Por: Gabriel Otero
Los apodos suelen llevar altas dosis de crueldad, nadie sabe de donde surgen y de tanto repetirse se funden con el lenguaje popular. Algunos se transforman erróneamente en gentilicios y los naturales o nacidos en regiones, estados o países son conocidos después por sobrenombres desafortunados que a la luz del tiempo tienden a perder su trasfondo despectivo.
Lo incierto se torna preciso, a los nacidos en el hermoso estado de Puebla, cuna del mole, los chiles en nogada y las chalupas se les acredita mundialmente como “Pipopes”: “Pinches Poblanos Pendejos” o “Pieza Poblana Perfecta” haciendo propia la alusión a la bellísima cerámica de Talavera, según afirman los más optimistas.
El origen de la palabra “Pipope” es confuso, se dice que germinó a raíz de la invasión de Estados Unidos a México, en el que éste perdió Alta California, Utah, Arizona, Nuevo México, Nevada y gran parte de Colorado y Wyoming, más del 51% de su territorio y que en Puebla se recibió con honores y vítores al ejército invasor.
El desliz histórico inmortalizó a los poblanos con un epíteto no tan heroico. Otras versiones aseguran que ser Pipope es una actitud vital, la sociedad poblana es hermética y religiosa, siendo estas sus principales características.
Por otra parte, se conoce como “Guanaco” al nativo de El Salvador, país ubicado en Centro América, en el que se asevera que sus habitantes poseen la particularidad de ser muy trabajadores.
“Guanaco” tiene diferentes acepciones: la primera, referida al camélido antecesor de la llama y la vicuña, bestias cuya carne y pelaje son muy socorridas en Sur América; la segunda, relacionada a la persona tonta o simple; y la tercera, la que atañe al adjetivo de “aldeano”.
Tampoco se sabe de la raíz histórica o antropológica de este apelativo peyorativo asumido como propio por algunos salvadoreños, porque hay que ser muy tonto como para sentirse rumiante y muy aldeano como para pregonarlo por todas partes*
Tanto “Pipope” como “Guanaco” son insultos, aunque sean asumidos de diversas formas, en el caso de los primeros no conozco a un solo poblano que le guste ser llamado así, en el caso de los segundos revivimos una añeja discusión entre salvadoreños, porque no faltará quien justifique su orgullo nacional de lanzar escupitajos a diestra y siniestra y que se sienta feliz como todo guanaco silvestre de poseer su harem particular, rasgos distintivos del camélido sin joroba en vías de extinción.
Por eso es preferible decirles poblanos a los poblanos y salvadoreños a los salvadoreños ¿o no?
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*Recientemente han sido publicados trabajos espléndidos. Joaquín Meza se explaya sobre el tema en su Diccionario de la Vulgar Lengua Guanaca