martes, 16 abril 2024

Poder absoluto

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Las democracias occidentales tienen diversas formas para limitar el poder a sus gobernantes, por ejemplo, la bicameralidad que comprende de dos cámaras en el congreso que permiten la reflexión, o bien el poder ejecutivo manda un proyecto de ley a la cámara baja y ésta decide si pasarla a la cámara alta para su aprobación. El otro, un sistema unicameral de voto en el parlamento que puede forzar un cambio en el ejecutivo de forma más expedita. Cada país tiene su forma, pero la esencia viene siendo la misma, ninguna democracia madura y sensata le otorga el poder absoluto a un gobierno, aunque éste haya obtenido la mayoría de los votos en su respectiva elección.

El Salvador ha logrado que su sistema de pesos y contra pesos pueda limitar el abuso de los gobernantes y esto no se da de forma automática, se debe a la responsabilidad de ciudadanos comprometidos que han dado el debido funcionamiento a las instituciones y que es parte de funcionalidad de la democracia.

En esta situación debemos ser pragmáticos, los poderes deben ser regulados y cada uno supervisar su ejercicio como lo establecen sus funciones, y en ocasiones el poder judicial está para aclarar cuál es la función de cada uno. No debe existir subordinación entre los poderes del Estado, sino estaría perdiéndose la esencia del balance equilibrado. Entregar el poder de forma absoluta al gobernante estaríamos cayendo en una sumisión que podría el ejecutivo lograr cambios de alto calado para beneficios particulares, simulando beneficioso a la población como ha sucedido en Nicaragua y países suramericanos.

Nuestra democracia a pesar de ser prematura y frágil, ha alcanzado avances muy significados desde los Acuerdos de Paz hasta la fecha. El comportamiento social y político ha estado marcado de fuertes choques entre los poderes del Estado, un disgusto social hacia el poder legislativo y el poder judicial, abonado por una campaña de deformación desde el oficialismo, nutriéndose del descontento social hacia la clase política desde las elecciones presidenciales de 2019.

Una cosa es clara, el descontento social hacia la oposición por las malas gestiones gubernamentales y de más acciones que son totalmente reprochables, no es sinónimo de entregar el poder absoluto al partido gobernante o a sus aliados partidarios. La valoración exhaustiva del comportamiento legislativo y judicial debe imperar a la hora de votar, la sensatez debemos ponerla en práctica, en este sentido el voto por rostro es una opción muy aconsejable.

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David Pérez Ascencio
David Pérez Ascencio
Columnista de ContraPunto
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