jueves, 10 octubre 2024

Permitídme que me presente…

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Los humanos me llamáis  desde hace muchos años por mi apodo, “Virus”, que viene del latín antiguo y significa veneno. No me extraña, pues está en vuestra naturaleza  ponerle nombre a todo aquello (la “cosa”, como dicen los filósofos)  material, lo visible o lo invisible, que por ignorancia  o por miedo ancestral no podéis explicar con la razón o el conocimiento. De esta forma, creasteis, sin saberlo, a vuestro propio creador.  Este fenómeno lo explicó el famoso erudito Platón en el libro VII de su tratado filosófico La República con la alegoría de los hombres prisioneros en  una oscura caverna.

Soy  parásito en cualquier célula animal o vegetal  y no me avergüenzo por ello;  para sobrevivir y reproducirme me veo obligado a utilizar  hábilmente el mecanismo de proliferación de la célula, y aunque existo probablemente mucho antes que la misma humanidad,   todavía no sabéis a ciencia cierta  cuales son mis orígenes. Existo, no por que piense, sino porque mi existencia  queda manifiesta en muchas de vuestras patologías. Soy simplemente una partícula de código genético, encapsulada en una vesícula de proteínas.    Ni en los libros sagrados ni en los anales de la ciencia se encuentra alusión alguna con respecto a mi creación. Ni siquiera el hijo del Todopoderoso sabía que ya en aquellos tiempos existía una “cosa” más pequeña que la semilla de mostaza. De haberlo sabido, el relato de  Mateo en 13, 31-32 diría otra cosa. Ignoro si en aquellos parajes mesopotámicos existían ya las orquídeas, pues existe una variedad de estas plantas cuyas semillas son más pequeñas que las de la mostaza. Verás, soy mucho más pequeño que una semilla, incluso  que una  bacteria,  que ya es mucho  decir, puesto que una micra, el tamaño estándar de un bacterium (también los hay más pequeños), equivale a una millonésima parte de un metro. Es decir, que para poder percibirme necesitáis un microscopio electrónico de transmisión (MET).  Soy un “nanonésimo”, es decir, un enano necio, un David moderno, que   derrota a Goliat  produciendo COVID 19.

Soy tan pequeño que vuestros científicos todavía no saben  sí soy materia viva o muerta, tampoco  sí soy un microorganismo o sí fui diseñado en algún momento por vuestro creador. En  Génesis 1:26-27 solo encontrareis como llegó vuestro linaje  a la tierra y en Génesis 2:7  que sois producto de un polvo. Vosotros, los que tenéis fe ya lo sabéis,  sois en definitiva seres de barro. Yo, en cambio, no sé de dónde vengo.  No me encontrareis  en Génesis 1:11 ni en 1:21 ni tampoco en 1:24. ¿Qué seré yo entonces?    ¿Seré tal vez una degeneración celular?  ¿Un extraterrestre?

Ahora bien, no penséis que todos los virus tienen “mala leche” como yo. Por el contrario, la mayoría de mis familiares juegan un rol importante en la evolución de la vida en el planeta tierra. Así pues, no os enfadéis conmigo, pues cuando estoy en vuestros organismos mi única misión y razón de existir es la de neutralizaros  y, sí estáis lo bastante débil para resistir la embestida, aniquilaros. Así de simple es mi función. Por el amor a vuestro creador, no me juzguéis mal por  ello.

