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Que ruede el balón… cuadrado

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(A propósito de la octogonal mundialista y otros anhelos)

El 26 de octubre de 1863 en Inglaterra nació oficialmente el fútbol cuando se creó la Football Asociation y se definieron sus reglas: número de jugadores, posiciones de estos, dimensiones del campo, tiempos de juego, tamaño de las porterías y uso del balón, entre muchas otras. 

La práctica del balompié se expandió rápido por el mundo, nacieron clubes en Europa y América para posteriormente posicionarse en la preferencia de cientos de millones de personas.

La Federación Internacional de Fútbol Asociación se fundó en 1904 por el auge de este deporte en el planeta, actualmente cuenta con más países afiliados que la Organización de la Naciones Unidas. 

El fútbol es un deporte de convenciones, producto de criterios establecidos, fáciles de aprender y practicar como que el portero es el único que puede tomar el balón con la mano siempre y cuando no se salga del área grande.

¿En qué lugares se juega fútbol? en calles, azoteas, llanos, polvaredas, casas, patios, jardines, parques, en espacios grandes y pequeños siempre hay un lugar para la gambeta, el cabeceo y los sueños.

En México los especialistas difieren sobre el lugar de nacimiento del fútbol vernáculo: unos afirman que el sitio fue Orizaba, Veracruz, en donde se tienen registros de la formación de un club en 1898; otros enfáticos reiteran que fue en Pachuca, Hidalgo, cuando se realizó el primer torneo en 1902.

Y a más de un siglo de su surgimiento, han habido pocas modificaciones en sus códigos: la inclusión del cuarto arbitro, el uso de diademas, el juego limpio y el utilizar pantallas para analizar jugadas polémicas y pifias arbitrales.

En ese contexto, las aportaciones de El Salvador al fútbol han sido significativas: en lugar de jugar con un balón esférico se innovó mediante el uso de balones triangulares y cúbicos, el problema era que costaba que rodaran ocasionando rudeza al patearlas. Esta práctica muy pronto se propagó en países vecinos como Honduras, Guatemala y Costa Rica, aunque nunca ha sido reconocida por la FIFA.

Un visionario, Don Fernando Marcos, jugador, cronista deportivo y director técnico de la selección mexicana en 1959, denunció valientemente esta ventaja en 1981 cuando se realizaban los juegos de la hexagonal mundialista en Honduras, jugar con un cubo es similar al uso de esteroides por sus efectos: huesos, muslos y pantorrillas de acero y un genio de los mil demonios porque requiere pericia patear algo que no gira.

Don Fernando, poco avezado en cuestiones geométricas, solo vio un lado de los seis que tiene el cubo y desde entonces se descubrió que los bárbaros salvadoreños jugaban con pelota cuadrada.     

En la hexagonal de 1981 de la Confederación Norte Centroamericana y del Caribe de Fútbol (CONCACAF) participaban además del país sede: México, El Salvador, Cuba, Canadá y Haití quienes pelearían dos boletos para el mundial de España 82.

Eran las catacumbas del balompié, México sobresalía no tanto por su fineza con el balón sino por la fuerza de poseer cadenas de televisión que lo colocaban en la mira. Los mexicanos en Argentina 78 soñaban con ser campeones mundiales hasta que Túnez, Polonia y Alemania bajaron con 12 pedradas de su nube a Pilar Reyes, a “Gonini” Vázquez Ayala, Leonardo Cuellar, Víctor Rangel y al “Niño de Oro” Hugo Sánchez  para recordarles que llegar a la cima requería talento y no sólo kilómetros de lengua. Tras el fracaso, muy raro en México, no faltó quien solicitara la crucifixión cabeza abajo del técnico José Antonio Roca.    

A los salvadoreños les faltaba la costumbre de jugar con la pelota redonda, voluntariosos corrían tras ella como hormigas que se arrebatan un granito de azúcar, ¿quién podía culparlos? volaban en el pasto como si se les fuera la vida en ello, no era para menos, en su país recién iniciaba la guerra civil y las balas eran raudas.

A los hondureños se les presentaba una oportunidad brillante de recuperar el prestigio perdido con la llamada “Guerra del Fútbol”, lo poco que se conocía de Honduras en el mundo eran sus bananos y en un gesto de concordia con El Salvador estuvieron a punto de jugar con pelota cúbica, cuestión que fue rechazada por cubanos, canadienses, haitianos y mexicanos. Claro, si había esa deferencia entre centroamericanos ¿por qué no utilizar el puck para hockey y la pelota beisbolera? Después del forcejeo todos adoptaron obedientes las reglas.

Los partidos entre caribeños fueron aburridísimos, un homenaje al cloroformo ¿qué interés podía tener un Haití-Cuba? salvo el enfrentamiento entre babalaos, las invocaciones a Shangó en los vestidores y las mentadas de madre en creole.

Los boletos al mundial, naturalmente, se disputaron a patadas entre México, Honduras y El Salvador. Los mexicanos, como siempre, se quejaron del arbitraje y de la hostilidad de los aficionados, los salvadoreños conminaron a Don Fernando Marcos y Don Ángel Fernández a no pararse nunca en el Valle de las Hamacas por difundir las intimidades pamboleras de la patria, los hondureños se solidarizaron con los salvadoreños y al final pisaron los callos de los mexicanos para eliminarlos del mundial.

Treintainueve años después, de amaños y otras rarezas recién descubiertas, la historia caprichosa parece repetirse con otros personajes y un par de países más aderezando la ensalada futbolera mientras rueda el balón cuadrado.

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Gabriel Otero
Gabriel Otero
Escritor, editor y gestor cultural salvadoreño-mexicano, columnista y analista de ContraPunto, con amplia experiencia en administración cultural.

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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