viernes, 12 abril 2024
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Nacer con Cariño: La Generación G

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Antes de la Ley Nacer con Cariño "no había sororidad, ni empatía, ni procedimientos clínicos ni sicológicos en el Sistema de Salud": Francisco Martínez.

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Por: Francisco Martínez.

Estamos en el proceso transformacional del enfoque de salas cunas y lugares de custodia prescrito  en la Constitución del año 50 del siglo pasado; por cierto, una misión incumplida, omitida, por el Estado salvadoreño, con la complicidad de los sectores empresariales; se está dando paso a un trasformativo conjunto de acciones de política pública y nuevos marcos normativos para asumir el deber del Estado de proteger la salud física, mental y moral de las niñas, niños y adolescentes, así como garantizarles el derecho a la educación y a la asistencia, eso es la premisa de “Nacer con Cariño” una política de Estado, para propiciar que la niñez salvadoreña alcance al máximo, su potencial de desarrollo en la primera infancia, de los 0 a los 7 primeros años de vida (hoy el 12.7% de la población del país), con alcance nacional y con un accionar intersectorial.

Estas acciones, se impulsan teniendo en cuenta los derechos de las niñas, niños y adolescentes, comprendiendo que estos inician su desarrollo desde el momento de la concepción, con un enfoque de desarrollo integral y asumiendo el proceso del ciclo de vida, estos enfoques son la base con que se aprobó en 2022, la Ley Crecer Juntos para la Protección Integral de la Primera Infancia, Niñez y Adolescencia.

La niñez comprende desde la concepción hasta antes de cumplir los doce años, y la adolescencia, desde los doce hasta cumplir los dieciocho años. 

El horizonte inmediato es lograr que a 2030, se haya incrementado la proporción de niños y niñas salvadoreñas de 0 a 7 años con un desarrollo infantil temprano adecuado a su edad. Parece una meta simple, pero requiere una articulación del Estado para lograrlo, esto debe ser un propósito misional de las diferentes instituciones públicas y gozar del acompañamiento ciudadano.

Es muy destacable los avances logrados durante 2022, respecto de las condiciones hospitalarias, en infraestructura y personal, flujo de procesos, adopción de las mejores prácticas y técnicas de perinatología y de nuevos protocolos de trabajo, conforme las 56 recomendaciones de la Organización Panamericana de la Salud OPS, estos cambios, han permitido que 56,125 personas hayan nacido en El Salvador fuera del “modelo de parto autoritario” del pasado.

Estos nuevos ciudadanos y ciudadanas nacidos el año anterior, fueron sujetos de las acciones transformacionales del Sistema de Salud Nacional, en donde el niño o niña son hoy los protagonistas en el momento del parto. Esto implica crear condiciones previas, desde la gestación, con educación prenatal, en la que se integra al padre o a un familiar que acompañará en el proceso de parto.

Cambiar la concepción y las malas prácticas en este trascendental momento en la vida de cada persona era fundamental para los salvadoreños, crear condiciones para un nacimiento respetado y humano, en donde se asegure el proceso natural del nacimiento de cada uno, con la singularidad de los actores: la madre y el bebé, sin administrar medicamentos a la madre (el llamado suero abortivo, por ejemplo), llamándola a ella por su nombre, dejándole tener sus ropas cómodas y sus “cosas necesarias”, esperando el tiempo que sea propicio a que la madre logre la posición adecuada para dar a luz, que esté segura y en calma, acompañada por su esposo o un familiar de confianza, en un ambiente amigable, limpio, armonioso, hasta con música de fondo del agrado de cada madre, con “contacto piel a piel” entre madre y recién nacido, desde el primer segundo de vida, se trata de respetar la primera y sagrada hora de vida. 

Esto, es muy, muy diferente de lo que existía, se nacía en ambientes lúgubres, insalubres, con las madres en soledad, sin que pudieran alimentarse, en ropas incomodas que no cubrían sus cuerpos, sin intimidad, con miedos y sin el debido acompañamiento profesional.

Dar a luz, se concebía como una maquila, en donde las mujeres en su soledad eran medicalizadas, no recibían alimentación, eran presionadas para que aceleraran la labor de parto y eran llevadas a una sala de expulsión para recibir el nuevo “producto” humano.

Nuestras madres o nuestras esposas, valientes, nos contaron algunas historias de cómo les fue cuando nacimos nosotros o nuestros hermanos y hermanas, o nuestros hijos, en las viejas salas de expulsión y en los pabellones de neonatos, de las primerizas y sus llantos y de los gritos que daban; de las “chamarriadas” que recibían de las enfermeras y médicos, ante el llorar de las mujeres les decían: “ajá mamita, hoy sólo es gritos vea, pero cuando…allí no gritaba verdá” o “bájele, porque grita, nadie la está matando señora”. También nos contaron de su ansiedad con la que esperaban a que nos llevaran después de nacidos. Algunas mujeres esperaban días en recibir a su bebé, según si su parto había sido natural, por cesárea o fórceps.

