La entrevista con Omar Carbonero, uno de los fotógrafos más talentosos y creativos del país, siempre se nos había escapado de las manos como un bagre resbaloso. Y no porque Carbonero, “el Chele”, no quisiera ““es nuestro amigo”” sino porque había mil obstáculos que terminaban estropeando el plan: que hoy sí, pero de repente ya no; que otro día sí, pero tampoco, que con seguridad mañana, y tampoco, y así por el estilo, por varios meses, como si una maldición egipcia lo impidiera.
Queríamos que el Chele Carbonero nos contara de dónde diablos sacaba esas explosiones tremendas de imágenes bellas y trastornadoras a la vez. Esos fantasmas pegados al cielo falso o a la pared, mirando de reojo, malévolamente. Esas hojas perforadas por el vacío, que al duplicarlas parecen cabezas de extraterrestres anaranjados, ese tumbito en un mar azul, que nadie más ve, solo el ojo de Carbonero.
Pero un buen día de abril nos dijimos con mi compañero de andanzas Tomás Andréu: “Nombre, son babosadas, hoy tiene que ser”. Le llamamos y el Chele dijo “vergón”.
Quiso Dios que esta vez llegáramos los tres a un bar de la San Luis, “Leyendas”, según el plan convenido. La voz de Gustavo Cerati y su Soda Stereo salpicaban el cuerpo y el alma esa noche calurosa de verano, con aquella tonada hermosa: “Té para tres”.
Como era lógico, pedimos una ronda de “frías” antes de iniciar la charla formal, para celebrar también el hecho de reencontrarnos con un buen amigo a quien no veíamos quizá desde la era del primer deshielo. A Omar lo conocí a principios de la década de 1990, cuando yo era reportero del periódico, ya desaparecido, La Noticia, y Omar trabaja allí de “hacelotodo”. Una amistad de casi 20 años.
La charla introductoria se puso tan buena, que decidimos echarnos un par más. Después de eso arrancaríamos debidamente fortalecidos con la entrevista propiamente dicha.
Pero a las 11: 00 p.m. Tomás preguntó, entre risas y botellas, si no sería mejor comenzar ya.
“”Perate. Pues sí, ¿en qué estábamos? ““preguntó Carbonero. Echó una bocanada de humo y pidió otra ronda.
Más tarde intentamos arrancar con la entrevista.
Pero ya eran las 2:45 a.m. y aunque hubiéramos querido, el alcohol jodía un poco la correcta articulación de las palabras.
Así que dejamos el bar, sin haberle hecho a Carbonero una tan sola pregunta.
Al día siguiente, a manera de venganza, le dijimos (le demandamos) que se viniera a mi casa, a las 8:00 p.m., para hacerle de una buena vez la entrevista.
El Chele había estado todo el día soportando algunos malestares corporales, al igual que nosotros. Quizá había sido el almuerzo. ¿O fue la goma?
Pero llegó.
Nos echamos unas, para normalizar el sistema nervioso, y empezamos, por fin.
En retrospectiva, ¿cómo ves ese proceso en el que has pasado? ¿Cómo ves todo ese avance que has tenido en términos profesionales de la fotografía?
Para mí es positivo, yo siento que sí he hecho algo, no lo que realmente quiero, todavía, porque pienso crecer o volar más, pero sí creo que he hecho algo interesante. Me he documentado, he visto fotografías, he leído sobre gente que hace fotos y que es parte de tu crecimiento, la cuestión de la educación visual, del estilo; es positivo que la gente vea una foto y diga: esta foto creo que es de fulano de tal y cuando ven el crédito ven que así es.
Como la música, cuando oís una guitarra y decís esta guitarra no puede ser más que de Carlos Santana, por ejemplo.
Cabal, yo creo que es el toque personal. Una vez me llamó un señor que era papá de una violinista y me habló para decirme que había visto la foto que yo le había tomado a su hija y que le había impactado. El señor casi llorando me preguntó cómo podía hacer para tener esa foto. Me dijo: “Mire, yo le tomo cientos de fotos a mi hija, pero la foto que vi ahora me ha impactado”.