Como no sabéis tampoco quien soy y de dónde vengo, permitidme que me presente. Mi nombre es Corona Virus II, así me bautizaron vuestros expertos en virología, para ser más preciso, soy el agente patógeno y secreto  SARS CO V2.  Aunque, a decir verdad, dejé de ser secreto unos días más tarde iniciada la pandemia allá en la provincia china de Wuhan hace casi un año.  Soy un virus de cepa, es decir, con pedigrí. No soy de esos virus que van por ahí presumiendo que son virus de diseño, es decir, de laboratorio.  Todos mis parientes cercanos, los zoonóticos patógenos,  os han causado  hasta la fecha, muchos dolores de cabeza, molestias en las vías respiratorias y otros órganos vitales, como el corazón. Mientras que mis congéneres lejanos son los causantes de la rabia, la poliomielitis, el SIDA, el sarampión, las paperas, la viruela y la varicela, yo, particularmente, ataco, ya lo habéis comprobado,  los bronquios, pulmones y el cerebro en primera instancia. Acerca de las infecciones secundarias o daños colaterales, para utilizar un término militar muy común en vuestro lenguaje, tendréis que ser pacientes hasta que vuestros expertos en patología os esclarezcan  el penumbroso  panorama.  

Vosotros los humanos sois gigantescos en comparación con mi tamaño, empero en poco tiempo os he señalado vuestras fronteras, límites que ni vosotros mismos conocíais. En poco tiempo he hecho temblar  gobiernos, he puesto en ridículo a un presidente ignorante que pensó que podía combatirme con inyecciones de lejía, he colocado en la picota a políticos y  gobernantes incapaces, he dejado al descubierto las deficiencias de vuestros sistemas sanitarios, he evidenciado la injusticia socio-económica del sistema capitalista, he cuestionado el derecho laboral de vuestra tan cacareada democracia parlamentaria, he puesto patas arriba vuestras costumbres y hábitos, os he desestabilizado el espíritu, habéis perdido por mi culpa amistades y, además  he sembrado el miedo y el pánico en vuestras familias. Vuestra arrogancia y soberbia os había  hecho creer que erais invencibles, que podríais  detenerme  con solo el hecho de negar mi existencia o creyendo que todo este rollo era un invento de las élites de poder en vuestra sociedad de consumo.

Soy el corona virus II y llegué para quedarme por mucho  tiempo. No obstante, debo reconocer, que mi permanencia entre vosotros los humanos no depende de mi voluntad. En vuestras manos está la solución de la crisis. Ya tenéis el antídoto, maldita sea,  pero debo reconocer que os había subestimado. Me quito la “corona” ante vuestros científicos.  Sin embargo, mientras os sigáis comportando como hasta  ahora, es decir, haciendo gala de irresponsabilidad, pasotismo, negacionismo y gillipollez,  os seguiré dando la lata  y metiendo muertos como sardinas en una gigantesca lata. Ya son casi dos millones los que he enviado al Más Allá o al Nirvana. Y la verdad es que me importa un Spike (la proteína que facilita el contagio de la COVID-19), seguir enviando al cielo o al infierno  a justos  o pecadores.

Ahora que sabéis quien soy y el peligro que represento para vuestro bienestar y bienvivir me pregunto: ¿Qué haréis? ¿Seguiréis irrespetando las normativas? ¿Seguiréis con el rayado pregón de la dictadura corona? No lo sé, pero me temo que seguiréis jugando a la ruleta rusa, pues todavía no habéis comprendido la naturaleza de mi juego. Sois una especie de animal muy singular, la más destructiva del medio ambiente después de los dinosaurios. Mientras continuéis con el cachondeo actual, entraré y saldré de vuestros hogares  como Pepe sale de su casa, con el agravante que el  Pepe que yo digo, no regresó nunca más a su lar.

Os tengo de rodillas a todos, sin distinción de edad, sexo,  etnia, nacionalidad,  condición económica y profesional, filiación política o religiosa.

No. No soy yo el culpable de la pandemia. Sois vosotros.

Irrespetuosamente y sin estimación alguna,

vuestro famosísimo agente zoonótico patógeno,

SARS CO V2

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Roberto Herrera
Roberto Herrera
Columnista y analista de ContraPunto. Salvadoreño residente en Alemania. Ingeniero graduado en electrotecnia, terapeuta ocupacional independiente con especialidad en pediatría y neurología. Narrador y ensayista.
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