lunes, 15 abril 2024

Patria Exacta y otros poemas

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Hace unos dí­as, releyendo al poeta Oswaldo Escobar Velado, me sorprendió la actualidad de dos de sus poemas. Me refiero a: “Patria Exacta” y “Regalo para un niño”. Asimismo, recordé el poema de “Patria” de Ricardo Miró Deni. Decidí­ entonces intentar parafrasear algunos versos con mis palabras, en el intento de reflexionar sobre algunos de nuestros problemas económicos – sociales a propósito del mes de la Patria. Los últimos acontecimientos son particularmente impactantes porque si bien es cierto que históricamente la polí­tica salvadoreña se ha caracterizado por la corrupción, violencia y por el abuso de poder; resulta más desilusionante cuando la polí­tica en la que has confiado y depositado un poco de esperanza resulta tener, en mayor o menor medida, los mismos vicios. Así­ comienza la reflexión sobre la patria.

Esta es mi Patria: un montón de hombres (y de mujeres); millones de hombres (y mujeres); un panal de hombres ( y de mujeres) que no saben siquiera de donde viene el semen de sus vidas intensamente amargas.

Esta es nuestra Patria, un montón de hombres y de mujeres, un montón de niñas y niños en las calles de San Salvador que deambulan pidiendo limosna, buscando comida en los basureros, oliendo pega, de niños y niñas que en lugar de asistir a la escuela y divertirse trabajan para completar el presupuesto familiar. De niñas abusadas y estupradas muchas veces por sus progenitores. ¿Cuál es la vida que defienden asociaciones como “Pro vida “? ¿Esta es calidad de vida? ¡Cuánta hipocresí­a y clientelismo hay en la propuesta de aumentar la pena por aborto a 50 años frente a esta realidad! ¿Por qué son las mujeres las castigadas y no los hombres? Los depositarios del semen de las vidas de esos niños y niñas se desembarazan de sus responsabilidades de reproducción y no resultan ni señalados, ni castigados.

Esta es mi Patria: un rí­o de dolor que va en camisa y un puño de ladrones asaltando en pleno dí­a la sangre de los pobres. Cada Gerente de las Compañí­as es un pirata a sueldo; cada Ministro del Gobierno Democrático un demagogo que hace discursos y que el pueblo apenas los entiende.

Esta es nuestra Patria, los actos de corrupción están a la orden del dí­a, prosiguiendo el continuum histórico que han caracterizado nuestro contexto polí­tico – social. Los gobiernos pasados y presentes tienen en común temas recurrentes como el “uso indebido” de los fondos públicos, nepotismo, abuso de poder, indiferencia en aplicar la ley.  ¡Los delincuentes caminan libres por las calles de San Salvador o escapan impunes a la justicia mientras permanecen en prisión diecisiete mujeres acusadas de aborto! ¡Qué perversidad la del sistema de justicia cuando verdaderos asesinos quedan libres mientras estas mujeres son acusadas de matar presuntas vidas están encarceladas!

¿Y el pueblo? “(…) un rí­o de dolor que va en camisa”! ¿Cuáles son las explicaciones que recibe frente al asesinato cotidiano de sus seres queridos? ¿Cuál es la respuesta del Estado ante tanta afrenta? Durante las campañas polí­ticas nos prometen gobernar con transparencia y honestidad, luchar sin favoritismos, dar preferencia a los sectores sociales más vulnerables, gobernar con la Constitución y con la Biblia en la mano. ¡Nada más alejado de la verdad

¡Ah, qué sufrido pueblo el nuestro! Nacemos y morimos luchando por la ilusión de un El Salvador mejor que nunca llega.

Así­ marcha y camina la mentira entre nosotros. Así­ las actitudes de los irresponsables. Y así­ el mundo ficticio donde cantan como canarios tí­sicos, tres o cuatro poetas,  empleados del Gobierno

No podemos fingir que nada ocurre solo porque simpatizamos, con los partidos que, a turno, nos gobiernan. No podemos, ni debemos, justificar la inseguridad ciudadana en la que viven miles de salvadoreños, que diariamente se enfrentan a la muerte por el solo hecho de abordar un bus para dirigirse a sus trabajos o tienen que cerrar con portones de hierro las cuadras de sus barrios y colonias para tener un mí­nimo de seguridad en sus propias casas. No podemos ni debemos cerrar los ojos ante los hechos de violencia que diariamente se producen contra las mujeres.

“Oh Patria tan pequeña tendida sobre un istmo”, donde ya no es más grande el cielo ni más brillante el sol debido al tráfico que a todas horas contamina el aire que respiramos. Tú, tierra que una vez nos sustentaba está agotada, por los pesticidas y abonos quí­micos, ya no te quedan árboles “antiguos conocidos que al paso nos conversen del tiempo que pasó”, porque han sido talados, para llenar salvajemente de hormigón hasta el último ángulo de bosque y así­, no nos quedan “los viejos senderos retorcidos que el pie desde la infancia sin tregua recorrió”.  El mar no es más verde porque hay derrames de petróleo en el golfo de Fonseca que dañan tus fondos marinos y matan tu fauna sin que esto signifique mayor preocupación para el Estado. Tus rí­os ya no son majestuosos, porque los hemos contaminado y en mayo de este año derramaron 900 mil litros de melaza en el rio Magdalena que desemboca en el rio Grande sin que sepamos quien pagó los daños y sin que sepamos cuántas décadas tienen que pasar para recuperar la fauna y la flora de esto rí­os. ¿Y quién reparará a las familias que viven en sus riberas con cuya agua regaban sus sembrados?

Digan, griten, poetas del alpiste. Digan la verdad que nos asedia. Digan que somos un pueblo desnutrido. Que la leche y la carne se la reparten entre ustedes después que se han hartado los dirigentes de la cosa pública.

La pobreza sigue mordiendo a grandes sectores de la población, el alto costo de la vida, la falta de servicios de salud y educación siguen aquejando al pueblo salvadoreño. Comprar un tratamiento de antibióticos puede llegar a costar un cuarto del salario mí­nimo de un empleado en el sector agrí­cola cuyo salario es, en teorí­a de $124.11. Con salarios mí­nimos tan bajos, las posibilidades de permanencia en la escuela de niños y niñas son casi nulas, hecho acompañado de una inversión en educación de parte del Estado que alcanza solo el 3.47% del PIB.

Digan que somos lo que somos un pueblo doloroso, un pueblo analfabeto, desnutrido y sin embargo fuerte porque otro pueblo ya se habrí­a muerto.

¿Ante este panorama, cuál es la herencia que dejamos a las personas que cada dí­a se esfuerzan por mejorar las condiciones económicas y sociales de sus hijas e hijos? ¿Pobreza, violencia, corrupción? Pienso que, como ha sucedido siempre, que el pueblo, aunque desnutrido es fuerte y no obstante tanto sufrimiento y adversidad, se sobrepone todos los dí­as con coraje a tanto dolor e injusticia y con su trabajo honesto construye en el presente para que, en el futuro, vuelvan a “chisporretear los yunques y surjan, de nuevo las bellezas del arte”.  Lucharemos para resguardar la dulzura de tu tierra, para ceñir a tus sienes los laureles de los verdaderos héroes y devolverte el “respeto de los pueblos y así­ diremos a nuestras hijas, hijos, nietas y nietos:

Te regalo la paz y su flor pura, te regalo un clavel meditabundo para tu (…) mano de criatura en tu sueño que tiembla estremecido

(…) un mundo con azúcar de melones.

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Sonia Cansino
Sonia Cansino
Columnista Contrapunto
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