Te conozco desde hace un montón de tiempo y no sé si todo el mundo sabe tus orígenes, me gustaría que me contarás cuando vos trabajabas en La Noticia, de ordenanza.
A mí la fotografía siempre me gustó y lo descubrí por primera vez cuando trabaje en un medio, Diario El Mundo, creo que ahí me empezó a gustar, pero a esa edad vos lo ves con el sentido de presumir, no s锦
Pero ¿en qué año entraste ahí al Mundo?
Como en 1987, 198888. Y empecé a trabajar ahí en el área de producción, pero siempre iba al área de redacción, era chero de los redactores, que en ese tiempo hacían foto. Subía donde estaban ellos y me gustaba leer, ver cómo escribían y el proceso de cómo tomaban fotos, ahí me empezó a llamar la atención y recibí mi primer curso de fotografía ahí.
¿Y qué hacías ahí?
Trabajaba en el área de paquetería, lo que llaman compaginación del periódico, eso hacía yo. También era el encargado de remesar dinero, de hacer cualquier mandado que dijera el gerente o la gente de confianza. Les hacía mandados y después Francisco Imendia [gerente de El Mundo] se cambió de trabajo, se fue para La Noticia y él me llevó. Fue como en 1993 ó 1994 y empecé a trabajar ahí como ordenanza.
¿Él te jaló?
Sí, para trabajar en el área en que estaba él, que era la gerencia general. Yo hacía lo mismo, parecido a lo que hacía en El Mundo: remesas, cambios de cheque, ir a comprar cigarros, barrer, trapear la oficina del gerente, ir a dejar correspondencia.
Como “hacelotodo”, digamos”¦
Sí, sí, eso. Era lo que hacía pero siempre creo que fui un loco. Yo escribí una vez una frase: “Creo que he despertado muy tarde para realizar todos mis sueños”. Hubiera querido conocer muchas cosas antes y hacer esto que estoy haciendo ahora, hacerlo mucho antes, pero a pesar de eso creo que sí he hecho algo, tengo mis proyectos personales y aparte hago fotoperiodismo y trato de hacer un fotoperiodismo diferente a lo que suele ver la gente y esa es mi meta.
Te recuerdo como alguien que siempre estaba husmeando lo que escribían los redactores, viendo las cámaras que usaban los fotógrafos, ahí te vi con gran interés en el mundo del periodismo, las imágenes y las fotografías. ¿Te acordás de esa época?
Sí. Siempre me gustó estar más con los periodistas que con mis compañeros, creo que no hablábamos el mismo idioma. Y no era que los tuviera de menos, sino que quería otras cosas, anhelaba otras cosas y por eso siempre (los de la gerencia) me andaban buscando en redacción. Siempre estaba viendo cómo corregía don Chago, [Santiago Castellanos] a quién le revisaba el material, cómo escribía determinada persona, quiénes eran los mejores.
Y en esa época, vos tenías que ganarte el pan de ordenanza y de pasapapeles, pero en tu mentecita vos estabas con la idea bien fija de que realmente lo que aspirabas era esto de la fotografía.
Sí, clavado en eso. Yo quería una oportunidad y me la dio Nacho [Nacho Castillo, que llegó a dirigir la redacción]. Cuando lo he visto le he agradecido y él se incomoda y me dice: “No, vos estás ahí porque vos tenías el talento”.
Pero, ¿en qué se fijó Nacho para decir, “Este chavo está bien metido en querer hacer esto, él había visto tu interés, tu actitud?
Sí, Nacho se fijó. Redacción no era mi área de trabajo, pero yo llegaba de metido, y si Nacho quería algo, yo se lo hacía, colaboración o algún mandado yo lo hacía. Una vez llevé un trabajo, tomé todos los datos, llevé la foto y lo publicaron, me publicaron una página, con una cámara pocket que me prestaron. De hecho las fotos no tenían gran calidad, estaban un poco malas. Pero Nacho vio eso y lo publicaron.
Yo no lo creía, cuando me dijo: “Mirá, a partir de la otra quincena ya vas a estar con nosotros. Hablá con el Chino Martínez [Mauricio Martínez, que era el editor de fotografía] para ver qué equipo te vamos a dar y para mí va a ser una gran satisfacción de que estés vos aquí”. Y me preguntó cuánto ganaba y yo le dije que 1,200 colones y él se puso a reír y me dijo: “Mirá, vas a ganar mucho más que eso, solo vamos hacer el traspaso y ya estando aquí yo te voy a mejorar el sueldo”.
