sábado, 13 abril 2024

Pandemias, estadísticas y política

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A la fecha -17/03/20- tenemos 196,771 de casos contagiados con COVID19 y 7,927 decesos por el virus; la estadística nos indica que estamos ante un rango normal o aceptable de casos, sobre todo si se trata de un virus con consecuencias “gripales” que afecta de modo más radical a personas con inmunodeficiencia por otras afecciones cardiorrespiratorias, VIH, diabetes, cáncer, etc. La pregunta que nos debemos hacer es: ¿estamos ante una situación tan alarmante?

El hecho que ahora se lleve la cuenta a diario de los casos de COVID19 y que mucha gente haya acudido a centros hospitalarios de modo innecesario haciendo colapsar las redes nosocomiales no cambia la estadística: En El Salvador, en 2017, fallecieron 236 personas por neumonía; en 2018: 526 personas; y en 2019: 674 personas ¿no se había dado cuenta? En España, las muertes por neumonía anuales superan –regularmente- 12,000 casos.

Recientemente, el especialista argentino, residente en Europa, Pablo Goldschmidt, médico, investigador y especialista en enfermedades infecciosas, declaró al periodista Reynaldo Sietecase en Radio “Con Vos” sobre el Coronavirus y dijo que las complicaciones no son más que las de un resfrío fuerte o gripe. Además, agregó: “Es injustificado lo que está sucediendo. Todo el planeta tierra es víctima de un abuso. Todo el mundo está siendo abusado por peritos que están asustando a la gente. Ese susto lo toma la prensa y los políticos, que lo copian y lo amplifican”.

En efecto, la mayoría de enfermedades respiratorias pueden afectar severamente a las personas con sistemas inmunológicos más frágiles, sobre todo a mayores de 65 años, o a personas con trastornos metabólicos, a inmunodeprimidos, trasplantados y, sobre todo, a las personas indigentes o pobres.

Lo que ha sucedido en China, Italia, España, Irán –por citar algunos casos- es el colapso de los servicios públicos de salud por una demanda descontrolada, por pánico y miedo; muchas personas –sin necesidad justificada- que llegan a los hospitales con síntomas gripales –contagiados o no con coronavirus- a querer verificar si poseen o no el virus; pudiendo pasar su gripe en la casa con un cuadro de retrovirales sin mayores problemas.

La tasa real de mortalidad de COVID19 es baja o normal; según las estadísticas oficiales, al día de hoy oscila entre 0.7% y 3.2%, dependiendo la fuente. En 2019, fallecieron a nivel mundial 7,200 personas por el virus de la influenza; el problema es que no se llevó una contabilidad global hora a hora, día a día, y no hay evidencia que demuestre que coronavirus es más letal que los adenovirus respiratorios. Ahora bien, la capacidad de contagio de coronavirus es muy acelerada, y lo que deja en evidencia es la incapacidad hospitalaria –léase respiradores- para atender gente que necesita servicios de apoyo médico.

El peor escenario de la pandemia: Si no se aplicaran ninguno de los criterios técnicos: “aplanar la curva”, “cuarentenas”,  “distanciamiento social” y “documentación de casos con las pruebas PCR”, podríamos proyectar en una población de 6.6 millones de habitantes –con el criterio político de Angela Merkel- que en El Salvador se podría contagiar el 60% de la población equivalente a 3.9 millones, y con una tasa de mortalidad del 3%, tendríamos en el escenario más pesimista no menos de 117,000 decesos.

El escenario real: Con las medidas técnicas aplicadas -más otras excepcionales como el cierre radical de fronteras, etcétera- y considerando las condiciones  de ”salud demográfica” y las propias cifras demográficas del país (similar a Paraguay, Libia, Nicaragua) es probable que no superemos los 100 casos y que tengamos menos de 5 decesos.

