Por Susana Barrera
A propósito de la intención de reducir el espectro de 262 municipios a 50, vale la pena reflexionar que no sólo se trata de “Soplar y hacer botellas”, como reza el dicho popular, esta propuesta demanda de taller y sobre todo de diálogo con quienes viven en los diferentes territorios, ¿hasta dónde ésta puede ser una medida prudente para bajar costos estatales? o ¿si los beneficios pueden superar los costos económicos, políticos y sociales?, ¿será que 50 municipios, más allá de reordenar el territorio van a responder a las necesidades, aspiraciones de la gente y a la autonomía?. ¿De dónde sale ese número mágico de 50?, ¿Es realmente eso lo que desea la población antes que empleabilidad y alivio a su situación económica? Como se ve, no es tan simple y cualquier decisión debe superar el fanatismo, el verticalismo y considerar varias aristas:
Identidad
Pero, retomando el parangón del citado refrán, surge en la isla de Murano en Venecia, Italia, cuando el sector artesanal dedicado al arte del cristal protestó a mediados del siglo pasado porque no era valorado su trabajo. Los dueños de las tiendas compraban su trabajo por migajas, el colectivo se organizó, se puso en huelga e hicieron que sus compradores valoraron su arte y ahí fue que se popularizó como consigna, “lo que hacemos no es sólo de soplar”. La industria de cristal de Murano es de las más respetadas en el mundo. Pero, qué les ha hecho ganarse ese prestigio: Su historia, cultura e identidad.
Similar en cada uno de nuestros 262 municipios existe historia, cultura e identidad, y miles de ciudadanos, que como el nombrado colectivo de artesanos estarán dispuestos a cuidar como los cristales de Murano: “su pertenencia”. Tal cual eso cristales, la vida antropológica de los pueblos merece respetarse y la única forma de mostrarlo en consultándoles. Es probable que la fusión de rectores en el territorio genere mejores ideas para la sobrevivencia, pero, aun así, no puede pasarse por alto la principal característica de los municipios y es que van más allá de sus límites, geografías y linderos, se trata de territorios vivos y holísticos.
Contexto
El concepto de municipalismo que propone el Código Municipal actual y que es a razón de 262 municipios: “Es la Unidad Política Administrativa primaria dentro de la organización estatal, establecida en un territorio determinado que le es propio, organizado bajo un ordenamiento jurídico que garantiza la participación popular en la formación y conducción de la sociedad local, con autonomía para darse su propio gobierno, el cual como parte instrumental del Municipio está encargado de la rectoría y gerencia del bien común local, en coordinación con las políticas y actuaciones nacionales orientadas al bien común general, gozando para cumplir con dichas funciones del poder, autoridad y autonomía suficiente”. El concepto es enfático en el bien común y en la representación del Estado más cercano a la gente.
El contexto en el que se estudia esta reducción, es el marco de una crisis del municipalismo; estamos ante sendos gobiernos locales quebrados en sus economías y sus autonomías están de rodillas, pagando el grueso por acciones de algunos de sus antecesores o simplemente revanchismo político, cabe la posibilidad que estas unidades rectoras no estén técnica y políticamente preparadas para asumir este reto y cumplir con el mandato de “Gerenciar el bien común”.
Control
Los municipios desde sus génesis surgen como forma de control, la historia primitiva de esta formas de organización data Augusto, primer emperador de Roma, que gobernó desde el año 27 a. C. hasta su muerte en el 14 d. C., tras un prolongado reinado de cuatro décadas, en su tiempo estableció como sitio y medio de organización “el municipio”, donde por primera vez se consideró el Derecho a la Ciudad, y estableció un espacio geográfico para nobles ciudadanos, locación que nombré “Unidad del mundo”, y se movían por los tentáculos de la tributación y el orden político.
El control, no es malo ni es bueno, la intención del mismo puede ser el cuestionable y máxime, si este lo ejerce una fuerza absoluta. De ahí que es necesario, considerar la opinión de la ciudadanía y reconsiderar sus verdaderas necesidades, sino se dejará una genuina puerta abierta para el reclamo a de su identidad, de su historia y pertenencia como los artesanos del cristal de la Isla de Murano. “No es solo de soplar y hacer botellas”.