sábado, 13 abril 2024
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Papelón

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Rolando Castro dijo que los que acompañaban a las protestas del Regimen de Excepción en el Día del Trabajador. Eso basta para "considerarlo no apto para ejercer el cargo en el que lo colocó aquel a quien ya le rendía pleitesía desde antes del 1 de junio del 2019": Benjamín Cuélllar.

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Por Benjamín Cuéllar Martínez


Esta expresión coloquial le queda como anillo al dedo al desempeño del actual Gobierno que está por cumplir tres años. En una de sus acepciones, según el clásico diccionario del idioma español, se trata de la “actuación deslucida o ridícula de alguien”. Hoy no hablo en singular porque no es una persona sino varias, por no decir muchas, las que en la administración pública se esmeran en hacerlos. Parecería una competencia para ver quién pesca el premio mayor. Si no le estuvieran haciendo tanto daño al país, resultarían hasta chistosos. Pero no; al contrario, es altamente preocupante. Para muestra, un botón que seguro no será el último lastimosamente: las declaraciones y actuaciones de ciertos funcionarios en el marco de la conmemoración del Día Internacional del Trabajo.

Hay dos que destacaron: el responsable de la cartera encargada de velar por el respeto de los derechos de la clase trabajadora y el secretario jurídico de la Presidencia de la República. Rolando y Conan respectivamente, ambos de apellido Castro; aunque no son hermanos, como los cubanos o los mexicanos, se disputan el trofeo. En pareja aparecieron el jueves 28 de abril y el domingo 1 de mayo recién pasados, primero en una conferencia de prensa y luego en un evento efectuado en la segunda fecha.

Entre otras “linduras” expresadas durante su aparición ante los medios, Conan declaró que las maras “retuercen sus tentáculos, para que sus aliados salgan a las calles a defender su causa este 1 de mayo, que es el terror y el desorden”. Agregó que era “tan grande el avance que se está obteniendo [el Gobierno], que solamente lograrán dejar en evidencia, que todos los terroristas de las extremas ‒sean izquierda o derechas‒, han fracasado y están por ser eliminados del espectro político del país”.

El titular del “misterio” de Trabajo, Rolando, expresó que la marcha del siguiente domingo la estaban promoviendo “grupos vinculados a los grupos criminales en el país” que querían “desnaturalizar el día internacional de la clase trabajadora, por ir a defender a las pandillas”. Añadió que “el verdadero movimiento sindical auténtico y genuino” participaría entonces en la reunión del oficialismo a realizarse “en un solo lugar” para “realmente reivindicar a la clase trabajadora”. Dijo más necedades, pero con esta basta y sobra para considerarlo no apto para ejercer el cargo en el que lo colocó aquel a quien ya le rendía pleitesía desde antes del 1 de junio del 2019.

Para consumar ese encuentro gubernamental, organizado con el cásico “acarreo” del priismo mexicano y del castrismo cubano, se contrató un lugar “emblemático”: un hotel cinco estrellas con habitaciones individuales y dobles cuyo precio por día superan los 300 dólares estadounidenses, el cual se encuentra a pocos metros “del centro comercial más grande de Centroamérica” y “dispone de piscina al aire libre, spa y centro de fitness 24 horas”; además, cuenta con tres “restaurantes conceptuales y un bar”, señala su publicidad. Obviamente, no lo frecuenta nuestra gente “de a pie”; pero ese día, hasta almuerzo le dieron al público asistente que se portó ingrato pues –al menos una parte– no aplaudió las intervenciones de quienes llevaban la voz cantante: los mentados Castro, “compañeritos” en la lista Engels acusados por corrupción.

Pero el papelón de entonces fue de premio, de antología. Ver a estos personajes en ese albergue privilegiado, adonde quién sabe cuántas muertes y desapariciones forzadas se acordaron o planificaron en los años de la preguerra y la guerra, de pie ante la mesa principal con los puños alzados entonando el coro de la mítica marcha compuesta en 1973 por los chilenos Sergio Ortega y los integrantes del grupo Quilapayún: “El pueblo unido jamás será vencido”. Ojalá haya quedado grabada la imagen de un Conan Castro visiblemente incómodo, levantando tímidamente o con vergüenza el brazo derecho –no el izquierdo– y al parecer balbuceando esa célebre consigna que durante casi cincuenta años ha acompañado heroicas gestas populares en Latinoamérica y el mundo.

Pero ‒además de ese patético espectáculo‒ por más amenazas, desinformación, retenes y otras maniobras propias del autoritarismo vigente en el país, las calles de San Salvador abrazaron a la clase obrera y al pueblo indignado por lo que está ocurriendo en nuestra comarca; llenaron la céntrica Plaza Cívica y continuaron dando muestras progresivas de algo que, poco a poco, nos debe quedar cada vez más claro: que el pueblo desunido siempre será vendido por algún “ungido”. No es primera vez que nos pasa, pero debería ser la última. Tenemos pues que, con esos papelones del régimen y otras hierbas, continuar despertando de tantos sueños mesiánicos inútiles y frustrantes.

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Benjamín Cuéllar Martínez
Benjamín Cuéllar Martínez
Salvadoreño. Fundador del Laboratorio de Investigación y Acción Social contra la Impunidad, así como de Víctimas Demandantes (VIDAS). Columnista de ContraPunto.

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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