jueves, 10 octubre 2024

Represión contra el P. Ábrego victimizó 7 personas entre familiares y amigos

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De acuerdo a los familiares, el objetivo o el blanco de ataques era el padre Ábrego, pero sus victimaros usaron el "concepto de eliminar al señalado, sin dejar testigos". Foto de portada: P. Abrego, con guayabera blanca; todos los hombres de esa imagen fueron víctimas de militares o escuadrones; a la derecha del religioso es Luis Felipe, cuyo cadáver fue localizado

Un crimen poco conocido, pero muestra la barbarie en contra de la Iglesia católica salvadoreña en los años de la guerra civil (1980-1992). Fue el caso del padre Ernesto Ábrego, quien fue durante un tiempo párroco de la pudiente parroquia de San Benito, en San Salvador.

Este es el recuento de los hechos que se mantienen en la impunidad 40 años después. "El 23 de noviembre de 1980, el padre Ernesto Ábrego venía de Guatemala a El Salvador por carretera (la Panamericana), junto con su hermano Guillermo Salvador Ábrego y dos mujeres, madre e hija. Nunca llegaron a su destino ni aparecieron…"

Al no tener noticias de su hermano Ernesto y demás acompañantes, Luis Felipe emprendió la misma ruta en compañía de Jaime Antonio Bolaños; a su regreso a Guatemala, fueron asesinados y sus restos humanos fueron encontrados y reconocidos el martes 2 de diciembre de 1980 en el cementerio de Juayúa, departamento de Sonsonate. 

Otro hermano del sacerdote, Carlos, residía en el vecino país (Guatemala) y fue convocado a una cita en un hotel capitalino a la cual acudió y de la que nunca más volvió. Los delitos se atribuyen a los militares o a escuadrones de la muerte.

En los testimonios de los familiares del religioso Ábrego, se índica que fue amenazado en varias ocasiones; debido a ello, su jefe y amigo, Monseñor Oscar Romero, le otorgó un permiso para residir y oficiar misas en Guatemala.

En su diario, el ahora santo Romero menciona en cinco ocasiones al padre Ábrego. En la última, el 13 de diciembre de 1979, el cuarto arzobispo de San Salvador cuenta que ese día viajaron juntos a Suchitoto, departamento de Cuscatlán. Durante el mismo, a la ida y a su regreso, platicaron “de cosas muy interesantes. Sobre todo, de problemas de nuestro presbiterio”. “Procuraré ‒expresó monseñor Romero‒ tener más cuidado y atención ya que constituyen la parte principal de nuestra pastoral, y hay peligros de incomprensiones y también de divisiones. Yo le pido al Señor que no libre de todos estos males y que nos dé un clero unido, santo, eficiente, para nuestra situación”.

Lo anterior es muestra de la confianza que había depositado el pastor en este joven sacerdote, quien entonces acababa de cumplir 35 años y fungía como párroco de San Benito, colonia residencial que era y sigue siendo una de las más exclusivas de San Salvador. “Recuerdo a Ernesto ‒asegura su hermana Claudia, integrante de VIDAS‒ como un hombre entregado absolutamente a su misión sacerdotal, profundamente inspirado por la teología de la liberación y por el liderazgo de monseñor Romero. 

"Hombre brillante, disciplinado, con gran sentido ético de la vida, de carácter fuerte, amoroso hasta más no poder con su familia y sus amigos. Generoso con los más pobres y necesitados”, recalca un comunicado de Víctimas Demandantes (VIDAS).

De acuerdo a los familiares, el objetivo o el blanco de ataques era el padre Ábrego, pero sus victimaros usaron el "concepto de eliminar al señalado, sin dejar testigos".  Así victimizaron a siete personas en total: a cinco desaparecieron y a dos los localizaron asesinados y sepultados como desconocidos en un cementerio del occidente de El Salvador.

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