Por: Benjamín Cuéllar Martínez.
Entre los logros presumidos por Nayib Bukele en lo concerniente al ámbito de la educación, está la entrega de 1.2 millones de computadoras o tabletas a estudiantes de escuelas públicas y a su profesorado. También alardea con su “reforma educativa” bautizada como “Mi nueva escuela” y sostiene que así renovará la infraestructura respectiva, fomentará la inclusión y mejorará los programas formativos. Traigo esto a colación en el marco de la reciente conmemoración del Día internacional de la educación, proclamado por Naciones Unidas el 3 de diciembre del 2018 para –entre otros fines– promover la paz, el Estado de derecho y el respeto de los derechos humanos.
Si hicieran bien las cosas, hay quienes verían con buenos ojos la entrega de esos aparatos pues podrían contribuir a reducir la llamada “brecha digital”, entendida esta –según Óscar Picardo– como “la desigualdad de posibilidades que existen para accesar a la información, al conocimiento y a la educación” haciendo uso de nuevas tecnologías en información y comunicación.
Ello, partiendo de que ‒según una investigación realizada para la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) y publicada en el 2021‒ El Salvador aparece entre los países latinoamericanos adonde más del 90 % de la niñez perteneciente a las mayorías populares no puede conectarse al ciberespacio en sus precarios hogares. Además, incluso llevando a estos el internet, se necesitaría personal capacitado tanto para encontrar como para sistematizar y analizar la información a fin de orientar correctamente a las y los estudiantes.
Alguien del gremio asegura que como propaganda gubernamental, el reparto de dispositivos ha sido una maravilla. “Pero nosotros que estamos cerca de sus beneficiados –señala– y siendo beneficiados, no vemos así las cosas. Los padres y los niños están alegres por el hecho en sí, pero la falta del internet y la carestía de dólares hacen que la mayoría no las use para el estudio. El internet que el Gobierno da es muy poquito, no aguanta. Aunque en algunas escuelas ya está la infraestructura para colocarlo para todos, ¿cuándo lo tendremos? No sabemos”.
“Otro asunto ‒continuó‒ es que los adultos ven la diversión como finalidad del aparato; el estudio de sus hijos no les interesa tanto. Y si la computadora se arruina, la podemos llevar a un centro de apoyo; pero si por desgracia ya no tiene arreglo, no hay oportunidad de otra. Los docentes al renunciar a la plaza, tenemos que dejarla en la escuela; es prestada pues, lo que no sucede con los alumnos. Y como se presentan casos en otros ministerios de compras con alteraciones, ¿será también este proyecto uno más de esos?”. “¿Están capacitados el profesorado y el alumnado para sacarle el mejor provecho a esas herramientas?”, pregunté. “Son ‘brochazos’ ‒respondió‒ los que nos han dado; a los alumnos, nada. Y hay una gran diferencia entre los jóvenes y los viejos en el magisterio: ellos nacieron con esa tecnología y nosotros la hemos encontrado ‘sin querer queriendo’”.
Sobre “Mi nueva escuela”, la “jugada” oficialista para renovar planteles educativos durante cinco años, tenemos que el 30 de noviembre del 2021 Bukele habló de las “escuelas bitcoin” y prometió reparar dos diarias; el 7 de septiembre del 2022 anunció la remodelación de 5500, pese a que el Sistema de Información para la Gestión Educativa Salvadoreña del Ministerio de Educación solo registra 5008. Y José Mauricio Pineda –titular interino de dicha cartera– afirmó el 22 de febrero del 2022 que no solamente prometían sino que las promesas que hacían se cumplían; pero el 24 de enero de este año declaró que por lo complicado y dura de la “situación” no podrían “llegar inmediatamente a todos los centros educativos”, debido a los “recursos” y porque “intervenir en cada uno de los centros educativos” implicaba un promedio de 150 días entre el inicio y la finalización de cada obra. Así, echó de cabeza a su jefe
Se dice que en una familia, los padres y las madres educan a su descendencia con el ejemplo. En una sociedad eso corresponde a las autoridades, pero en la nuestra siempre ha ocurrido lo contrario y hoy más que nunca reina el mal ejemplo de la trampa, la mentira, el oscurantismo, la picardía y la vivianada para provecho propio. Así no se forma a nadir en el respeto de los derechos humanos y del Estado de Derecho; así no se educando para la paz sino para un conflicto que, ¡ojalá!, no sea como los anteriores. Nuestra muchachada no merece sufrir otro estallido social y hasta bélico. Déjenla ser Beatles, Rolling Stones o lo que quiera ser, pero no la fuercen a ser carne de cañón.