En las elecciones de febrero de este año en El Salvador, las opciones del país eran el neoliberalismo oligárquico de ARENA, el neoliberalismo nihilista del FMLN, o la modernización del capitalismo, anunciado por Bukele. Aunque no armoniza con el proteccionismo de Donald Trump, parece que el próximo presidente espera modernizar el capitalismo con la ayuda de Estados Unidos. ¿Será posible tal modernización? ¿En qué consiste? ¿Será conveniente para El Salvador?
Para respondernos estas preguntas es necesario echarle un vistazo a la economía que tenemos, los actuales beneficiarios de tal modalidad económica, y los que se beneficiarían más de una modernización del capitalismo en El Salvador.
Durante los casi 198 años de vida del estado salvadoreño, su economía y organización política se han gestado al compás y marcha propuesta e impuesta por Europa y Estados Unidos. A la sombra de los masones que en el norte le arrebataron a la iglesia la educación, los registros civiles de nacimientos, matrimonios y defunciones, el estado salvadoreño se formó siguiendo esos pasos a su propio estilo — todo a medias. El siglo XIX la economía salvadoreña se transformó del sistema de encomienda impuesto por los españoles a la agroexportación de cacao, añil, algodón y café. A diferencia de la industrialización urbana y agrícola que ocurrió en otros países, la instauración de una economía agroexportadora en El Salvador consolidó una oligarquía rapaz e inmisericorde que ni construyó una república completamente bananera, ni desarrolló una clase empresarial ni trabajadora productiva.
Nunca el pueblo salvadoreño se ha organizado para producir sus propios alimentos, sino para satisfacer la necesidades de otros. Después que Gerardo Barrios y Rafael Zaldívar facilitaran la privatización de ejidos y terrenos comunales, para producir café en la tarde del siglo XIX, Maximiliano Hernández Martínez pavimento las carreteras para que lo transportaran de las fincas a los puertos durante el siglo XX, principalmente en el occidente de EL Salvador. Los últimos gobiernos de este siglo han repavimentaron la ruta cañera para el transporte de la caña de azúcar de los cañaverales de oriente a los ingenios de occidente y centro del país, y por supuesto, al Puerto de Acajutla para ser exportada.
Darle de comer a otros, antes que a nuestros hijos no es desarrollo ni crecimiento económico alguno. Continuar funcionando bajo una estructura que no satisface las necesidades domésticas, siempre generara pobreza y violencia. Todos los partidos, independientemente de sus discursos y consignas sociales, han mantenido esa estructura de producción y distribución de la riqueza de El Salvador. Este año los terrenos de la cooperativa ex-hacienda La Labor, de Ahuachapán, que el año pasado cultivaron ocres, se usarán para la siembra de caña de azúcar. Una economía saludable es aquella en la que un país se abastece y le sobra para exportar, no la que promueve el hambre y el destierro para enriquecer a unos cuantos que viven de la exportación.
El subdesarrollo de El Salvador es manifiesto tanto en su economía, como en su institucionalidad política. La producción, procesamiento y exportación del café, algodón y caña de azúcar, no han generado empleos suficientes ni satisfecho las necesidades de los trabajadores del campo. Es más, los ha obligado a migrar a la ciudad, donde tampoco hay suficiente empresas manufactureras, comerciales y de servicios, que les provean empleos dignos. Esta situación ha provocado que profesionales desempleados vean al estado como único empleador, y un alto porcentaje de desempleados migren o encuentren en el crimen un medio de subsistencia y manutención de sus familias. Esa visión del estado no puede generar otra cosa que funcionarios corruptos. Ha sido ese subdesarrollo político y económico lo que ha desterrado a más de la mitad de la población hacia el exterior y villas miserias donde el crimen está a la orden del día. No obstante, el entusiasmo empresarial y la laboriosidad del pueblo salvadoreño han hecho que miles de personas se lancen a las calles a vender frutas, juguetes y otras bagatelas, como también a limpiar parabrisas de vehículo, dar vía, hacer piruetas y hasta muecas para ganarse la vida honradamente.