Después de eso lloré. Era lo más vergón que me podía haber pasado en la vida. Lastimosamente mi padre no pudo ver eso, porque le hubiera “enculado”. Mi papá murió justo en esos días en los que yo anhelaba eso. Yo ya le había enseñado lo que me habían publicado en el diario.
Estaba un poco afligido al pensar qué me esperaba.
Me dieron una cámara Nikon FM2, que fue con la que anduve para mis primeras fotos. En las asignaciones me encontraba con gente de peso como Fernando Golcher. Él me había dado clases a mí de foto y ya tenerlo en frente yo me preguntaba qué va a hacer, qué hago yo. No tenía idea, ni tampoco había leído tanto sobre foto. A Fernando le tengo un gran respeto. Es una persona en fotografía que sabe, sabe de foto. También me encontraba a Chico Campos, que yo siempre sin ser fotógrafo lo admiré, qué persona más genial.
¿Cómo te sentiste en esas primeras asignaciones cuando te encontraste con esa gente gruesa en fotografía, como Chico Campos, que venía de cubrir la guerra con la AFP?
Me sentía súper pequeño, súper ahuevado, hasta miedo de caminar o miedo de enfocar o de agarrar la cámara”¦
¿Te acordás de esa primera cobertura que te tocó con Chico ahí a la par tuya?
Creo que fue un allanamiento y un evento del presidente, pero en ese allanamiento estábamos sentados y me dio la mano y nos saludamos. “¿Qué tal? me dice”. Y yo le digo: aquí, tratando de hacer algo. “Me llega, póngase las pilas”, me dijo. Y se paró. Cuando se paró, yo me dije: a saber qué va a hacer, porque él era así, nunca se afligió por nada, nunca corrió. Él sabía dónde hacer la foto y al día siguiente veías la “vergueada”.
Una vez estuvieron en una cobertura con Álvaro López de El Diario de Hoy y Chico de La Prensa Gráfica. El Chico no se movía, no se mosqueaba para nada, sólo observaba los elementos y de repente se paraba y al siguiente día la gran foto. Siempre le admiré eso, un ojo increíble. Me quito el sombrero.
Pero en esa época, ¿cómo hacías para ir mejorando tu técnica y desarrollando tu ojo fotográfico?
Lo que hacía era comprar libros, meterme al Internet, cuando ya existía, ver imágenes que es lo mejor que podés hacer, ver imágenes, ver que hacen las personas de otros periódicos, de agencias.
Y comenzaste a conocer iconos de la fotografía”¦
Empecé a ver gente, las exposiciones que yo no lo creía, exposiciones de Cartier Bresson, este chavo brasileño, Sebastií£o Salgado, vi exposiciones de él, leí sobre él, los proyectos que había hecho, analizar las fotos, la luz, fotos de Robert Capa y me empecé a meter y a leer lo que habían hecho en arte y fotografía y empecé a ver fotógrafos también nacionales e internacionales como Rodrigo Abd, que son gente que tienen una propuesta diferente. Después tuve la oportunidad de conversar con él y me parecía igual, agradable el estar en ese momento. Conocía a Susan Meiselas, también.
Me parecía interesante porque yo ya los había visto antes, los había leído y había visto la obra que tenían ellos, el manejo de fotografías diferente, me parecía interesante estar con esta gente que vos admiraste y que de repente estas compartiendo con ellos.
Para entonces vos ya te habías dado cuenta de que la fotografía era tu vida y a lo que vos querías dedicarte”¦
Sí, yo no sé cuánta gente vive eso, pero cuando yo tomo una foto, pues yo hablo solo, también grito si se puede o no sé, se me sale una expresión de emoción porque yo sé que tengo la foto. Por eso es que yo no bajo la cámara, cuando estoy en una cumbre (de jefes de Estado) por ejemplo, tengo que estar pendiente de los detalles. Cuando se cayó Fidel Castro, pienso que si hubiera estado ahí, creo que hubiera estado pendiente de captar la foto, porque un personaje como ese no lo podes soltar, tenés que seguirlo por todo, por el contexto, por la historia.
