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Periodismo: El arte en las calles.

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San Salvador, que saben de ti los que toman en vaso de vidrio, que saben de ti y de tus amores, de tus asaltantes, de las ventas de tortas, de los parques para esperar a los amores burlados, de tus cines cerrados, de tu calles oscuras, de tu esquina con pañuelo de llorar, de tus bares, mesones, mercados, de tus comunidades, de tus colegios tradicionales en institutos públicos marcando territorios

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Veo mucho potencial, pero está desperdiciado. Toda una generación trabajando dignamente, rompiéndose el lomo en gasolineras, sirviendo mesas, o siendo esclavos oficinistas, la publicidad nos hace desear autos  y ropas, tenemos empleos que odiamos para comprar mierda que no necesitamos.

Somos los hijos malditos de la historia, desarraigados y sin objetivos, hemos sufrido una gran guerra que terminó hace 28 años y ahora nuestra guerra es la guerra espiritual por el arte, que igual es el reflejo de nuestra realidad, nuestra gran depresión es nuestra vida, con la mentira diaria, crecimos con la televisión que nos hizo creer que algún día seríamos dioses del cine, radio o la televisión, estrellas del rock; pero no lo seremos y poco a poco lo entendemos con los pies en la tierra, la actual generación de jóvenes merecen un mejor país.

Pero quién dice que todo está perdido. Celebro este fin de semana, en mi caminata por el centro de San Salvador con mi familia, el encuentro de jóvenes que conforman un grupo sinfónico llamado “Avenida Canon” – del teatro a la calle-  que no tiene nada que ver con la marca de cámaras fotográficas, sino más bien, con el nombre de la pieza clásica de Johann Pachalbel, que se conocieron en diferentes momentos en orquestas, infantiles en la orquesta sinfónica juvenil  y que han perseverado. Luis Carlos Orellana, violinista, Marjorie Moya, violista, Harold Avelar, violinista, Francisco Gómez, contrabajista.

Ante todo son amigos, y quieren cambiar el pentagrama oscuro de sus vidas y la ciudad con su música por ello, decidieron sin abandonar sus estudios académicos llevar su música clásica a las calles de San Salvador, donde los domingos desde las 4:00 pm se ubican al costado occidente de la peatonal del Teatro Nacional, frente café fulanos, a deleitar a los peatones con un repertorio de piezas musicales de Vivaldi, Mozart, Pachalbel; música de películas clásicas y melodías populares salvadoreñas e incluso tangos de Gardel.

Ellos buscan una oportunidad esa que muchos no tienen o que se reduce a pocos, pero que ellos aprovecharían intensamente, sus aspiraciones son llegar a ser grandes músicos salvadoreños y buscan la oportunidad para poder especializarse y en ese campo. Ese oscuro pentagrama que estos jóvenes de verdad quieren cambiar.

Por ello, hago un llamado al cuerpo diplomático del país para que les genere una oportunidad ya sea de estudios completos o intercambios culturales y fortalecer lo que ellos sueñan en convertirse, por ejemplo algunos de ellos quieren ser compositores musicales (escribir música para orquesta) otros dirección musical, o especialización en los instrumentos que ejecutan, cuyas formación podrían lograrla en México, Argentina, Uruguay, España, Italia, Alemania, Estados Unidos.

“El arte es una manifestación de la actividad humana mediante la cual se expresa una visión personal y desinteresada que interpreta lo real o imaginado, con recursos plásticos, lingüísticos o sonoros”.  (RAE)  el término urbano enmarca lo perteneciente o relativo a la ciudad.

Puedo estar en el Vedado de la Habana, recorrer el alto Manhatan, caminar por la calle Florida de Buenos Aires, en  la  reforma de México, la estación de Atocha en Madrid, parado frente a la fuente de Mont Juic de Barcelona, o quizá en el Malá Strana de Praga.

Pero yo siempre regresaré a ti, donde nací, donde crecí, donde aprendí a leer, donde me enamoré y odié con la intensidad de un adolescente. A tu mercado central, a tu plaza libertad de gestas patrióticas, a la plaza cívica; testigo de la celebración de la firma y de nuestro regreso a casa,  a la toma de tus iglesias, a tu biblioteca sepultada por el terremoto, a la tumba de mis amigos, a la sepultura de mis padres, al huérfano pasado del Barrio San Jacinto, al papel de diario con hormigas, comiéndome el ombligo… Mi puta ciudad yo te amo y a veces te lloro como un niño perdido buscando a su perro. Siempre prefiero ver jóvenes perseguir sus sueños, que verlos ser perseguidos por la policía. Bien por esto jóvenes que llevan el arte a la calle.

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Rigoberto Chinchilla
Rigoberto Chinchilla
Periodista salvadoreño. Graduado en la Universidad de El Salvador (UES); colaborador y columnista de ContraPunto

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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