En tal precaria situación económica y social, la modernización de un capitalismo que desarrolle la producción, aprovechando el emprendedurismo de los salvadoreños y la inversión que desde el extranjero puedan hacer sus hermanos, que más que lejanos son solidarios, es una opción para el país. Porque hasta hoy, han sido las remesas familiares, el turismo de los salvadoreños que vienen al país año con año, y la inversión de estos en sus lugares de origen, lo que ha mantenido a flote la economía del país. Las transnacionales en su mayoría solo vienen a organizar y vender servicios que por lo general se proveen con recursos nacionales como la electricidad, el transporte, la vivienda y las comunicaciones. Muchos salvadoreños en Estados Unidos van a retirarse en el país, porque no alcanzan a vivir decentemente en el norte con sus pensiones. El Salvador puede organizar empresas que provean servicios a un mejor precio que otros países. Costa Rica y Nicaragua han establecido políticas para atraer a pensionados de otros países.
Además de desarrollo empresarial y laboral, la modernización del capitalismo pasa por la modernización del sistema fiscal y otras instituciones del estado, que podrían darle a El Salvador más ingresos y control de todo su territorio, sin necesidad de ser privatizadas. Más que igualdad y justicia, las revoluciones han ofrecido a los países, nuevas formas de organizar su economía y funcionamiento. La revolución tecnológica ha traído consigo la organización de las comunicaciones, producción y gerencia de recursos. En materia de organización, EL Salvador tiene mucho campo que recorrer. AES, Uber y Airbnb han venido a El Salvador principalmente a organizar la distribución, cobro y pago de electricidad, transporte y vivienda. Las transnacionales están vendiendo métodos y mecanismos de organización. ¿Porque no puede modernizar El Salvador el uso de sus propios recursos?
No es necesario expropiar a los terratenientes como lo proponía el socialismo el siglo XX, sino organizar el uso de la tierra misma en función social, que es legalmente posible en este momento. Por ejemplo, el apoyo al cultivo de granos básicos, frutas, verduras y legumbres, generaría más empleo y menos uso de transporte pesado y combustibles — lo que consecuentemente reorientaría la producción de caña de azúcar, reduciendo las quemas de cañaverales y el uso de vehículos pesados que destruyen las carreteras del país.
El estado salvadoreño también podría estimular pequeñas y medianas empresas modernizando la salud, educación, servicios de agua y electricidad en todo el país, lo cual generaría empleo y mejor calidad de vida. El desarrollo de empresas en la producción y prestación de servicios indudablemente generaría desarrollo laboral, porque la participación tanto de empleados, gerentes y supervisores de la actividad productiva implicaría la adquisición y actualización de habilidades técnicas y tecnológicas. Muchos de los productos, como los paneles solares que se importan, podrían fabricarse en El Salvador.
El Salvador se beneficiaria de la modernización de un capitalismo humano, antes que continuar con la depredación de las transnacionales y la avaricia de la oligarquía que lo desguazan y lo empujan a otra guerra civil o a un éxodo masivo. La revista National Geographic, en su artículo Inside El Salvador´s Battle with Violence, Poverty, and U.S. Policy, opina que el país no tiene alternativa al destierro y éxodo generado por la violencia. Si bien el nuevo gobierno está comprometido a erradicar la corrupción, necesita resolver el desempleo y la inseguridad que están generando el sangramiento y éxodo de su población. Una CICIES sólo satisficiera la sed de venganza, sino se aborda la sed de justicia y desarrollo humano de El Salvador. Volver al abordaje feudal de la oligarquía que ha tenido secuestrado el estado y su política de destierro, no es una opción para Bukele. Un éxodo masivo no solo lo enfrentaría con la administración Trump, sino que socavaría el apoyo de su electorado, el cual necesita para gobernar.