¿Vos estás siempre pendiente de tus fotos y cuál foto va a sacar la competencia, en este caso era La Prensa Gráfica? ¿Siempre se da como esa rivalidad profesional entre medios?
Yo me planteé una cosa: no me iba a importar lo que hiciera la competencia, no me da miedo que anden tres o cuatro (de la competencia) y ande yo solo. Y no es porque sea el gran vergón, sino porque simplemente yo sé lo que quiero y qué es lo que quiero decir. Yo no me clavo en lo que va hacer fulano de tal.
¿Has tenido experiencias en que tus editores hayan sido gente con pocos años de experiencia en el oficio, pero que por suerte o conectes llegan a ser editores?
Fíjate que ahora no. Por ejemplo el coeditor que está ahora fue compañero de nosotros y tiene la misma experiencia que yo tengo, él anduvo en la calle.
Pero sí me pasó con Carlos German Bruch [exeditor de fotografía de El Diario de Hoy]. Él nunca hizo fotoperiodismo. No sé al final qué fotos hizo, creo que tenía un estudio donde hacía fotos publicitarias, pero no tenía nada que ver. Con él discutíamos sobre fotografía.
Con Carlos German me pasó una cosa bien curiosa. Yo llego al 1316 (local del FMLN) hace unos 5 o 6 años y jamás en la historia había pasado algo como ese día. Llegó al local del Frente el presidente de esa época del COENA (Antonio Salaverría) y el único fotógrafo que estaba allí era yo, porque me dijeron que iba a llegar. Se me trabó la cámara y no le pude hacer fotos cuando entró, pero me fui siguiéndolo y resulta que lo entrevistan ahí. La apague y la volví a encender y reaccionó y lo detuvo el redactor del periódico, creo que para entrevistarlo. De fondo estaban todas las camisetas con imágenes de los íconos del FMLN: el Che Guevara, Shafick Handal, monseñor Romero y dije: voy a aprovechar. Y le tomé varias en las que salían las camisas de fondo, pero a mí no me bastaban esas fotos y le volví hacer más fotos cuando Salaverría salió del local, le hice más fotografías. Resulta que Carlos Herman decidió publicar el retrato que yo le había hecho al presidente del COENA, pero solo salió la cara. Arruinó mi trabajó. Bueno, vos vas hacer tan bueno como el editor quiera.
Después una agencia internacional de noticias pidió las fotos de Salaverría al Diario y le dan la de monseñor Romero de fondo. Y resulta que al día siguiente otro diario saca la foto [tomada del servicio de la agencia] de monseñor Romero con Salaverría saliendo, y los créditos no eran míos. O sea, el otro diario me había dado verga a mí con mi misma fotografía. Mirá, ¡se armó un relajo! Y yo enojado. O sea que un editor se puede cagar en vos”¦
Y de pronto ¿cómo te diste cuenta que el fotoperiodismo ya era como un terreno que ya lo habías troteado y decidís pasar a algo, aparte de personal, más completo como el arte? ¿Cómo das ese salto?
La verdad es que siempre he llevado las dos cosas. Yo siempre digo esta frase: “El fotoperiodismo me da de comer y el arte me alimenta el alma”. En este caso hablo de la fotografía conceptual o foto artística. En realidad amo las dos cosas, sólo que una es de lo que trabajo, de lo que como, y siempre trato de llevar las dos cosas al mismo tiempo.
O sea que no hay una frontera, todo ha sido progresivo, siendo fotoperiodista siempre buscabas un ángulo artístico.
Sí, siempre lo he mezclado.
Entonces fue un proceso. En tu fase de fotoperiodista siempre ibas como tratando de desarrollar un ojo más artístico.
Yo les dije lo que [el fotógrafo] Teyo (Orellana) me había dicho una vez: “Hacé algo porque vos ves diferente, yo veo tus fotos y vos ves cosas que yo no puedo ver y siempre sacás unas cosas raras”. Entonces empecé mi proyecto y en ese momento no estaba haciendo fotoperiodismo.