No había sororidad, ni empatía, ni procedimientos clínicos ni sicológicos en el Sistema de Salud, para prepararse para el parto ni para afrontar las secuelas del estrés post parto, si este era por cesárea no existía un cuido para evitar un corte quirúrgico más allá de lo estrictamente necesario, para cuidar la autoestima de la madre, igualmente sucedía con el corte innecesario del perineo, esas episiotomías, cesáreas o fórceps en muchos casos fueron innecesarias, fueron consentidas, si al caso, en momentos de dolor y desesperación de las mujeres en una situación de crisis de parto; o realizadas por los médicos, por la presión del Sistema de salir con la tarea.

En 2022 hemos avanzado de aquellas salas de expulsión a salas de nacimiento, con importantes cambios en la infraestructura hospitalaria, personal de salud cien por ciento calificado con base a las nuevas técnicas y procedimientos; con mejor atención, comunicación y educación a las familias de la madre, eso ha significado mayor calidad de la atención. Esto, asegura que la transición entre la vida intrauterina y extrauterina sea vital para que los recién nacidos se adapten al nuevo entorno, en compañía de su madre y su padre, de la familia, y que con ese apoyo recupere fuerzas para respirar e iniciar la lactancia desde el pecho de su madre, que pueda recibir el calostro e inmunizarse de por vida; no una “pacha” de formula.

Estas acciones son las que, en un año, han permitido que las muertes maternas se redujeran en más de la mitad, ya que la tasa de mortalidad materna en 2021 fue de 62,8 muertes maternas por cada 100.000 nacidos vivos y en 2022 fuese de 34,5 por cada 100.000 nacidos vivos.

Cómo dice el Dr. Rodrigo Aybar especialista internacional en parto respetado, “cambiando la forma de nacer transformamos al ser humano…El Salvador, tiene el privilegio y lo verá en los próximos años una generación de personas que nacen con amor…si un bebé nace aspirado, en ambiente frío, separado de su madre; un día, va a reaccionar en la sociedad de una manera más violenta”.

En 2018, en cumplimiento a la Sentencia de Inconstitucionalidad por Omisión, 8-2015/16-2015/89-2016, la Asamblea Legislativa aprobó la Ley de Salas Cunas; mi opinión en aquel momento fue que: era necesario desarrollar y ampliar el alcance, de esa ley, y proponerse un programa de transformación ciudadano, partiendo de que todos los niños y niñas al cumplir 10 años, conocieran y promovieran sus derechos ciudadanos, pudieran leer y escribir y haber adquirido capacidades para hacer uso de herramientas básicas de programación, Tecnologías de Informática y Computación e Inteligencia Artificial (TIC y AI), hablaran 3 idiomas y estar inducidos en carreras de Ciencias, Matemáticas, Ingenierías y Tecnologías (SMET). Mi expectativa está cumplida.

En 2030, los salvadoreños, hombres y mujeres, nacidos en 2022, el año en que se derrotó a las pandillas terroristas, serán la primera línea de una generación nacida en tiempos de la post pandemia, nacidos en un sistema de salud recuperado del abandono y la desidia, un sistema de salud humano, de calidad, inclusivo e integrador, que respetó la naturalidad de su proceso de nacer, sin medicalizar a su madre, sin presionarla para que “expulsara el producto” y acelerara las labores de parto, serán a los que se les permitió nacer con sus madre y su padre, con su familia, al que le cortaron el cordón umbilical en el momento preciso, al que le permitieron al salir de su vida intrauterina transitar a la nueva realidad de vida autónoma, alimentándose desde el inicio con leche materna siendo inmunizado por el calostro maternal. Serán estos ciudadanos parte de la Generación Gabriela, la Generación G, la Generación del nuevo El Salvador.

Son tiempos de cambios, son tiempos de transformación. Es el tiempo de asegurar la nueva generación, la Generación G, la Generación Gabriela.

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Francisco Martínez
Francisco Martínez
Columnista y analista de ContraPunto. Consultor en temas sociolaborales, exdirigente sindical y exmilitante insurgente. Con experiencia en capacitación y organización popular, formación en finanzas corporativas y gestión de recursos humanos.

El contenido de este artículo no refleja necesariamente la postura de ContraPunto. Es la opinión exclusiva de su autor.

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