sábado, 7 diciembre 2024
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Parí­s, Santa Tecla

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Lo que ocurrió en Santa Tecla fue muy grave: la represión a balazos de una protesta ciudadana dejó el trágico saldo de un muerto y varios heridos de bala. Con independencia de si los vendedores fueron violentos, no cabe incluir la violencia polí­tica dentro de la lógica del enfrentamiento armado. Ahí­ tenemos el ejemplo de lo que acaba de suceder en Francia: la violencia que desplegaron los manifestantes en ese paí­s fue muy superior a la que se vio en Santa Tecla, pero en Francia, por imperativo legal, las fuerzas del orden no controlan a balazos la violencia polí­tica por muy extrema que sea. En Parí­s, no hay un alcalde como Roberto D´Aubuisson hijo y las fuerzas policiales reprimen de manera proporcional a la amenaza y ajustándose a derecho.

Lo que ocurrió en Santa Tecla es muy grave por otro motivo: revela que sigue viva entre nosotros la mentalidad conservadora que criminaliza las manifestaciones y justifica el uso desproporcionado y brutal de la fuerza a la hora de reprimirlas. Esa mentalidad que militariza el control de la violencia polí­tica es una amenaza para el precario Estado de derecho en el cual vivimos. Y el asunto es grave por otra razón: estamos viviendo una coyuntura polí­tica bastante delicada en la que algunos partidos y ciertas fuerzas de nuestra sociedad intentan ganar las elecciones en los tribunales. A este fenómeno se le conoce como judicialización de la polí­tica. Con argumentos legales se expulsa al rival de la lucha por el poder y se consagra un presunto respeto a la ley, aunque eso suponga alterar las reglas de juego de la democracia e impedir con subterfugios la expresión en las urnas de la voluntad popular. Ya no hace falta dar golpes de estado, basta y sobra con tener un buen equipo de abogados y una institucionalidad judicial receptiva y dócil.

A estas alturas del juego, vetar a un candidato en los tribunales podrí­a tener consecuencias imprevisibles. Dado el caso, es muy probable que la gente salga a la calle y se abra el escenario de la violencia polí­tica. No es descabellado imaginarlo, Santa Tecla es un aviso y un aviso también de que la mentalidad que criminaliza las manifestaciones puede volver a disparar balas en contra de las protestas populares.

Es muy preocupante por eso la lentitud y el silencio de la Fiscalí­a ante lo que sucedió en Santa Tecla. En nuestro paí­s, por lo general, los abusos policiales no suelen ser perseguidos con celo por la Fiscalí­a. En ese sentido, dicha institución judicial, en contra de lo que sugieren sus ocasionales justicias simbólicas, continúa atrapada en la lógica de la impunidad que venimos arrastrando desde hace décadas, a pesar de todas la buenas intenciones que se formularon en los acuerdos de paz.

Hay que dejarlo claro, las protestas ciudadanas no se pueden reprimir a balazos. Para eso están las balas de goma, los garrotes, los cañones de agua, los gases lacrimógenos. Para que esto quedase claro, harí­an falta ejemplos de sanción legal que inhibiesen cualquier tentación futura de reprimir a balazos las protestas, por muy violentas que sean. La Fiscalí­a, sin embargo, al mostrarse tibia ante el caso de lo ocurrido en Santa Tecla, le garantiza unos cuantos años más de vida a esa mentalidad autoritaria que criminaliza a los manifestantes y justifica que se les mate.

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Álvaro Rivera Larios
Álvaro Rivera Larios
Escritor, crítico literario y académico salvadoreño residente en Madrid. Columnista y analista de ContraPunto

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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