¿En algún momento te apoyaste en gente que estuviera haciendo trabajos más o menos en esa misma línea de fotografía conceptual y artística?
No. De los artistas que en ese momento estaban conmigo a ellos les gustó la propuesta y yo era un novato en ese campo. Pero, por ejemplo, a Walterio (Iraheta) le gustó la idea de las hojas y nunca vi nada (parecido). Mucho después me dieron nombres, mirá este artista, los veía y hacían cosas similares, pero no. Era la misma onda de tomar hoja, agua, árboles. Era otro rollo. Yo dije, me llega que alguien esté haciendo algo parecido a lo que yo estoy haciendo, pero me agrada que lo mío no es igual. Eso me agradó, nadie me dijo hacé esto.
Cuando hice las (fotos) de agua, yo no lo había estudiado (a nadie) y cuando vi a Monet vi cosas interesantes y me agradó porque yo venía haciendo cosas parecidas pero nada que ver con lo que Monet hacía, pero me agradó al menos ver que alguien se había clavado en lo mismo que yo. Eso realmente me agradó.
¿Cúal fue tu primer proyecto artístico?
Las hojas.
¿Cuál es ahí el concepto, cuál era la idea que vos querías transmitir?
Mi idea siempre la baso en el ir más allá como lo he hecho en el fotoperiodismo. Esto tiene que ver con la cuestión de la sensibilidad y el detalle. Yo quise detenerme a captar todas esas cosas que están ahí, todos los días y que la gente no las ve. Quise decirles: “Miren, esto es bello”. Era una forma de decir más o menos qué era la vida, de decirles esto está ahí pero no lo vemos, no nos detenemos a ver eso. Yo quiero presentárselos, quiero presentarles la belleza, el color, la asimetría, es un planteamiento de la belleza, de la naturaleza y esa fue mi propuesta, presentarles la belleza macro, que se detuvieran a ver lo que la gente tiene ahí todos los días, pero que nunca lo ve.
O sea que técnicamente era hacer fotos macro de fotos con luz, etc.”¦
Sí, en mi proyecto usé luces de estudio. Ubicaba las fotos y les ponía una luz trasera, un reflector para intensificar los colores y la textura, que vieran esos detalles de los dibujos, las venitas de las hojas, que vieran eso, que se detuvieran a ver eso, lo bello en esa onda de las hojas
¿Y cuánto tiempo te llevó, desde que lo conceptualizaste hasta que vos dijiste vaya, mostrémoslo?
Como un año.
Pasaste un año haciendo pruebas, luz”¦
Sí, hasta que lo terminé.
¿Cuántas imágenes?
Eran 20 fotos.
¿Y eso lo hacías en tus ratos libres?
Lo que pasa es que en ese tiempo como no estaba trabajando, estaba trabajando pero con Teyo (Orellana), entonces lo que hacía era aprovechar el estudio mientras no teníamos trabajo.
¿Y andabas recogiendo hojitas por aquí y por allá?
Sí, sí. Por ejemplo: en la casa siempre trabajé con hojas de almendra, los palos de almendra”¦
A veces se ponen bien rojas”¦
Ajá, me llamaba mucho la atención. Jugaba con eso y cuando encontraba hojas picadas, las cortaba y fotografiaba esas partes dañadas, lograr de lo desagradable, si se quiere, algo estético y agradable visualmente. Creo que de alguna forma me he burlado de eso y lo he hecho en el agua, en las hojas, en captar cosas desagradables y hacerlas estéticas para la gente, como las fotos de la granja de cocodrilos, que es un agua totalmente sucia, pero cuando la gente la ve le agrada. Siempre fue mi propuesta presentar algo agradable de cosas que para la mayoría de gente son insignificantes.
Terminaste tu proyecto y lo mostraste”¦
La mostré en el Patronato Pro Patrimonio Cultural y fue una onda bien vergona porque todos mis compañeros fotoperiodista de todos los medios creían que yo iba a exponer lo tradicional, lo que yo hacía a diario, qué sé yo, una anciana, unos antimotines. Pero no, cuando llegaron se dieron cuenta que era algo totalmente diferente, años luz de lo que hacemos en un periódico.
