domingo, 14 abril 2024
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Razón, ilusión y vida

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"Los humanos subestiman su propia ignorancia y sobreestiman su propio saber y capacidad de entendimiento": Mario Mejía.

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“Todo el mundo sabe  que, en el fragor de una   discusión, todos  decimos cualquier cosa con tal de apoyar nuestra causa”.

Robert Greene.

Por: Mario Mejía.

A las personas les gusta verse a sí mismas como honestas y como poseedoras de  conocimientos correctos de la realidad, o de ciertas áreas de la realidad. A nadie le gusta reconocer su ignorancia sobre la realidad o áreas de la realidad que creen conocer.  Un abogado no reconocerá que quizás no sabe tanto el área de derecho de la  cual es  experto, lo mismo aplica a otras profesiones y trabajos. También, difícilmente alguien reconocerá que su visión general  de la vida no es correcta, o no totalmente correcta, tanto en lo fáctico como en lo moral. Las personas en general tienden a creer que están en lo cierto, se sienten seguras en sus convicciones, creen que sus ideas  son un reflejo del mundo tal y como es.

Es parte de la naturaleza humana la tendencia al autoengaño. Nuestro cerebro viene equipado con ilusiones y sesgos cognitivos que distorsionan  la realidad y que nos hace creer cosas que no son.  Gracias a estos sesgos e ilusiones, a  los humanos les encanta tomar como verdades completas  a las medias verdades y a las falsedades.  Claro, esto no quiere decir que estos sesgos e ilusiones no tengan  utilidad, de hecho, sirven para maximizar las probabilidades de supervivencia y reproducción. Es parte de nuestro diseño evolutivo.

Los humanos subestiman su propia  ignorancia y sobreestiman su propio  saber y  capacidad de entendimiento, lo que provoca tragicomedias en la existencia humana. Jonathan Haidt, psicólogo moral,  utiliza la metáfora del jinete y el elefante para explicar el funcionamiento de la mente humana.  El jinete es demasiado pequeño para dominar al elefante, es el elefante el que dirige al jinete, por lo que, el jinete dirige al elefante hacia el camino que el elefante ya decidió ir, y aunque el jinete puede hacer alguna influencia  sobre el elefante, es el elefante el que domina. El elefante es el 90 por ciento de la mente y el jinete es el 10 por ciento de la mente. El elefante es la intuición, lo visceral,  lo automático e  inconsciente, y  el jinete es la razón o el pensamiento reflexivo y consciente.  Esto quiere decir que, lo racional está subordinado a la intuición o  irracionalidad, lo racional justifica lo que la intuición o irracionalidad  quiere o cree.  Hugo Mercier, también sostiene algo similar. La racionalidad no es algo para buscar la verdad sino un abogado de las ocurrencias de la irracionalidad o intuición.

Con semejante tipo de mente que los humanos heredamos de la evolución, no sorprende las escandalosas   falsedades o mentiras en que las   personas han creído a lo largo de la historia, también, no sorprende los razonamientos escandalosamente equivocados y otras ilusiones que las personas creen en su vida cotidiana. Tenemos la ilusión del mundo justo, que fue acuñada y descubierta por Melvin Lerner. Esta ilusión consiste en asumir que, el universo es un lugar ordenado y justo, donde cada quien recibe lo que merece. Si eres bueno y tomas buenas decisiones, tendrás necesariamente premios o recompensas, y si eres malo y tomas malas decisiones, necesariamente sufrirás o serás castigado. Esta creencia lleva a culpar a las víctimas de violencia, de enfermedades o de cualquier otro hecho desafortunado que les suceda. Se asume que se  merecen su sufrimiento porque algo malo habrán hecho. Obviamente la verdad es que no vivimos en un universo que sea justo,  el universo no da  cada quien lo que se merece.  El universo en que vivimos, nada más es un universo causal y azaroso, donde hay inocentes que son víctimas  de  castigos,  enfermedades y otros tipos de sufrimientos, y malos  que son recompensados o que nunca son castigados por el sufrimiento que han causado  a otros. La ilusión del mundo justo fomenta la falta de empatía y  la falta de solidaridad.

Tenemos la ilusión del libre albedrío, la creencia de que las personas poseen una libre voluntad, por lo tanto, son moralmente responsables. Esta ilusión del libre albedrío nace del instinto primitivo de venganza,  del deseo de justificar la venganza bajo la figura de ‘’castigo justo“. Las propagandas políticas más exitosas son aquellas que responden a las ilusiones y prejuicios  preexistentes en la población.

Las personas creen lo que quieren creer, buscan sólo estudios científicos que confirmen o refuercen  sus prejuicios o lo que quieren que sea verdad. Aceptan sólo razonamientos y opiniones que confirmen o refuercen los razonamientos y opiniones que ya tienen, creen en rumores sólo porque les halaga los prejuicios o lo que quieren que sea verdad.  Tienen un gran talento en racionalizar sus prejuicios e ilusiones, haciéndolas pasar por verdades irrefutables. Y lo hacen sólo porque les da utilidad, pero el hecho de que las ilusiones y prejuicios sean útiles, no quiere decir que reflejen la realidad tal y como es, a lo sumo tal vez una media verdad.

Los humanos son criaturas complicadas,  sus ilusiones y sesgos cognitivos les da beneficios para,  lograr la cohesión social que les permite maximizar las probabilidades de supervivencia y reproducción, pero también  causan grave daño a sus semejantes..Espero que al leer este breve artículo, no te sorprendas al notar las creencias defectuosas que tienen las personas, su arrogancia y testarudez en defender sus razonamientos defectuosos e ilusiones, para que así seas más tolerante y compasivo. Y también, para que comprendas la  importancia de promover el pensamiento crítico, el escepticismo racional  y el racionalismo científico.

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Mario Mejía
Mario Mejía
Artista salvadoreño y columnista de ContraPunto.

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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