El estudio “Substantial undocumented infection facilitates the rapid dissemination of novel coronavirus (SARS-CoV2)” (Ruiyun Li, Sen Pei, Bin Chen,  Yimeng Song,  Tao Zhang,  Wan, 2020) señala que la estimación de la prevalencia y el contagio de las nuevas infecciones por coronavirus indocumentados fue fundamental para comprender la prevalencia general y el potencial pandémico de esta enfermedad. Utilizando observaciones de infecciones reportadas dentro de China, junto con datos de movilidad, un modelo de metapoblación dinámica en red e inferencia bayesiana, estimó que el 86% de todas las infecciones eran “indocumentadas” antes de las restricciones de viaje. La tasa de transmisión de infecciones indocumentadas fue del 55% de las infecciones documentadas, sin embargo, debido a su mayor número, las infecciones indocumentadas fueron la fuente de infección para el 79% de los casos documentados. En conclusión: Aplicar la mayor cantidad de pruebas y controlar la movilidad de los infectados es clave, sin recluir a los no infectados.

Sobre la base de estos datos científicos –de especialistas, OPS y OMS- uno se pregunta por la disparidad de tratamiento político de la pandemia; y observamos países con medidas estrictas, rigurosas y alarmantes –como el nuestro, Guatemala y Honduras-, otros con un manejo mucho más laxo y flexible –como México o Costa Rica-, y una considerable cantidad de países en una situación de cuidado preventivo sin alarmas ni medidas drásticas, ¿por qué tanta asimetría en la salud pública?

Las epidemias y/o pandemias y sus estados excepcionales o de emergencia posibilitan un cambio radical de la agenda política; no sólo por la lógica liberada en materia de compras, sin mayores controles, sino también por el uso del aparato mediático y la puesta en escena de los principales actores frente a la emergencia.

Todas las noticias y cámaras apuntan a las autoridades; un alto porcentaje de los contenidos noticiosos –y fake news– se enfocan en el problema sanitario. Así el aparato gubernamental se vuelve el gran médico y cuidador del pueblo, y éste se ve en el reflejo de la vulnerabilidad y el miedo. Pero como dice Vargas Llosa en ¿Regreso al Medioevo? (15-03-2020): “Jamás las estadísticas han sido capaces de tranquilizar a una sociedad roída por el pánico y esta es una buena ocasión de comprobarlo. En medio de la civilización ha reaparecido la Edad Media, lo que significa que muchas cosas han cambiado desde entonces, pero muchas otras no. Por ejemplo: el miedo a la peste”.

No pretendemos minimizar el impacto de la pandemia, sino ubicarla en su justo lugar con base en las características y estadísticas; que hay mucho contagio es indiscutible, pero que el coronavirus es una gripe también lo es… y sí, se van a morir todos aquellos que generalmente se mueren cuando están enfermos y les da neumonía, esto es insoslayable.

Esperamos que el manejo político de esta crisis y las decisiones que se están tomando no terminen peor que la enfermedad, sobre todo a nivel económico. Intentemos observar el fenómeno con criticidad y responsabilidad.

Y no olvidemos que una buena política de salud pública se hace basándose en datos, estadísticas y conocimiento, y NO sobre la sospecha, intuición u olfato de políticos mal asesorados y alarmistas que generalmente desconocen el mundo de la ciencia.

En España, Italia, China e Irán algo está mucho peor que las estadísticas epidemiológicas de coronavirus; unos se toman todo con cierta ligereza, mientras que otros poseen un sistema de control político inhumano. Cuidado hacia dónde volteamos a ver y los juicios de valor que elaboramos.

Finalmente, debemos agradecer el trabajo de médicos, enfermeras y salubristas quienes están en la línea de fuego, cansados, agotados y dando lo mejor de sí, con una paga que equivale a minutos de lo que ganan las estrellas del fútbol de su liga local, estén donde estén. 

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Oscar Picardo Joao
Oscar Picardo Joao
Académico salvadoreño, de origen uruguayo; científico, analista, colaborador y columnista de ContraPunto
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