¿Y la reacción o la crítica por dónde iba?
Salió publicado y la gente decía que eran como pintar con pinceles, algo así decían las críticas, que eran como pinturas, algo sobre el detalle y que era súper agradable.
¿Y te sentiste plenamente satisfecho de tu primer esfuerzo?
Sí, porque la gente que lo vio, incluyendo a don Fabricio [Altamirano, director ejecutivo de El Diario de Hoy] estaba empilada. A la gente le gustó. Llegaron artistas, fotógrafos y los comentarios que recibí fueron positivos. Eso me motivo a seguir experimentando en otras cosas.
¿Y tus colegas en fotoperiodismo qué decían? porque como vos decís se encontraron con una dimensión totalmente diferente.
Se “friquearon”. Mucha gente se friqueó. Y esto fue por lo mismo que te digo, de hacer solo fotoperiodismo y no ver la fotografía en un contexto. La gente se friqueaba y decía “¡Qué es esto!”.
Bueno de hecho tuve una vez un debate con Álvaro López [exfotógrafo de El Diario de Hoy] y me preguntó: “¿Qué querés decir aquí?” y yo le respondí: “Un llamado de atención. Es sobre medio ambiente y dice esto y esto”. “A mí no me dice nada de eso”, me dijo. Pero eso es a vos, le dije Yo. Tenés que ver otras cosas. “Sí, quizás”, me respondió. Hasta después me dio la razón y me pidió que le regalara una foto.
¿Qué papel juegan las nuevas tecnologías y las cámaras? ¿Cómo crees que ha venido a afectar al fotoperiodismo y la pasión por el periodismo, en el sentido de que de pronto hoy cualquiera con un celular puede tomar una fotografía?
Yo no quisiera que le faltaran el respeto a la imagen, sí es rescatable en el sentido periodístico, que vos te has dado cuenta que hay premios mundiales de fotografía que han sido tomadas con celular. Entonces, el valor de eso es lo que decía Cartié Bresson: el momento decisivo. El estar ahí o no, al margen de que tengás una cámara profesional o no, pero ese momento mágico que lo haya captado un teléfono eso es rescatable.
Pero no quisiera que le faltaran el respeto a la imagen. Que la gente en general diga cualquiera puede hacer fotos, porque no tienen el conocimiento, desconocen el significado de lo que es una foto, todo lo que implica.
De los proyectos que has desarrollado hasta hoy, como el Agua, Formas de Ver, ¿cuál es el que te ha llenado más artísticamente?
Yo creo que cada uno, disculpá esta frase trillada, como los artistas que graban los discos. Yo creo que cada una tiene su encanto, por el contexto. Para mí todas tienen gran valor, obviamente vas experimentando, en cada exposición vas madurando y creando cosas diferentes que vos decís “Esto no lo hubiera hecho antes”. Por ejemplo Las Hojas, Formas de ver, que era solo de agua. Para mí este proyecto tuvo una aceptación y una cobertura tan vergona que la recuerdo por eso, que no tuvo la primera. Cuando hice Formas de ver en el Fotocafé, se llenó tanto que no podías caminar ahí. Llegaban artistas, escultores, pintores, fotógrafos, teatreros. El lugar se llenó y para mí fue agradable.
Vos como un artista de la imagen ya, más allá del fotoperiodismo, ¿cómo te ves a corto y mediano plazo, en el futuro cercano digamos?
Yo creo que me veo haciendo fotografía artística. Ayer me preguntaban como quién quisiera ser o cómo estar. Yo les decía que yo admiro a gente como Luis González Palma, Sebastií£o Salgado, Chema Madoz.
¿No sentís que todo tu talento, tu experiencia y capacidad artística se ve en algún momento cercado por las limitaciones propias de un país, que no tiene gran desarrollo cultural?
Cómo no, claro. Aquí se han abierto espacios, pero siempre es poco, la gente no tiene cultura de comprar fotos, por ejemplo. Y aquí algunas galerías, bueno, la mayoría solo te exponen pintura. ¿Por qué? Porque la pintura es más cara en cuestión de porcentajes, entonces hay poco espacio. Los espacio de visión y los espacios físicos no existen casi podemos decir que son nulos.