martes, 16 abril 2024

¿Modernización del Capitalismo, Neoliberalismo Nihilista u Oligárquico?

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En las elecciones de febrero de este año en El Salvador, las opciones del paí­s eran el neoliberalismo oligárquico de ARENA, el neoliberalismo nihilista del FMLN, o la modernización del capitalismo, anunciado por Bukele.  Aunque no armoniza con el proteccionismo de Donald Trump, parece que el próximo presidente espera modernizar el capitalismo con la ayuda de Estados Unidos. ¿Será posible tal modernización? ¿En qué consiste? ¿Será conveniente para El Salvador?

Para respondernos estas preguntas es necesario echarle un vistazo a la economí­a que tenemos, los actuales beneficiarios de tal modalidad económica, y los que se beneficiarí­an más de una modernización del capitalismo en El Salvador.

Durante los casi 198 años de vida del estado salvadoreño, su economí­a y organización polí­tica se han gestado al compás y marcha propuesta e impuesta por Europa y Estados Unidos. A la sombra de los masones que en el norte le arrebataron a la iglesia la educación, los registros civiles de nacimientos, matrimonios y defunciones, el estado salvadoreño se formó siguiendo esos pasos a su propio estilo — todo a medias. El siglo XIX la economí­a salvadoreña se transformó del sistema de encomienda impuesto por los españoles a la agroexportación de cacao, añil, algodón y café. A diferencia de la industrialización urbana y agrí­cola que ocurrió en otros paí­ses, la instauración de una economí­a agroexportadora en El Salvador consolidó una oligarquí­a rapaz e inmisericorde que ni construyó una república completamente bananera, ni desarrolló una clase empresarial ni trabajadora productiva.

Nunca el pueblo salvadoreño se ha organizado para producir sus propios alimentos, sino para satisfacer la necesidades de otros. Después que Gerardo Barrios y Rafael Zaldí­var facilitaran la privatización de ejidos y terrenos comunales, para producir café en la tarde del siglo XIX, Maximiliano Hernández Martí­nez pavimento las carreteras para que lo transportaran de las fincas a los puertos durante el siglo XX, principalmente en el occidente de EL Salvador.  Los últimos gobiernos de este siglo han repavimentaron la ruta cañera para el transporte de la caña de azúcar de los cañaverales de oriente a los ingenios de occidente y centro del paí­s, y por supuesto, al Puerto de Acajutla para ser exportada.

Darle de comer a otros, antes que a nuestros hijos no es desarrollo ni crecimiento económico alguno. Continuar funcionando bajo una estructura que no satisface las necesidades domésticas, siempre generara pobreza y violencia. Todos los partidos, independientemente de sus discursos y consignas sociales, han mantenido esa estructura de producción y distribución de la riqueza de El Salvador. Este año los terrenos de la cooperativa ex-hacienda La Labor, de  Ahuachapán, que el año pasado cultivaron ocres, se usarán para la siembra de caña de azúcar. Una economí­a saludable es aquella en la que un paí­s se abastece y le sobra para exportar, no la que promueve el hambre y el destierro para enriquecer a unos cuantos que viven de la exportación.

El subdesarrollo de El Salvador es manifiesto tanto en su economí­a, como en su institucionalidad polí­tica.  La producción, procesamiento y exportación del café, algodón y caña de azúcar, no han generado empleos suficientes ni satisfecho las necesidades de los trabajadores del campo. Es más,  los ha obligado a migrar a la ciudad, donde tampoco hay suficiente empresas manufactureras, comerciales y de servicios, que les provean empleos dignos.  Esta situación ha provocado que profesionales desempleados vean al estado como único empleador, y un alto porcentaje de desempleados migren o encuentren en el crimen un medio de subsistencia y manutención de sus familias. Esa visión del estado no puede generar otra cosa que funcionarios corruptos. Ha sido ese subdesarrollo polí­tico y económico lo que ha desterrado a más de la mitad de la población hacia el exterior y villas miserias donde el crimen está a la orden del dí­a. No obstante, el entusiasmo empresarial y la laboriosidad del pueblo salvadoreño han hecho que miles de personas se lancen a las calles a vender frutas, juguetes y otras bagatelas, como también a limpiar parabrisas de vehí­culo, dar ví­a, hacer piruetas y hasta muecas para ganarse la vida honradamente.

