Tener a Donald Trump en la Presidencia de los Estados Unidos por los próximos cuatro años no es una buena noticia. El actual ocupante de la Casa Blanca, en los pocos días que lleva en el cargo, ha venido a confirmar los peores pronósticos. Ha insultado a mandatarios de países aliados, promovido iniciativas legales para construir el muro y para oleoductos que tendrán un grave impacto ambiental, quiso vetar el ingreso de musulmanes de siete países, intensifica las deportaciones. A su bravuconería y agresividad se agregan el cinismo y arrebatos de un personaje impulsivo y avasallador. Trump es el mal. Representa la maldad en una posición de mucho poder. Es preocupante.
Sin embargo, no todo es negativo. Como en la comedia de enredo de Darío Fo (No hay ladrón que por bien no venga) la hipocresía y doble moral de la sociedad burguesa quedan al descubierto al irrumpir el intruso. La irrupción en la política de alguien ajeno a ella, como Trump, provoca desastres cual elefante en una cristalería, pero puede servir para renovar definitivamente el local. Muestra las debilidades de la democracia, en especial cuando los “idiotas” deciden interesarse por la política y poner a otro idiota en el poder. Es una lección para los demócratas del mundo.
Algunas consecuencias positivas se pueden ver. Su llamado a ser “grandes de nuevo” no pasa por una expansión de la hegemonía estadounidense en el mundo, sino por su repliegue. Necesita reducir el enorme gasto militar de la superpotencia. A los aliados les ha dicho con claridad que si desean seguir estando “protegidos” por Estados Unidos van a tener que pagar por ello. Ante la crisis siria adelanta su intención de coordinar con Putin las acciones militares, para conjuntamente con Rusia enfrentar de manera decisiva al islamismo radical. Habrá que ver cómo reaccionan los distintos actores involucrados (Turquía, Israel, Irak, Arabia Saudí, Irán, etc.) pero se abre una posibilidad para una pacificación real. No todo son malas noticias, por tanto.
El vuelco hacia el proteccionismo puede causar graves turbulencias, a no ser que se efectúe de manera gradual y dosificada. De hecho, es resultado del fracaso del “consenso de Washington” y de las recetas neoliberales. Cierto grado de proteccionismo nos podría convenir en el manejo económico de nuestro país. La retirada norteamericana del acuerdo transpacífico que se venía negociando ha tenido el efecto inmediato de salvaguardar nuestra industria maquilera en textiles, que podía perder ante la competencia de países asiáticos que producen con costos salariales menores incluso a los salvadoreños.
Las medidas anunciadas contra los inmigrantes son muy preocupantes, aunque no necesariamente vaya a ponerse peor de como se puso durante la Administración Obama, que fue “el gran deportador”. En todo caso, hay un efecto positivo en la resistencia que se levanta como movimiento masivo y global ante Trump. Puede ser un despertar del mundo. Éste necesita intensificar la relación Sur/Sur y reducir la dependencia del Sur respecto al Norte.