“Tres clases hay de ignorancia: no saber lo que debiera saberse, saber mal lo que se sabe y saber lo que no debiera saberse” (Franí§ois de la Rochefoucauld)
La semana pasada mi hermano me invitó a un evento en el MARTE y al llegar ya habían colgado el rótulo de “cupo agotado”. Las personas a mi alrededor, sorprendidas, hablaban de lo inusual que resulta que un evento cultural se llene, pues no es el día a día del salvadoreño promedio.
Ya estando en el lugar y en compañía de ciertas personas con quienes analizábamos el rumbo del país tras las elecciones, nos dispusimos a seguir la charla en el café. Una de las personas sostenía que el país ha entrado en otro bloque histórico, aparte de los de 1950 y 1980. Ahora en el 2019, el descontento con los sistemas tradicionales combinado con el carisma de Nayib hizo que ganara holgadamente. Llegó a llenar ese vacío emocional que no nos ha dado la Selecta, a un vacío político que remite a un vacío de empatía, a un vacío filosófico.
Nadie ignora que El Salvador pasa por una crisis multidimensional: maras, subempleo, desigualdad, ignorancia, subdesarrollo, etc. Es una crisis que no se va a solucionar con polvo de hadas. Nayib no es la solución, ciudadano. Ni lo es Monseñor ni Roque, aunque se citen a ambos hasta la saciedad. Nayib no te va a salvar, hermano proletario. Ya lo dice el dicho que una golondrina no hace verano. Hay que poner de nuestra parte para que las cosas cambien y así poder mejorar nuestros entornos. Me gusta bromear con mis amigos que creo en el darwinismo social, en los justicieros sociales pero como karma, no como venganza. La venganza, me decía mi buen amigo Tim, es como tomarse el veneno y esperar que el otro se muera.
Debo confesar que hace años fui yo el de las emociones. Creí que “el cambio” realmente ocurriría cuando ganara el FMLN. La distinción entre las promesas de campaña y lo cumplido, entre lo consumado y lo por consumar, entre el Frente y ARENA, es bastante borrosa en mi mente.
Me quedé esperando muchas cosas: el gobierno de la gente para la gente, la depuración de los corruptos, la dignificación de los pobres y las condenas por crímenes nefastos, como el asesinato de Monseñor o de Roque. Evidentemente, los autores de los asesinatos han sido señalados, pero siguen como Juan por su casa. A nadie le sorprende que el amigazgo haya impedido que se tomen medidas al respecto, pero es ahora el momento.
Es ahora, cuando el nuevo liderazgo en el país se está estableciendo, que Bukele debe escoger a gente de experiencia pero con nuevas ideas, gente que tenga la fibra moral para tomar las decisiones que sean necesarias para salir de la crisis. Es ahora cuando se debe honrar a esa población que votó por la emoción del momento pero con la esperanza de un país distinto, más justo, de un nuevo amanecer, de un El Salvador diferente.