En tal precaria situación económica y social, la modernización de un capitalismo que desarrolle la producción, aprovechando el emprendedurismo de los salvadoreños y la inversión que desde el extranjero puedan hacer sus hermanos, que más que lejanos son solidarios, es una opción para el paí­s. Porque hasta hoy, han sido las remesas familiares, el turismo de los salvadoreños que vienen al paí­s año con año, y la inversión de estos en sus lugares de origen, lo que ha mantenido a flote la economí­a del paí­s.  Las transnacionales en su mayorí­a solo vienen a organizar y vender servicios que por lo general se proveen con recursos nacionales como la electricidad, el transporte, la vivienda y las comunicaciones. Muchos salvadoreños en Estados Unidos van a retirarse en el paí­s, porque no alcanzan a vivir decentemente en el norte con sus pensiones.  El Salvador puede organizar empresas que provean servicios a un mejor precio que otros paí­ses. Costa Rica y Nicaragua han establecido polí­ticas para atraer a pensionados de otros paí­ses.

Además de desarrollo empresarial y laboral, la modernización del capitalismo pasa por la modernización del sistema fiscal y otras instituciones del estado, que podrí­an darle a El Salvador más ingresos y control de todo su territorio, sin necesidad de ser privatizadas.  Más que igualdad y justicia, las revoluciones han ofrecido a los paí­ses, nuevas formas de organizar su economí­a y funcionamiento.  La revolución tecnológica ha traí­do consigo la organización de las comunicaciones, producción y gerencia de recursos.  En materia de organización, EL Salvador tiene mucho campo que recorrer.  AES, Uber y Airbnb han venido a El Salvador principalmente a organizar la distribución, cobro y pago de electricidad, transporte y vivienda. Las transnacionales están vendiendo métodos y mecanismos de organización.  ¿Porque no puede modernizar El Salvador el uso de sus propios recursos?

No es necesario expropiar a los terratenientes como lo proponí­a el socialismo el siglo XX, sino organizar el uso de la tierra misma en función social, que es legalmente posible en este momento. Por ejemplo, el apoyo al cultivo de granos básicos, frutas, verduras y legumbres, generarí­a más empleo y menos uso de transporte pesado y combustibles —  lo que consecuentemente reorientarí­a la producción de caña de azúcar, reduciendo las quemas de cañaverales y el uso de vehí­culos pesados que destruyen las carreteras del paí­s.

El estado salvadoreño también podrí­a estimular pequeñas y medianas empresas modernizando la salud, educación, servicios de agua y electricidad en todo el paí­s, lo cual generarí­a empleo y mejor calidad de vida. El desarrollo de empresas en la producción y prestación de servicios indudablemente generarí­a desarrollo laboral, porque la participación tanto de empleados, gerentes y supervisores de la actividad productiva implicarí­a la adquisición y actualización de habilidades técnicas y tecnológicas. Muchos de los productos, como los paneles solares que se importan, podrí­an fabricarse en El Salvador.

El Salvador se beneficiaria de la modernización de un capitalismo humano, antes que continuar con la depredación de las transnacionales y la avaricia de la oligarquí­a que lo desguazan y lo empujan a otra guerra civil o a un éxodo masivo.  La revista National Geographic, en su artí­culo Inside El Salvador´s Battle with Violence, Poverty, and U.S. Policy, opina que el paí­s no tiene alternativa al destierro y éxodo generado por la violencia. Si bien el nuevo gobierno está comprometido a erradicar la corrupción, necesita resolver el desempleo y la inseguridad que están generando el sangramiento y éxodo de su población. Una CICIES sólo satisficiera la sed de venganza, sino se aborda la sed de justicia y desarrollo humano de El Salvador. Volver al abordaje feudal de la oligarquí­a que ha tenido secuestrado el estado y su polí­tica de destierro, no es una opción para Bukele. Un éxodo masivo no solo lo enfrentarí­a con la administración Trump, sino que socavarí­a el apoyo de su electorado, el cual necesita para gobernar.  

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Mauricio Alarcón
Mauricio Alarcón
Columnista Contrapunto
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