreciar las palabras con un ritmo bastante agradable, fluido y preciso. Villaverde busca, sobretodo, sembrar en el hombre la fe en sí mismo para recoger pequeños frutos, como los de un jardinero. Trata de devolverle la mirada y reafirmar que para ser humano no basta con nacer hombre o mujer.
La lectura de esta obra está dirigida para conquistar el que ha sido el objeto de la filosofía desde sus orígenes: iluminar los caminos del hombre para que pueda construir una felicidad perdurable. La información que aporta es muy amplia y está rigurosamente seleccionada, reúne diversos temas sobre el mundo actual y la cotidianidad en la que cada uno de nosotros estamos inmersos. Para ello, se citan a varios autores, en su mayoría filósofos y escritores, quienes nos han legado conocimientos que son útiles de retomar. Estas personas son los instrumentos de Villaverde, quien se ayuda de sus narrativas para presentar una perspectiva filosófica fresca. Cada autor ha comenzado un camino con sus pensamientos y el expresarlos a través de la historia ha abierto nuevos horizontes para la comprensión de la vida.
Como problema filosófico se nos habla acerca de la responsabilidad. El hombre está relacionado directamente con todo lo que lo rodea, así que debe ser responsable de sus actos porque afectan a los demás. No debe responder solo de sí mismo y descuidar al otro, porque el otro también llega a verse afectado por sus acciones. Es así que como seres humanos tenemos que tener en cuenta que somos responsables de nuestra estancia en el mundo, aunque no haya sido nuestra elección haber llegado a él. Esto representa un gran desafío pero también una esperanza, la de formar una conciencia que se preocupe por el cuidado de las cosas. De esta manera, nos podremos unir a las fuerzas que intentan recuperar el equilibrio que hemos perdido tan rápidamente en el mundo.
“El camino de la filosofía” es una obra reveladora con mensajes bastante claros que toca problemas que van desde lo personal hasta lo global, con descripciones y conceptos que enriquecen al lector. Nos muestra que el hombre está destinado a la grandeza aunque se desvíe para encontrarla y que vivir una vida llena de amor es la verdadera fórmula para forjar un camino personal que nos lleve a la plenitud y a la sobrevivencia de la muerte. En su desenlace, nos devuelve el ánimo de pensar en todas las cosas críticamente, volviéndonos esto más humanos y menos insensibles. Expresa reflexiones de valor y plantea que hoy más que nunca es necesario creer en el hombre y comprender que éste puede actuar conforme a lo que quiere, puede tener su destino en la palma de la mano y encontrar respuestas en el camino del pensamiento. Debe cultivar esa parte intelectual para encontrarse a sí mismo y valerse del lenguaje para comunicarse con su entorno, lo que le permitirá despojarse de su soledad.