viernes, 26 abril 2024
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Patria grande…

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"Ay mi patria grande, nuestra patria grande… ¡Cuánto dolor al verte postrada! Pero hay que salvarte y resguardarte de las garras de la criminalidad que siembra muerte lenta y violenta": Benjamín Cuéllar.

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Por Benjamín Cuéllar Martínez


“Salgo a caminar por la cintura cósmica del Sur…” Así cantamos siempre a coro con el entrañable Quinteto Tiempo; siempre, todas las tantas veces que Ariel y Eduardo junto a los fallecidos Rodolfo, Santiago y Alejandro hermanaban sus voces con las nuestras a lo largo de cada concierto durante los cuales, en esta tierra salvadoreña, denunciaban el sufrimiento y anunciaban la esperanza de un pueblo en lucha por hacer valer el respeto de su dignidad ultrajada históricamente por los poderes avariciosos, egoístas y criminales. El último de ellos y primero que partió, el querido “Gurí”, nos presentaba a sus hermanos y hermanas internándose poco a poco ‒con voz grave y Tejada Gómez‒ en Cuzco, Puebla, las Antillas… para darnos, aferrado a nuestro continente, un abrazo latinoamericano.

Eso fue lo que nos ocurrió, lo que sentimos y valoramos hace unos días al celebrarse la cuarta asamblea general de la red América Latina Alternativa Social (ALAS) con participación de colegas de México, Perú, Bolivia, Colombia, Brasil, Guatemala, Ecuador, República Dominicana, Nicaragua, Chile, Honduras, El Salvador y ‒por supuesto‒ Argentina. El Buenos Aires querido nos abrió sus puertas para evidenciar graves problemas y aflicciones de nuestros pueblos; también para encumbrar, por todo lo alto, esperanzas compartidas y compromisos colectivos asumidos a fin de contribuir a hacer que nuestra extendida región deje de ser “terrible” ‒como canta Silvio‒ para volverse “adorable o por lo menos querible, besable, amable”.

Porque más allá de sus bucólicos paisajes y ricas heredades, para sus mayorías populares la historia ha sido y sigue siendo agreste. Estas fueron caracterizadas por Ellacuría como la población que “vive en unos niveles en los que apenas puede satisfacer las necesidades básicas fundamentales”; que está “marginada frente a unas minorías elitistas, que siendo la menor parte de la humanidad utilizan en su provecho inmediato la mayor parte de los recursos disponibles”. No es desposeída por “leyes naturales” o “desidia”, ya sea “personal o grupal”. ¡No, sublimes señorías de las clases dominantes opresoras! Lo es debido a “ordenamientos sociales históricos” que la sitúan “en posición estrictamente privativa y no meramente carencial” de lo que le es debido, por ser explotada o porque le impiden “aprovechar su fuerza de trabajo o su iniciativa política”.

A 33 años de su martirio, esas palabras de quien fuera más teólogo que filósofo ‒según el también jesuita Rodolfo Cardenal‒ continúan siendo enteramente válidas no solo en El Salvador sino para una parte apreciable de las Américas. La prueba está en que, de esas mayorías populares, son inconmensurablemente vastas e importantes las cantidades de personas que ‒más que migrar‒ huyen de sus países. Se trata de escapar, cómo y por donde sea, de sus “infiernos” en busca del “vergel” que observan en lontananza; sobre todo, allá en el norte continental.

Este último año fiscal, que abarcó desde el primer día de octubre del 2021 hasta el último de septiembre del 2022, según la Oficina de Aduanas y Protección de Fronteras las personas migrantes que intentaron ingresar al territorio estadounidense por su línea divisoria con México y fueron cazadas sumaron aproximadamente dos millones y medio; de estas, arriba de las 820 000 provenían de ese vecino país junto a 238 000 guatemaltecas, 215 000 hondureñas, 165 000 nicaragüenses, 130 000 colombianas y casi 98 000 salvadoreñas.

Esta gente desesperada termina siendo forzada a dejar atrás realidades inhumanas, en países cuyos dramas fueron expuestos durante el referido encuentro realizado la semana pasada; sus representantes narraron las causas estructurales que fuerzan a emprender tan riesgoso fuga. Son, básicamente, las mismas: hambre, sangre e impunidad. También están la personas fugadas desde Cuba y Venezuela: más de 224 000 y 227 000, respectivamente. ¿Y las que fallecen o desaparecen en el trayecto? ¿Y las que no alcanzan a llegar, pero deciden no retornar a su tierra natal? ¿Y las que son víctimas de la trata de personas o del “narco”?

Ay mi patria grande, nuestra patria grande… ¡Cuánto dolor al verte postrada! Pero hay que salvarte y resguardarte de las garras de la criminalidad que siembra muerte lenta y violenta en tus campos y ciudades; sobre todo de la muy bien organizada a la cual hay que pegarle en su cabeza política, militar, policial, económica y mediática. De seguir apuntando y disparando a las “patas” de esas bestias quizás se logre hacerlas tataratear como ha ocurrido en mi país, antes con otros y ahora con Bukele, pero siempre se reincorporarán más emputadas y violentas. Entonces, patria grande, debemos redimirte nosotras y nosotros porque hay que hacerlo bien…

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Benjamín Cuéllar Martínez
Benjamín Cuéllar Martínez
Salvadoreño. Fundador del Laboratorio de Investigación y Acción Social contra la Impunidad, así como de Víctimas Demandantes (VIDAS). Columnista de ContraPunto.

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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